Como dice la canción de Izal…
Bienvenida a casa,
Pequeña gran revolución,
Que con tus pasos marcas un nuevo rumbo
en dirección a nuevas montañas que parecen menos altas
Con cada palabra que nace en tu garganta,
pequeña gran revolución.
Soy un recién estrenado papá y aunque no os lo creáis estaba deseando poder venir a contároslo. Hace ya algunos meses leí un precioso texto escrito por un padre primerizo y me marcó tanto, porque me sentí tan reflejado en sus palabras, que necesito dejar por aquí también las mías.
Mi mujer y yo llevábamos tres años intentando quedarnos embarazos y al final un tratamiento de fertilidad nos trajo ese predictor positivo que tanto añorábamos. Como el protagonista de aquella historia, yo también me he sentido perdidísimo durante el embarazo de mi mujer, sin saber muy bien dónde meterme o lo que hacer, y siempre valorando todo el peso que lleváis vosotras las mujeres en esto de traer hijos al mundo. En nuestro caso una pequeña, Martina, que me enamoró desde su primera ecografía, cuando apenas era un latido que sonaba como el quinto de caballería.
Hace tan solo unas horas que le hemos visto la carita a Martina y es inexplicable todo lo que he sentido, ese momento en el que mi mujer empujó con toda su fuerza y cuando al fin la vimos. Es que Martina es ahora la niña de mis ojos, ya tengo dos mujeres de mi vida.
Ahora mismo están las dos tumbadas en la cama, dormidas, abrazadas. Mi mujer recuperándose de un parto largo y muy duro, en el que ha demostrado una vez más que es la mujer más valiente y maravillosa que podía conocer. A su lado Martina se abraza con cariño a la teta de mamá, que asoma por su camisón. Son dos gotas de agua, y aunque suene demasiado pasteloso a más no poder, me quedaría en este instante para siempre. Le he hecho ya como 20 fotografías y espero poder enmarcar alguna para la habitación de Martina.
Ahora empieza de verdad esta historia, y como estoy escuchando Izal, como ya os decía, termino con otra de sus estrofas…
Que nadie ose jamás fijar tus metas,
Que sepas observar y no ver a quien no debas,
Que aunque me encuentre lejos,
Me sientas cerca.
No puedo desear nada mejor para Mi Pequeña Gran Revolución.