Las que somos madres aprendemos con el paso del tiempo que delante de los niños tenemos que pensarnos muy mucho lo que decir y lo que no. En mi caso me di cuenta de la importancia de este detalle hace tan solo unos meses, después de sufrir la peor gastroenteritis de mi vida.
Llevaba unos días en la mierda total (y también literal). La taza del váter se convirtió en mi mejor amiga, y yo la verdad que poco más podía hacer que sentarme allí y sufrir un retortijón tras otro. De las peores experiencias de mi vida. Una tarde, después de deshacerme por dentro por enésima vez, mi marido se acercó a la puerta del baño y me preguntó si estaba bien y yo solo le respondí:
– Sí cariño, me ha explotado el culo, estoy en la gloria.
Resultó que mi hija de 3 años estaba al lado de mi marido, y puso una cara de susto horrible al escucharme decir aquello. Mi marido trató de explicarle que era solo una forma de hablar, porque estaba haciendo mucha caca y salía disparada, y aunque a mi hija pareció servirle aquella explicación, lo que vino después nos demostró que no… que no le había quedado del todo claro.
Al día siguiente por la mañana bajo con la peque a la farmacia. Tenía que comprar suero para no morirme deshidratada. La farmacéutica, una señora muy estirada con la que apenas cruzo un par de palabras, de esas que no tiene ni una sonrisa para los niños, me da el suero y me cobra. En estas que mi hija levanta la mirada y da un golpecito en el mostrador llamando a la señora. La mujer se asoma y le pregunta si necesita algo, a lo que mi hija muy seria le pregunta:
– ¿Eso que le has dado a mi madre arregla culos?
Yo no entendía nada, pero un flash me vino y ya no supe cómo parar aquella conversación. La farmacéutica le pregunta que qué está diciendo y mi hija añade:
– Si esa medicina arregla culos, porque a mi mamá le explotó el culo de la caca que le salió disparada y necesita un culo nuevo.
Miro detrás de mí y un chico y una señora esperando a la cola. La farmacéutica a la que no había visto sonreír en años se desorina viva allí delante y yo que solo quiero que se abra la tierra y me trague para siempre. Salí corriendo como quien tengo muchísima prisa, hasta luego, adiós. Lo que pasa es que al contárselo a mi marido ha dicho que probablemente al irme así di la impresión de que mi culo iba a explotar de nuevo… Y mentir tampoco mentía ¿eh?