Si alguna vez habéis tenido ganas de pisarle la cara a alguien, comprenderéis perfectamente lo que estoy viviendo en estos momentos.
Tras más de dos meses a pico y pala vía Whatsapp con mi crush de este verano, hemos quedado en que el próximo sábado se comerá cinco horas de tren para venir a verme a mi ciudad. Todo empezó con una bonita amistad que en esos días de playa no llegó a más, pero todo este tiempo ambos nos hemos dado cuenta de que nos molamos un poquillo y que lo mismo podíamos intentar algo.
Vale, este lado de la historia mola un montón, ahora es cuando me voy al otro extremo y entenderéis por qué quiero matar a alguien.
El sábado por la mañana decidí que estaría bien ir a la peluquería ya que durante la semana no tendré nada de tiempo entre las clases y el curro. Con vistas a prepararme para mi maravilloso fin de semana llamé a mi peluquero de siempre pero él me dijo que no tenía ni un hueco libre. WTF! Necesitaba cortarme un poco el pelo, así que me fui a un centro comercial y me planté en una peluquería de estas en las que te atienden por orden de llegada. Allí había un chico y una chica que a cada cual iba más a lo loco atendiendo a los clientes. Cuando fue mi turno me tocó el muchacho y le comenté que lo único que quería era que me rebajase un poquito el corte. Yo ya llevo el pelo corto de por sí y lo que necesitaba era arreglar el corte un poco, nada más.
Lo vi que se venía arriba venga tijeras, venga tijeras, me puse nerviosa y le pregunté si no se estaría pasando con tanto cortar. Él me miró con algo de desprecio y me dijo que aquellas tijeras no cortaban, que solo eran para desfilar las puntas. Cerré el pico.
Entonces llegó el momento de peinarme y vi que se llenaba las manos de gomina. Vamos, que me peinó como Cristiano Ronaldo en sus mejores momentos. No le dije nada ya que tenía claro que me iría directita a mi casa para lavarme el pelo y peinarme yo a mi gusto.
El caso es que según salí de la peluquería yo notaba que a ambos lados de la cabeza me faltaba pelo, con todo aquel pegote de gomina creí que quizás lo que pasaba es que le faltaba volumen. Llegué a casa, me lavé la cabeza… y eso chicas no tenía ninguna solución. Ese tipo le dio tanto a las malditas tijeras que me dejó los laterales de la cabeza casi rapados del todo. Me hizo una especie de cresta absurda en el centro y a los lados unos escalones que estando en la peluquería no pude ni intuir.
Vamos, que soy un maldito pollo sin pelo y con cresta más larga en el centro. Un horror con todas las letras, terrible.
Tengo pensado llamar a mi peluquero por si puede arreglarme de alguna manera, pero después de echarme la bronca, creo que me va a decir que él mago no es.
¿Cómo aparezco yo el próximo sábado en mi cita con estas pintas tan terribles? ¿Debo volver a la peluquería del centro comercial a ponerle una reclamación a este tipejo?