Hola Loversizes de mi corazón!!
Me casé el día 3 de Noviembre y fue todo maravilloso, superó todas nuestras expectativas: hubo sorpresas, risas, emoción… En fin, que fue un día feliz de verdad. A pesar de ello, hubo experiencias complicadas y desagradables al organizar la boda, y hoy os vengo a contar una de ellas.
El día 9 de Enero de 2018 tuve mi primera cita en un salón de novias. Estaba hecha un flan, me había tragado todos los programas de “El vestido de tu boda” y “Sí, quiero ese vestido” y me moría por tener esa sensación de la que hablaban en ellos al enamorarte de un vestido. Total que llegué a la tienda Pronovias de mi ciudad emocionada y nerviosa acompañada por mi abuela, mi madre y mi mejor amigo dispuesta a probármelo todo. Nada más entrar, la chica que me atendió, vamos a llamarla C, nos sentó en una mesita con un ordenador para repasar los modelos que yo había pedido probarme. Una vez dado el OK, pasé al probador y ahí empezó la fiesta (ironía modo on).
Me quedé en bragas y sujetador y lo primero que C hizo que me pusiera fue una especie de faja de debajo del pecho a las rodillas. La verdad es que no era incómoda porque no apretaba pero le dije que no quería llevar faja el día de mi boda y me dijo que es que con eso los vestidos quedaban mejor porque “resbalaban más”. Dado que era mi primera vez, dije que vale, ya que no tenía idea de qué se lleva debajo de un vestido de novia. También me trajo unos zapatos con 12 cm de tacón “para ver el efecto”. Le dije que yo no me podía poner eso porque estoy operada de la rodilla y además yo iba a casarme en Converse (que era el calzado que llevaba en ese momento) y me respondió de malas maneras que los tacones estilizaban más y hacían andar con más elegancia. Yo contesté que sí, que muy bien pero que me iba a casar en zapatillas. Ahí la cita empezó a torcerse de verdad.
Yo me había enamorado de un vestido tipo boho que había visto en el catálogo y me moría por probármelo, y cuando le pregunté por ese modelo me dijo que en seguida me lo traía pero que antes quería comentarme que Pronovias había sacado una colección Plus Size ese año por primera vez y que a ver si le había echado un ojo porque dado mi tipo de cuerpo me quedarían mejor esos vestidos. Yo le miré con cara de pocos amigos y le contesté que sí, que lo había mirado y que eran 8 vestidos que existían en la colección estándar (colección que, por cierto, tenía muchos más vestidos para elegir) y que por ser plus size costaban entre 600 y 1000€ más, digo yo que por tener más tela; pero que hasta donde yo sabía los vestidos de novia estaban hechos a medida y que no me daba la gana de limitar mi búsqueda a 8 vestidos y encima más caros. Ella se quedó blanca y me dijo que no es que yo estuviera gorda (que sí lo estoy y orgullosa de estarlo) es que tenía espalda ancha. A todo esto, habían pasado sólo 10 minutos desde que había entrado a la tienda.
No os quiero aburrir contándoos las 2 horas que estuve allí, sólo decir que me probé 5 vestidos, que todo el rato me llamaba Ana cuando yo me llamo María (vamos, que la cita le importaba una mierda) y que al final me vi mona con un vestido de la colección plus size (y digo mona porque el vestido era bonito pero no me convencía) y me lo intentó meter con calzador. Hasta me puso velo (cuando yo no quería y se lo dije), tiara, cinturón y todo. Le dije que al día siguiente tenía cita en otra tienda porque había otro vestido que me encantaba, y ella ni corta ni perezosa, me dijo que hiciera lo que quisiera pero que ese era mi vestido y que no lo iba a guardar para mí y que cuando quisiera volver a por él ya no estaría y me arrepentiría. Le dije que de lo único que me arrepentía era de haber concertado una cita allí y que ella me hubiera tocado de asesora.
Tanto mis acompañantes como yo salimos de esa tienda sin mirar atrás y completamente indignados, ya que cuando mi séquito hacía un comentario que a C no le gustaba ella intentaba desacreditarlos. Ni qué decir tiene que me sentí fatal y acabé llorando pensando que no encontraría un vestido que me gustase por tener una talla 46.
Al día siguiente fuimos a Rosa Clará, donde me atendieron fantásticamente bien y me fui con mi vestido comprado. Pero no os lo perdáis, C me llamó por teléfono a los días diciéndome que “mi” vestido me estaba esperando a lo que contesté que no, que mi vestido lo había comprado en la competencia y que esperaba que nunca jamás volviera a tratar así a una novia.
Chicas, si vais a un salón de novias y os tratan mal de la manera que sea, no os vengáis abajo y plantad cara. Seamos gordas, flacas, altas, bajas… todas merecemos ser tratadas con respeto y que nadie juegue con nuestra ilusión.