Hola!! Es la primera vez que me animo a publicar en el foro así que espero que me podáis dar vuestro punto de vista y, que si alguien se encuentra en la misma situación que yo, le pueda ayudar también. Es bastante largo pero también me sirve de desahogo. Así que gracias de antemano a las que me leáis.
Primero, os pongo en contexto sobre mi vida en general para que entendáis mejor. Soy una chica de 23 años, mido 1’63 y peso 80 kilos; por lo que sí, estoy gorda.
Desde pequeña he sido siempre más grande que todas las chicas de mi edad ya que tengo una constitución bastante grande y, además, he tenido algunos kilos de más según mi percentil (unos 6 kilos aprox, nada exagerado).
A los 8 años, mi madre me llevó por primera vez al endocrino por el tema de mi peso. Hasta aquí todo bien, ya que la salud es lo primero. La cuestión es que desde ese momento la gordofobia entró en mi vida y no era consciente porque aun era muy pequeña. Yo solo me veía más grande que las demás niñas y que era la «gordita». Este endocrino, después de todas las pruebas pertinentes (analíticas, pruebas de tiroides, pruebas hormonales…) y después de comprobar que todo se encontraba dentro de los valores normales, me puso mi primera dieta.
La verdad que empecé bastante bien, pero después de un tiempo me fui dando cuenta de las restricciones que tenía en cuanto a la comida. Todo esto lo veía con los ojos de una niña de 8 años, por lo que mis «preocupaciones» eran, por ejemplo y entre muchas otras, el no poder comer un bocadillo en el recreo como todo el mundo porque solo podía comer pan en la tostada del desayuno o el no querer comer nada si me invitaban a un cumpleaños porque nada de lo que había estaba permitido en la dieta. Viéndolo ahora, tengo clarísimo que ahí es donde comencé con mi relación tóxica con la comida.
En mi casa siempre se ha comido bastante bien porque tanto a mi madre como a mi padre les gusta cocinar y no han sido de tirar de congelados o precocinados, ni tampoco hemos sido mucho de bollerías o galletas ni frituras, solo en ocasiones puntuales. Tampoco teníamos una alimentación perfecta, pero no era mala. Yo creo que mi problema era que probablemente comiese raciones un poco más grandes de lo que debería tomar y que soy una persona muy tranquila a la que le gustan mucho las actividades como la pintura, las manualidades, la música, los idiomas, etc por lo que quizás necesitaba más actividad. Aun así, yo llevo desde los 4 años formándome en varios tipos de bailes y tenía clases bastantes horas a la semana. Así que esos son los dos motivos a los que yo achaco mi sobrepeso de pequeña.
En cuanto a las siguientes consultas del endocrino, empecé a temerle ir por si no había perdido peso y era un suplicio ese día a la semana en el que tenía que ir y pesarme. Todos los complejos que no tenía antes, comenzaron a surgir porque me comparaba con todo el mundo, al igual que hacía el endocrino en la consulta.
Sí que es verdad que mi madre me apoyaba mucho y siempre lo ha hecho, pero también tenía actitudes gordofóbicas que a mi me hacían sentir mal. Pero yo no era consciente de ello, a esas edad lo que dijese mi madre era lo que estaba bien así que no le discutía nada. Estas actitudes eran, por ejemplo, decirme que no me pusiese cierta camiseta que me gustaba porque me marcaba más la barriga, comprarme bañadores en vez de bikinis porque me estilizaban más, no decirme que alguna madre de alguna amiga me había invitado a ir al cine y a cenar por evitarme el «disgusto de tener que decir que no porque tenía que comer lo que ponía en la dieta», etc. Simplemente creo que tanto el endocrino como mi madre no me enseñaron a llevar bien la pérdida de peso. Creo que hubiese sido mucho más útil el enseñarme a comer desde el conocimiento y la consciencia de lo que comía, que quitándome alimentos.
Con todo esto quiero haceros ver como empezó mi mala relación con la alimentación y los trastornos que me ha podido llegar a ocasionar. Además, aunque la gente de tu alrededor (en este caso mi madre) te apoye, también pueden tener conductas que no parecen graves o pasan desapercibidas pero que si las vas juntando no ayudan mucho.
