¡Hola! Quería hablaros del amor de mi vida: mi gatita. Estoy tan enamorada de ella que necesitaba compartirlo con vosotras. Además, sé que por aquí muchas me entenderéis puesto que esto está lleno de animaleras.
Mi gatita tiene 6 años, de los cuales 5 se los ha pasado entrando y saliendo del hospital. Ingresos, recomendaciones de eutanasia, mil operaciones, mil complicaciones… ¿y ella qué hace siempre? Salir adelante. Pelear por su vida. A veces ha dejado de moverse días, otras de comer, otras le costaba reconocerme cuando iba a verla a la UCI. Pero SIEMPRE, SIEMPRE se repone.
Odia a los veterinarios. Es llevarla a uno y está tan harta de pinchazos y puntos que les monta un cirio que ni el muñeco diabólico. Pero vuelve a casa y se convierte inmediatamente en la enana dulce y cariñosa que siempre es.
La verdad es que para mí es agotador. Muchos viajes de 30 kilómetros ida y vuelta, mucha preocupación sobre si esta vez saldrá o no, muchísimo gasto económico. Os podéis imaginar… es mi hipoteca. Siempre atenta a soltar, cuando menos me lo espero, varios miles de euros. Y hablo en singular, porque nunca he recibido ayuda de ningún tipo. Tengo más canas, más arrugas, más viajes pendientes… Pero también la tengo a ella.
¿Y sabéis qué? Merece la pena. Me ha acompañado en los peores años de mi vida con su ronroneo, la caza de las gomas de pelo, siempre pegada a mí, vacilándome, provocándome, acurrucándose conmigo… En todas esas veces que me quería quitar la vida, aparecía ella con alguna de sus complicaciones luchando con uñas y dientes por su vida y me demostraba que hay que seguir adelante a pesar de todo. En el hospital no entienden que siga con vida. Ha superado varios récords en recuperación de problemas que ningún otro gato ha superado. Y es que esa es mi pequeña. Mi gran luchadora. Siempre sufriendo y siempre tirando hacia adelante. Tengo tanto que aprender de ella.
Hace poco leí a una psicóloga que comentaba que la vida te pone siempre la misma piedra una y otra vez porque considera que tienes una lección que aprender. Y hasta que no la aprendas, se repetirá el escenario. A mí me está recordando: “vale la pena vivir, lo sabe hasta tu gata”.
Y es que los animales son muy sabios, tenemos mucho que aprender de ellos. Te quiero, Matata.