Hace unos minutos leí el post de una de vosotras. En él básicamente cuentas como al final descubriste que realmente no perdías al dejar marchar a esa persona que tanto daño te causó. Y bueno, supongo que me has animado a hacer lo mismo.
Decidí contaros esta pequeña parte de mi historia porque sé que muchas de vosotras podéis estar pasando por lo mismo o por alguna situación similar. Tanto es así que a veces leo vuestras historias y me gustaría poder abrazaros; deciros que tras ese dolor que parece que nunca acabará está esa paz que tanto anhelas. Y ante todo recordaros lo fuertes y valiosas que sois. Pues a mí también me hubiera gustado ser capaz de ver en su momento que sí podría salir adelante.
Todo empezó hace aproximadamente cuatro años. ¿Saben ese tipo de chico del que todos de advierten de que podría no ser bueno para ti? Pues ahí estaba él.
Y aquí estaba yo, fiel defensora de las causas perdidas. Y es que no tienen por qué ser todos iguales solo porque cumplan ciertos patrones generalmente idénticos a todos ellos ¿no creen? ¿Por qué iba a rechazar mi propia historia de amor de princesas si sé que podría ser la excepción? Pues por supuesto que no. Obviamente no todos tienen que ser iguales. Pero una a veces debe de aprender a rendirse cuando una batalla no merece la pena ser ganada. Tristemente una es cabezota, así que le tocó aprenderlo a las malas.
En aquel entonces sentía que nadie se iba a interesar nunca por mí. Si era solo por sexo siempre tenía personas alrededor o regresaban antiguos fantasmas pidiendo nuevas oportunidades. Sin embargo luego ninguno estaba realmente dispuesto a dar nada por mí. Eso sin ser si quiera exigente, tendía a conformarme hasta con las más pequeñas migajas. Y eso tampoco es de extrañar pues tuve una infancia bastante dura, así que supongo que mi autoestima en ese sentido siempre estuvo tocada.
Pues en este contexto llegó él para hacerme sentir por primera vez que si merecía que alguien mostrara interés por mí. Realmente fue un chute de autoestima sentirme tan querida. Después de todo había encontrado a esa persona especial. Me sentía inmensamente feliz; no me importó darle absolutamente todo de mí con tal de que las cosas funcionaran. De la misma forma que no me importó confiarle cada uno de mis miedos e inseguridades.
Tampoco perderé demasiado tiempo en relataros cómo fue mi historia de maltrato. Eso daría para numerosos post pero no es lo que me apetece trasmitiros. Simplemente os diré que mi príncipe Aladdín resultó ser uno de los más cueles y viles; Y mi mundo ideal aquel dónde me hundía, diminuta y demasiado herida para levantar la cabeza, pidiendo piedad mientras lloraba desconsoladamente. Pero a cambio solo recibía más desprecios y humillaciones por parte de alguien que se aprovechaba de su gran tamaño ( metafórico, aparte de real ) para hacerme sentir más pequeña.
Tampoco entraré en explicar el por qué me quedé ( o más bien por qué regresaba a pesar de querer huir ) pues se trata de algo demasiado complejo que seguramente solo aquellas que habéis pasado por lo mismo entenderéis. Siento decir esto pero así es. Las personas de tu entorno muchas veces intentan sacarte a toda costa de ahí pero no llegan a entender lo que supone sentirse cómo te sientes en esos momentos. Llegan a saber incluso antes que tú misma que estas sufriendo maltrato, pero no siempre son capaces de entender que no es que regreses, es que existen unas cadenas invisibles que te atan a tu maltratador.
Romper esas cadenas fue lo más doloroso que he pasado nunca. Como comenté, mi infancia fue dura. Seguramente pensaríais que otras cosas son peores o al menos más importantes. Sin embargo esta fue una de las más dolorosas. Pensar que la autoestima es el pilar que sostiene a la persona. Si esta falla es bastante probable que acabe fallando todo lo demás.