A partir de ahí hasta mi edad actual, he estado con mil dietas diferentes, nutricionistas, endocrinos, médicos, psicólogos y he tenido muchas etapas de subida y bajadas de peso acompañadas de diferentes épocas en cuanto a mi salud mental. Aquí daría para contar muchísimo porque me he encontrado a bastantes «profesionales» que dejan muchísimo que desear.
Hace un año y medio aproximadamente que empecé a ver desde otra perspectiva la pérdida de peso, dejando detrás el pesocentrismo y enfocándolo todo en sentirme mejor conmigo misma estableciendo relaciones más sanas con la comida, el ejercicio físico y con mi cuerpo. Estoy aprendiendo a disfrutar los procesos. Obviamente no puedo decir que ahora mi vida es perfecta ni mucho menos, ni que me ha cambiado de una día para otro. Esto va todo de progresar unos días más, otros menos, otros nada, otros días de retroceder, unos días de amar la vida, otros odiarla, unos días aceptar tu cuerpo, otros no, unos días darme atracones y sentirme culpable y al día siguiente intentar entender lo que me está pasando y perdonarme. Todavía me queda mucho por saber, pero también sé que no hay una fórmula perfecta por lo que siempre se puede seguir aprendiendo.
Después de todo este rollo, quiero contaros lo último que me ha quebrado como persona y que también tiene que ver con la gordofobia. Yo estaba en una relación con un chico, no puedo decir que era perfecta pero la verdad que iba genial a pesar de que nos han surgido muchas cosas por la pandemia debido a su trabajo, su familia, mis estudios y mi trabajo. Llevábamos 3 años, era mi primera relación tan larga y tan formal, incluso hemos vivido juntos. La cuestión es que hace una semana y media me dejó él. Yo no me lo esperaba para nada porque, sí que tuvimos un bajón navidades, pero lo hemos superado y estábamos muy bien. El motivo de la ruptura ha sido la infidelidad por su parte. A mí todo esto me ha caído como un jarro de agua fría y, aunque soy una persona bastante racional y madura, me ha afectado muchísimo. En estos 11 días, he perdido 8 kilos porque no me entra casi nada de comida y además estoy muy agobiada y estresada porque estoy con los exámenes finales aparte de trabajando.
Ese mismo día de la ruptura vi a mi madre y se lo conté y durante estos días he estado hablando con ella pero no nos hemos visto. Quiero dejar claro que yo amo a mis padres por encima de todas las cosas y que no puedo imaginarme sin ellos, han dado todo por mi y son mi mayor apoyo. Hoy, después de 11 días, he ido a hacerle una visita y me ha dicho que me veía más delgada. Yo le he dicho que sí, que había perdido 8 kilos por la situación que tenía. Su respuesta ha sido «mira, ya tienes el lado positivo de estar tan mal: quitarte kilos». Yo le he aclarado que preferiría quitármelos de una forma más sana, a lo que ella me ha contestado que es que me estoy centrando solo en lo negativo y que algún disgusto así de vez en cuando no me vendría mal si me resulta tan efectivo para bajar de peso. Yo sé que no me lo ha dicho a malas ni mucho menos, pero creo que no son unas palabras muy acertadas.
Mi conclusión es que no se debería idealizar el perder peso en situaciones en las que los motivos sean no estar sanos psicológicamente ni físicamente. Además, creo que hay que ser muy consciente de las palabras o los actos que son gordofóbicos pero que pasan desapercibidos, sobre todo con personas tan vulnerables como son los niños o con personas que sufren trastornos de la alimentación. Nunca sabemos por lo que ha pasado o está pasando esa persona.
Me gustaría que me dieseis vuestra opinión al respecto de todo lo que he contado o que me contéis si habéis sufrido alguna experiencia similar. También me gustaría saber si pensáis que me estoy tomando lo de mi madre respecto a la ruptura muy a pecho o si creéis que tengo razón.