Hace casi tres años tuve una «noche de pasión» con un chico al que había conocido a través de mi trabajo. No trabajábamos juntos, pero su trabajo, en cierto modo, dependía del mío y en muchas ocasiones coincidíamos. Por motivos laborales, nos encontrábamos los dos una misma noche en la misma ciudad y coincidimos de fiesta, con otras personas de ese entorno que compartíamos. Llevábamos meses hablando por WhatsApp (sobre todo desde que él se había enterado de que mi novio me había dejado) y se veía que había cierta atracción y que, claramente, yo le gustaba. Lo de mi ex era todavía muy reciente y yo no estaba muy receptiva, pero como me parecía un buen chico, seguimos hablando con bastante asiduidad.
Después de la noche que pasamos juntos su actitud cambió radicalmente… Dejó de responderme a los mensajes y, cuando lo hacía, me soltaba cosas muy largas diciéndome que tenía mucho trabajo y que no me obsesionara. Yo habia pasado todo ese tiempo sin ser receptiva, pero me había gustado estar con él y, por fin, me estaba abriendo a confiar en otra persona sentimentalmente después de todo el daño que me habian hecho en la otra relación… Intenté no ser hostil con él porque nunca habíamos hablado de tener algo, pero tampoco entendía a qué venía ese cambio de actitud.
Sin darle muchas vueltas y deshaciendo las ilusiones que me había hecho y que me habían quedado preciosas, decidí pasar página e ir a otra cosa, mariposa. Él siguió desaparecido y así ha estado hasta hace un par de meses, prácticamente ausente. En este tiempo, él se ha echado novia y yo he tenido dos cosas que casi podrían llamarse relaciones, pero que no han salido bien. A inicios de este año, de la nada, me escribió, diciéndome que me veía muy bien y que a ver si nos veíamos, a lo que yo respondí que no era por falta de ganas, sino porque él tenía horarios imposibles que no nos permitían coincidir. Me respondió diciéndome que habían hecho ajustes en la plantilla y que ahora iba más liberado, por lo que era más fácil que pudiéramos coincidir. Le dije que no terminaba de creérmelo y la cosa quedó así.
Un buen día de febrero, en una de esas tardes en las que no ves el momento de salir de la oficina, me escribe diciéndome que si nos podíamos ver esa noche, que «tengo un hueco porque se me ha cancelado una cosa». Dejando de lado que estaba siendo su segundo plato, me cuadraba bastante a mí misma y, como llevaba años sin verle, acepté, por lo que cuando salí del trabajo (bastante tarde), cogí un taxi y fui a su encuentro. Estuvimos cenando con toda la tranquilidad del mundo, contándome él sus desgracias laborales y yo mis desgracias sentimentales, hasta que salió el tema de nuestra noche juntos. Él me dijo que iba muy borracho y que tenía buen recuerdo, pero que no era nítido, mientras yo le dije que yo sí que me acordaba a pesar de ir borracha y que había estado muy bien, pero que obviamente (esto no se lo dije) su actitud meses después había hecho que perdiera todo el encanto que pudiera tener. De la nada, me cogió y me besó, y yo me lo estaba esperando tan poco que no tuve tiempo ni de reaccionar para hacerle la cobra. Me quedé blanca y bloqueada y sin saber qué decir, porque eso de normal no tenía nada y porque, joder, ¡que tenía novia! Me soltó un rollo sobre mí, que si yo era de las personas que más quiere en este mundo (¿ah, sí? ¡qué bien lo disimulas!), que si era muy importante para él… En fin, palabrería barata que me hizo venir unas ganas tremendas de irme y dejarlo ahí, que fue exactamente lo que hice, diciéndole: «Bueno, ya nos veremos».
Al mes, una tarde de domingo, me volvió a escribir, diciéndome de vernos. Yo fui muy reticente porque tras lo que había ocurrido me fiaba más bien poco de él, pero como no tenía nada que hacer y, lo confieso, estaba en un momento bajo, accedí. Quedamos cerca de mi casa y fuimos a cenar algo rápido… Y él no tardó a volver a sacar el tema, diciéndome que estaba muy bien con su novia (¿de verdad?), que se estaba planteando casarse y que me iba a plantear una disyuntiva para que escogiera (¿quién cojones se cree?): o bien nos acostábamos para que él reviviera lo de esa noche y yo no volvía a saber de él, o bien me iba escribiendo de vez en cuando, viéndonos como esas dos veces y olvidaba la posibilidad de que pasara algo entre nosotros. Mi primera reacción fue reírme, porque no entendía a qué venía lo de ir tan de sobrado, y le dije que me lo pensaría (pero no tenía intención de pensarme nada). Terminamos de cenar y me dijo que me acompañaba hasta mi casa, preguntándome constantemente si había tomado ya alguna decisión.
Cuando llegamos al portal me dijo que me preguntaba «por última vez» y se lanzó a besarme, nuevamente sin poder yo reaccionar. Empezó a insistir, insistir e insistir… Hasta que accedí a que subiera al piso, donde terminé acostándome con él. Yo estaba muy fría y él parecía que se lo estaba pasando bien, no reparando en que yo no hasta pasados varios minutos… Él terminó y me soltó un sermón en el que me dijo que después de eso se había dado cuenta de que realmente quería a su novia y que yo ahora iba a tener que ser fuerte para superarlo todo, me dijo también que no me asustara si no sabía de él en varios meses y que no le contara nada a nadie, porque claro, le iba a joder su relación. Salió por la puerta de casa y me puse a llorar como una estúpida, le bloqueé de todas las redes sociales que compartíamos, cambié las sábanas y me metí en la cama queriendo olvidar lo que acababa de pasar. No sé si se le podría llamar abuso, no tengo ni la más mínima idea, pero cada vez que lo recuerdo no puedo evitar sentirme muy mal y ponerme a llorar.
Perdonad por el rollo… Pero necesitaba contárselo a alguien, todos estos meses he estado callada.