Jamás he hablado en público sobre mi infancia y todo lo que supuso para mí, a mayores como adulta.
Tampoco me ha gustado nunca levantar el mínimo atisbo de pena o lástima.
Pero la verdad, es que siento que debería hablar un poco de ello.
Ya no para evitar que otros niños pasen por lo mismo, si no para que vean, y sepan que de todo se sale.
Mis padres se conocieron jovencillos. Casualmente mi padre era futbolista, e imagino que en uno de esos viajes o cambios de residencia ante una nueva temporada pues conoció a mi madre. Tampoco es que pueda ser muy precisa en esto, porque no me han hablado mucho de ello nunca.
¿Lo (a)típico no? Chica conoce a chico. Ella se queda embarazada. Ella se va tras el, se casan, y la cosa sale fatal. Se separan, obviamente.
Así que yo me quedo bajo la tutela de mi madre, en Canarias. Mi padre en ese entonces vivía en Murcia, aunque mi familia paterna es de Castilla y León. Así que para verme y pasar conmigo el tiempo establecido por el juez, debía coger un avión, ir a la isla, y verme o recogerme, para luego volver a dejarme allí. Ésto era así de sencillo mientras a mi madre no le diera la vena panaroide y me escondiera dentro de un armario con ella, para fingir que no estábamos, y que mi padre no pudiera estar conmigo ni 5 min. Vamos, que cuando le daba el aire este de que yo no me iba con mi padre, esconderme en el armario era lo de menos. También recuerdo ir en el maletero de un coche. Cosas así…
Vamos, lo típico que vive un hijo de padres separados.
Estuve un tiempo que cada verano me tocaba ir dos meses con mi padre, hasta que con 8 / 9 años mi madre me obligó decirle a la trabajadora social que no quería ver más a mi padre. Lo presentaron ante el juez, y el juez considero que no debían obligarme. Es curioso que la Trabajadora Social decidiera hacer ese tipo de informe sabiendo que mi madre me sometía a palizas prácticamente diarias y que además, yo le había dicho que yo quería seguir hablando con mi padre y viéndolo. Pero claro, llevarle la contraria a mi madre tenía un precio, supongo. Y era una isla pequeña.
Así era mi vida.
Mi madre tiene serios problemas mentales, a parte de sus problemas con las drogas. Nada que nadie desconozca: su propia familia (con la que se lleva a tiros en su extensa (tiene 13 hermanos) mayoría), sus «amigos», compañeros de trabajo, (ex)parejas, y gente de cualquier círculo donde quiera moverse. ¿Que es una persona problemática? Eso lo saben allá donde pisa. La verdad es que me sigue pareciendo bastante alucinante que la trabajadora social en sus informes no lo pusiera…
¿Que mucha gente sabía que mi madre me daba palizas? Eso estaba más que claro.
Me desnudaba, me metía en la ducha, encendía el agua fría, y cuando ya estaba mojada y tiritando me pegaba con un cinturón. Recuerdo en una de éstas palizas, que en el colegio vieron las marcas. Me preguntaron, yo no dije nada. La llamaron, y dijo que el hijo de una vecina que le caía mal, que iba al mismo cole, me había estado dando latigazos con una goma elástica. A mí me pidió bajo amenaza que dijera lo mismo. La directora volvió a preguntarme, diciéndome que no me preocupara, que dijera la verdad, que podían ayudarme. Dije que fue mi madre. Llamaron a la trabajadora social, se lo dijo a mi madre. Al llegar a casa me esperaba una paliza aún peor. Al final ese niño tuvo muchísimos problemas en el cole por «mi culpa». Los vecinos también escuchaban las palizas. Los amigos de mi madre, algunos llegaban a ver las palizas. El cinturón, con una zapatilla, con un palo, agarrarme de los pelos mientras me daba patadas, insultarme, escupirme, agarrarme del cuello. Su frase estrella «De la cárcel se sale, pero del cementerio no.»
Y no os creáis que yo era una niña tan sumamente problemática para que me «mereciera» ese trato.
Era inquieta, como cualquier niño.
Pero casi todo el mundo consideraba que era una niña educada, agradecía cualquier gesto de cariño, me gustaba estudiar. Bueno, más que gustarme estudiar, aprobar todo era un billete directo a una semana o dos de campamento de verano, subvencionado por el Ayuntamiento. Y un poco de libertad y tranquilidad hasta que le diera la siguiente «venada».
