Desde lo del erasmus, todo cambió cuando volví, todo siguió siendo exactamente igual que antes. Nos íbamos viendo a escondidas de vez en cuando como habíamos estado haciendo siempre.
Así estuvimos años, hasta que llegó el día de la peor noticia que podían haberme dado. Teníamos unos 28 años, ya no éramos aquellos jovencitos alocados, ya tocaba vivir una vida de adultos, una vida en la que empiezas ya a madurar.
Recuerdo estábamos comiendo con mi familia, él llevaba algunos años saliendo con una chica, se la traía muchas veces a comer con nosotros, cuando de repente mi primo se levantó para anunciar que se casaban.
Yo aplaudí mientras gritaba «bodorrio» como la que más, para que no se me notara el mazazo que acababa de escuchar. No sabría como describir ese momento, se me rompió el corazón en mil cachitos. Él me miraba sorprendido por mi reacción. Me sentó muy mal tener que enterarme así, esperaba que pudiese habérmelo contando antes, al menos para hacerme una idea.
Por otro lado sentía culpabilidad, tendríamos que haberlo contado en su momento, aunque nos repudiasen, ya me habría dado igual. Así pues con esta noticia entendí que todo lo que habíamos vivido se acabó y cada uno debía llevar su vida.
Después de la noticia, nos vimos y hablamos, fue una conversación muy triste en la que me pidió perdón mil veces, pero teníamos que seguir con nuestras vidas. Esto pareció ser un adiós.
Pasé los peores meses de toda mi vida, perdí muchísimo peso, no tenía ganas de nada, ni de levantarme por las mañanas.
Días antes de la boda estuve a punto de no ir, de inventarme alguna enfermedad repentina para evitar el mal trago pero finalmente decidí ir.
Lo pasé francamente mal. El amor de mi vida se me escapaba para siempre y yo solo podía pensar en todos los momentos que habíamos vivido juntos.
Estuve toda la boda bebiendo para que pasará el día cuanto antes. Después de ése día empecé a tener el control de mi vida, me puse en manos de una psicóloga y empecé a volver a vivir. Le debo tanto a esa profesional…
Desde aquel día no volvímos hablar, si había algún evento familiar evitaba ir, no quería verle, hubiese sido como volver atrás de nuevo, «ojos que no ven corazón que no siente», cuanta razón tiene esa frase.
Un año después pasaron varias cosas. Anunciaron que iban a ser padres y yo conocí a un chico que me devolvió la ilusión, esperanzas y ganas. No os mentiré, me volví a ilusionar de nuevo, pero no era él…
Un par de años después me pidió que nos casaramos.
El día de mi boda fue muy especial, pero también estaba muy sensible. No podía parar de pensar en lo que pudo haber sido y no fue…
En el cóctel le ví con su mujer y su hija, cuando me vió, se acercó a mí y tras darme un beso en la mejilla, me dijo que estaba preciosa. Estuvimos muy poco tiempo hablando cuando dijo «qué tontos fuimos, éste podría haber sido el día más feliz de nuestras vidas si hubiésemos sido valientes». No respondí, en ese momento me llamó mi madre para algo y sólo supe decir «disculpa me llama mi madre»
Me hizo tantísimo daño esa frase…
Meses después de mi boda, llegó a mi vida la mejor noticia que podía haber recibido, mi positivo en un test de embarazo. Aunque fue un embarazo muy malo, pero por fin llegó el día en el que pude tener a mi niña en brazos después de estar 9 meses esperándola.
Tiempo después, desde que nació nuestra hija, el matrimonio no iba bien, discutíamos por absolutamente todo, nos insultabamos, saltabamos por cualquier cosa… era insostenible.
Yo pasé por una depresión posparto terrible y supongo que se juntó un poco todo, por eso después de 3 años pusimos fin a nuestro matrimonio.
Fue lo mejor que pudimos hacer, yo intenté alargarlo un poco más por mi hija, me daba mucha pena que se criase sin dos padres juntos, pero era lo mejor para todos.
Cuando ya lo hicimos público y se fue enterando todo el mundo, mi primo me llamó por teléfono para quedar a tomar un café, estuvimos hablando bastante, contándole un poco porque nos habíamos divorciado y tal. Me contó que su matrimonio tampoco es que fuera sobre ruedas y lo más importante que siempre estaba pensando en mí.
A raíz de esa conversación empezamos a vernos de nuevo cada vez más y más, hasta que un día terminamos acostandonos después de tantos años estando separados.
Él se sintió muy culpable por haber engañado a su mujer y yo en el fondo también, por eso le pedí que hasta que no pusiera fin a su matrimonio no volvería a pasar nada entre nosotros.
Por una vez en la vida teníamos las cosas muy claras y decidimos seguir hacia delante, ya estaba bien de haber sido infelices tantos y tantos años, ya estaba bien de sufrir, de llorar, de ser incapaz de sentir felicidad.
Entonces empezaron los cambios, se divorció de su mujer.
Ahora tocaba contárselo a la familia y empezar a vivir.
Un día quedamos primero con mis padres y los suyos para tomar café. Les dijimos que los habíamos juntado porque teníamos algo muy importante que contarles, sabíamos que no reaccionarian bien pero necesitábamos contarlo de una vez por todas.
Conforme íbamos hablando los dos, las caras de todos se fueron deformando, mi padre recuerdo que se llevó las manos a la cabeza mientras decía «dios mio».
Mi madre se quedó paralizada, con una mezcla en la cara entre asco y vergüenza y mirándome sin pestañear.
Mis padres se levantaron y se marcharon sin mediar palabra.
Mis tíos nos dijeron que como habíamos podido hacer eso entre primos y durante tantos años.
Al rato de estar allí se calmaron un poco y tras explicarles que todo esto no era algo malo ni asqueroso si no amor parece que intentaron entenderlo. Nos pidieron unos pocos días para asimilarlo. Se podría decir que se lo tomaron mejor que mis padres.
Mi madre lleva sin dirigirme la palabra desde entonces, sólo nos vemos para que vea a su nieta.
Después de todo esto dejamos pasar un tiempo para explicarle a los niños un poco la nueva situación y empezamos a vivir juntos.
Hoy tenemos 37 años y después de 20 años puedo decir que soy la mujer más afortunada y feliz del universo. Por fin podemos ir agarrados por la calle sin miedo que nos vean, sin miedo a el que dirán, besarnos, reírnos, como aquellos días que vivimos en Italia hace mucho tiempo.
Por fin podemos empezar a vivir nuestro amor.
Y por fin voy a casarme con la persona que llevo amando toda mi vida.
Mis tíos han aceptado ya lo nuestro, mis padres llevan sin hablarme desde entonces, aunque muy poquito a poco la cosa va evolucionando. Yo los conozco y sabía que reaccionarian de este modo, pero hay que darles su espacio y su tiempo.
Estoy deseando que llegue el día que nos demos el sí quiero y que nos sigamos mirando siempre como cuándo teníamos 17 años.