Cerrar la puerta hace que reine el silencio de repente. Todo se para. Todo, excepto las sombras bailarinas que proyectan las dos velas de la encimera del lavabo. El baño está caliente y acogedor, con ese olor reconfortante a cera. Hoy me apetecía algo de ambiente. La bañera está a medias, bien caliente, porque sé que se irá enfriando con el paso del tiempo. No tengo prisa, así es que me desvisto despacio, imaginando que son sus manos las que me desprenden la ropa poco a poco. La tela se desliza y una caricia me recorre el muslo. El dorso de un dedo despistado que se ha querido pasear por mi piel. Otras caricias se suceden conforme las prendas van dejando paso a mi cuerpo desnudo. Van reconociendo el terreno, explorando mis formas.

Entro en la bañera y dejo que el agua me abrace. Mi suspiro hace eco en los azulejos y me susurra de vuelta que esto es para mí. Cierro los ojos y recuerdo sus labios. Imagino su sabor, que seguro que es mejor en mi cabeza, y lo disfruto. Los observo recorrerme el vientre y subir entre mis pechos para besarme el cuello. Sus manos descienden por mi costado y se aferran a mi cadera. Separo las rodillas muy despacio, dejando que las corrientes de agua caliente se remolineen entre mis muslos. Las yemas de sus dedos exploran mi pubis con cautela, hacia abajo. La yema de su dedo se detiene en mi clítoris y lo acaricia haciendo tímidos círculos que me hacen coger una bocanada de aire. Mis caderas acompañan sin prisa sus caricias y pronto siento cómo la humedad de mi interior se desborda hacia mis labios. Sus dedos se resbalan ahora contra mi clítoris con más intensidad y dejo escapar un gemido. Los azulejos me responden gimiéndome al oído. El agua empieza a agitarse y a acariciarme los pechos con su superficie.

Voy mitigando las caricias del clítoris para coger el juguete. Lo enciendo en la vibración más débil y me acaricio con él entre las piernas. Dejo que tantee la entrada de mi vagina, presionando suavemente contra ella. Todavía no. No tengo prisa. Me paseo ese murmullo por los labios de la vulva y la mano me agarra el pecho, acariciándome el pezón con suavidad. Mis caderas pugnan por una caricia más intensa, pero me resisto. Despacio. Hay tiempo. Tranquila. Disfruta. La vibración alcanza mi clítoris y la mano masajea mi pecho. Quiero más. Observo su cuerpo sobre el mío y siento su calor sobre mi piel, casi como si quemara. La vibración desciende y empieza a entrar en mi vagina muy lento. La mano suelta mi pecho, baja hacia mi muslo y lo coge desde el interior para separarme bien las piernas. Su aliento jadea contra mis labios y entra y sale con suavidad muy despacio. Aumento la potencia de la vibración y masajeo mi clítoris sin parar de jadear. No puedo más. Entra y sale de entre mis piernas aumentando el ritmo poco a poco. Gimo a punto de explotar mientras el agua se sacude entre mi cuerpo, acariciándome, haciéndome flotar. Voy a explotar.
Dejo escapar un gemido, extasiada, sacudiéndome con fuerza, presionando mi clítoris sin dejar de frotarlo. Las sacudidas descienden, pero no me detengo. Sé que hay más. No pienso parar. Está ahí, lo siento. Un poco más. De nuevo ahí viene, me recorre otra sacudida el vientre y vuelvo a correrme con fuerza. El agua chapotea entre mis brazos y mis piernas y el baño se llena del eco de mis gemidos.

Las sacudidas van disipándose y mi cuerpo se va relajando. Dejo que mi respiración agitada se tome su tiempo para tranquilizarse. El silencio vuelve a reinar.