He tardado algunas semanas en digerir lo que os voy a contar. Quizás necesito que mi historia salga a la luz para que deje de martirizarme por dentro. Desde que sé lo que nos ocurrió a mi hermana y a mí me siento sucia por dentro, como si mi cuerpo no fuese el mismo, e incluso me veo incapaz de mirar a la gente con la misma cara de siempre.
A mi madre la diagnosticaron hace muy poco tiempo de un cáncer fulminante. Después de los primeros días de shock parece que ella misma ha decidido dejar su vida bien atada antes de irse, y se ve que el sincerarse con nosotras (sus hijas) sobre lo que nos ocurrió en la infancia era una de esas tareas pendientes.
Nos pidió que fuésemos a su casa y sin dar excesivos rodeos nos lo dijo ‘sabéis que me he desvivido siempre por vosotras, que os he criado todo lo bien que he podido, pero aun a día de hoy no consigo perdonarme por lo que os pasó, aunque no lo recordéis’.
La historia fue corta, escueta a más no poder. Un hombre de su confianza, que nos invitaba cada tarde a pasar un rato en el local de su negocio ‘para pintar’, y unos supuestos abusos que salieron a la luz porque mi hermana mayor (que tendría cinco años por aquel entonces) le contó a mi madre que ese señor nos acariciaba demasiado.
Esas caricias no eran tales, sino que realmente ese tipo se propasaba, nos tocaba por todo el cuerpo queriendo hacer de aquello un juego. Mientras la una pintaba y la otra le pedía que no fuese pesado y nos dejara en paz. Mientras tanto mi madre, que no tenía ni idea, pasaba las tardes trabajando en su tienda a tan solo unos metros de aquel delincuente.
Mi madre terminó su relato llorando llevada por la rabia y la pena. Rabia por no haberse dado cuenta de que aquel hombre en el que confiaba era un ser asqueroso, y pena por imaginarnos allí solas con él. Nos dijo que no había sido capaz de denunciarlo, pero que sí le había prohibido acercarse a nosotras de por vida. Y fue cierto, tengo el recuerdo de crecer en aquella calle comercial pasando por delante de aquella tienda y sentir la mano de mi madre apretando fuerte la mía.
Ese hombre falleció hace años, y yo ahora mismo solo quiero ir a su tumba para escupir sobre ella.
Porque aunque por suerte yo era demasiado pequeña para recordarlo, ahora sé que un ser mísero y asqueroso se propasó cuando yo ni siquiera sabía qué era lo que estaba pasando. Soy madre y no me puedo ni imaginar lo que yo haría si me viera en el lugar de mi madre.
Creo que necesitaré terapia o ayuda profesional para sobrellevar todo esto. Y el primer paso ha sido contároslo a vosotras.
Gracias por haberme leído.