Pero pensé en mis seres queridos, quienes sufrían por verme caer cuesta abajo sin frenos sin saber si quiera cómo ayudarme. Pensé en todo lo que me había esforzado por conseguir lo que tenía: a pesar de ser jovencita estaba trabajando en algo que me agradaba, estudiando la carrera de mis sueños ( tuve que sacar una nota bastante alta para poder entrar ). Pensé en aquellas cosas que me importaban o en aquellas cosas que con esfuerzo había conseguido superar. ¿Enserio iba a perderlo por una persona que mostró en reiteradas ocasiones que no merecía la pena? ¿Iba a renuncia a mi felicidad por alguien que lo único bueno que tenía a aportar es su gran capacidad de actuación recreando el papel que usaba para manipular a los demás?
Decidí que no dejaría que eso sucediera. Quería volver a sentirme bien y sinceramente, esta vez ser tan persistente e incluso cabezota jugó a mi favor. Busque ayuda profesional, me dejé proteger por el apoyo de mis seres queridos mientras sanaba mis heridas y ante todo me enfoqué en mi misma, en mis propias ganas de querer superarlo.
Y por supuesto que lloré. De primeras más bien no me lo creía ¿cómo iba a ser yo una mujer maltratada? ( negación ). Pero era evidente que lo era así que me enfadé. Rabie a más no querer. Le odie a él por tratarme así. Me odie a mí misma por dejar que me trataran así ( ira ). Negocie conmigo misma cual era la mejor forma de “devolvérsela” ¿verme más guapa? ¿verme feliz? ¿o pasar página? Descubrí que es imposible que un clavo saque otro clavo, como mucho daña más en el intento ( negación ). Llore de nuevo ( depresión ). Regresé mil veces a la ira. Otras tantas veces pasé de odio a tristeza; y de tristeza a odio. Hasta que finalmente no sé qué cambio en mí que simplemente me encontré con la aceptación.
Entonces entendí que daba igual los motivos por lo que él había sido así conmigo. Es más, no cambiaba nada saberlo. Entendí que no importaba si a la siguiente la iba a tratar mejor cuando conmigo fue tan cruel ( es más, ojalá sea así ). Entendía que tampoco cambiaría las cosas saber si en algún momento llegó a quererme o si alguna vez pensaría en mí. Que no me importaba con quien o cómo iba a rehacer su vida. Lo importante no era él sino yo.
Aprendía a quererme tanto que dejó de importarme la idea de que nunca llegara a encontrar a esa persona. Es más, aprendí que yo misma era esa persona. Entendí que compartir tu camino con un compañero puede ser bonito y agradable pero nunca necesario: tenía lo que quería y quería lo que tenía. Aprendí a plantear mis metas sin depender de personas ajenas a mí misma. Y entonces… simplemente llegó él.
Admito que de primeras “tampoco le hice demasiado caso”. Básicamente porque no esperaba que esa persona fuera a llegar de la forma en que lo hizo. Pero no solo descubrí que sí podía llegar sino que complementa mi felicidad en todos los sentidos. Pensaba que me costaría volver a confiar en alguien después de todo, sin embargo él me hace sentir tan segura que ni siquiera tengo que plantearme si puedo confiarle algo o no. Es algo que simplemente sale o más bien que esa persona poco a poco se gana. Tampoco puedo explicar lo agradable que es no tener miedo a ser tu misma. Poder confiar. El no discutir a diario. Es más, es increíble el poder pasar meses con una persona sin discutir ni una vez (aunque ambos sabemos que con la convivencia eso llegará. Lo importantes es como lo afrontemos). Y realmente no sé cuánto durará, si será para siempre o algún día tristemente acabará. Lo que sé es que a día de hoy me hace inmensamente feliz.
Y si algo saqué de esta historia es que el amor no es aquello intenso que te engancha; aquello por lo que vale la pena hasta sufrir. Si no que es algo tranquilo y apacible donde encuentras tu calma dentro del caos que es este mundo.
Todas y cada una de vosotras tenéis ( y ante todo merecéis ) ese lugar, sea junto a una persona, dos personas o contigo misma. Tan solo tenéis que daros cuenta de vuestra verdadera fuerza y valor. Simplemente a veces nos cuesta verlo. Pero una vez lo descubres todo cambia.
Posdata: perdonar el haberme explayado tanto si es que llegáis hasta aquí. Mucho animo a todas <3