Reproducimos un testimonio que nos llega a [email protected]
Hace 7 años me reencontré con un viejo amigo.
Estaba en un momento bajo, tras terminar una relación complicada y viviendo lejos de mi hogar. La casualidad me hizo coincidir con este amigo por el que empecé a sentir cosas tras reprender el contacto. Me escuchaba, me entendía, se preocupaba por mí… En pocas palabras, me sentí como en casa a pesar de encontrarme a muchos kilómetros de ella.
Empezamos a salir, primero en la distancia y al poco, ya estábamos viviendo juntos de regreso a la cuidad natal de ambos.
Fue un comienzo idílico. Atrás quedaba la pesadilla vivida en mi anterior relación. Al fin, volvía a confiar en alguien.
Él trató de emprender un negocio y yo le ayudé en todo lo que pude. A la vez, su madre (una persona bastante complicada de carácter), entró en crisis económica. Yo no dudé en mudarme con él y mi suegra temporalmente, para ayudarla a ella a pagar el alquiler hasta que solventara su situación.
Mientras tanto, él sabía que yo anhelaba ser madre. A pesar de las dificultades económicas derivadas de la situación de su negocio en decadencia y de una madre no solvente, teníamos planes de tener hijos juntos algún día no muy lejano.
Entonces llegó el primer gran desafío: De un día para otro, mi suegra decidió alquilar la habitación donde dormíamos a otra persona con vistas a quedarse más tiempo. Por eso, un día de regreso del trabajo, me encontré con todas mis cosas en la puerta y con el comunicado de que debíamos irnos lo antes posible ya que entraba otra persona a dormir ahí.
Entendí que, eso era cosa de aquella mujer, no de mi pareja.
Sentí que ella se había aprovechado de mi dinero para después, echarme a la calle sin preaviso, pero no pagué con él todo el enojo que sentía porque entendí que no podía hacerle responder por los actos de su madre.
Eso sí, le pedí a ella que me devolviera el resto de la mensualidad pagada por el alquiler (que menos). Me la devolvió, diciéndome que no quería verme jamás.
Y así fue. La relación sobrevivió a eso y al poco estábamos viviendo en otro piso, pero entonces ocurrió el desastre: Su madre tuvo un accidente doméstico con el fuego y tras un mes de hospitalización, falleció.
Ese mes cambió mi vida totalmente, porque durante ese mes, yo quedé embarazada.
Al nacer mi hijo, mi pareja empezó a aislarse. Cada vez pasaba más rato jugando al ordenador y el malhumor era constante. Yo intentaba (e intento cada día), ser la mejor madre para mi hijo, pero aquello estaba ensombreciendo el sueño de mi vida.
Mi pareja me llegó a pegar en alguna ocasión y a gritar en varias. Solo una madre novata sabe lo duro que puede llegar a ser eso, cuando apenas duermes porque te pasas las noches dando el pecho o calmando a tu hijo y a la vez, tu pareja lejos de ser un apoyo, solo hace que recriminarte que lo haces todo mal.
Ya desde el postparto, empezó a decirme que cuando el nene creciera, se marcharía de casa.
Poco antes de hacerlo, cuando el niño iba a cumplir los 3, me llegó a decir que si él había concebido al niño era por miedo a quedarse solo en el mundo cuando su madre estaba entre la vida y la muerte (y con el padre fallecido hace años).
No le deseo a ninguna mujer que le digan eso. Me sentí un instrumento, una incubadora con piernas.
Mi maternidad está siendo un cóctel de sentimientos encontrados. Me siento afortunada por tener un hijo precioso y afectuoso al que amo con locura. Estoy criándolo sola y trato de darle lo mejor de mí, pero, por otra parte, me siento totalmente degradada como mujer.
Tal como anunciaba, él se marchó de casa, pero el proceso previo fue una tortura: ´Todas las tareas de la casa recaían en mí (más el trabajo y la crianza del niño). Yo lo acepté sin pedirle nada, porque mi hijo adora (o idealiza??) a su padre, y no quería ser la responsable de que se marchara de casa e hiciera sufrir al niño.
Se fue irremediablemente y ahora me reclama la compartida. Al niño si que lo quiere, por supuesto. Era su “seguro anti-soledad”.
Yo no le pongo reparos en que vea al niño cuando quiera. Mi hijo no tiene culpa y él quiere ver a su padre…
Jamás le llegué a denunciar por pegarme.
Ahora, durante aquellos días en los que mi hijo está con su padre y yo le echo terriblemente de menos, no puedo evitar pensar que me han robado el sueño de la maternidad, y que de haber sabido que solamente era “parte de un plan” para luego “desecharme” una vez cumplido, me hubiese metido yo sola en esa aventura para no tener que compartir a mi hijo con alguien así.