Generalmente este tipo de «broncas» explotaban por la mayor gilipollez del mundo.
Ejemplo: me habían comprado gomas para el pelo de estas decorativas, cucas. Me las quité para hacer educación física, porque llevaban abalorios y me molestaban. Las perdí. Llegué a casa y me preguntó claramente enfadada. Así que para ganar tiempo antes de la paliza, debí decirle que las había dejado en educación física, que las buscaría, que segurísimo estaban allí. Spoiler: la paliza me la dieron igual.
A veces acababa solo en paliza, y yo podía seguir siendo una niña «normal». Otras veces el castigo venía acompañado de otros aún más avergonzantes.
Por ejemplo, a veces me tenía durante semanas comiendo sólo «leche con gofio» porque una «zorra» como yo no merecía comer nada más. Mi hermana pequeña se compadecía de mi, y se guardaba galletas y pan en el bolsillo para luego dármelo.
Recuerdo una vez que estuvo todo el día fuera de casa, eran las 10/11 de la noche mi hermana y yo no habíamos cenado, y a mi me dio por hacer arroz blanco, para poder comer algo. Como nunca había hecho arroz blanco, me salió una olla enorme. Mi madre llegó, me pegó, y estuve comiendo arroz 3 semanas. Arroz con puré, arroz con lentejas, arroz sólo, arroz, arroz, arroz…. Hasta que me acabara la olla me dijo.
Otras veces, me hacía permanecer desnuda en casa, porque no me merecía llevar la ropa que ella compraba. Incluso si venía alguien a casa, y ella estaba muy ‘on fire», abría la puerta de la habitación, y les enseñaba como estaba, desnuda, por ser una mala hija, y yo hecha una bolita, en una esquina ,intentando tapar todo mi cuerpo desnudo, y escondiendo la cabeza. Si alguna de esas personas que lo vieron, llamaron a servicios sociales, la trabajadora llamaba para avisar de que iba a pasarse, y mi madre me hacía vestir deprisa y corriendo. Al colegio me mandaba en pijama, y con un chándal cochambroso encima del pijama, para que nadie le preguntara. Canarias 30 grados. Pijama + chándal y la orden, o más bien amenaza de que no se me ocurriera quitarme ni una prenda.
¡Oh! Y el tema de sus novios. Eso también era un motivo para sentir pavor. Porque mientras aquello era una luna de miel. Se olvidaba de mi, incluso llegaba a ser hasta amorosa, y comprensiva, paciente. Pero cuando aquello explotaba… Cuando cumplí 9/10 años me convertí en la fijación de mi madre cada vez que la dejaba un novio, y no para bien. La habían dejado porque yo era «una lolita, una buscona, porque me paseaba provocando en casa, porque estaba deseando que esos hombres mayores me me fo**a**n.» La dejaban porque sentían deseo por mi. Eso me gritaba, mientras me agarraba de los pelos. No lo sé con certeza pero tengo la teoría de que la dejaban por qué no aguantaba los maltratos a los que nos sometía a mi hermana y a mi.
Otra cosa curiosa era que desde que yo tengo 8/9 años, y mi hermana 4/5. Mi madre se iba de la isla , de fiesta todo el finde (supuestamente a trabajar) y nos dejaba a dos menores encerradas en casa, solas, sin comida a no ser que cocinara yo, sin dinero, y sin teléfono con saldo disponible para llamar si pasara algo.
En resumen, mis primeros 15/16 años, se basaban en palizas, insultos, estar encerrada en casa siempre con la excusa de algún castigo, humillaciones. De vez en cuando había algún atisbo de normalidad. Unas navidades alegres, salir a la playa con los hijos de algún amigo suyo, ir a la fiesta del pueblo, porque iban sus amigos…
Para mí, durante mi infancia, lo duro no fue que mi madre se comportara así. Si no que tanta gente lo supiera, y no hicieran NADA. Vecinos, amigos, profesores, trabajadores sociales… Todos lo sabían. Y todos nos dejaron solas.
Le facilitaron la vida a mi madre, para no tener problemas con ella. Pero nos la arruinaron a nosotras.
Cuando cumplí 16 años. Mi madre volvió a castigarme, leyó en una conversación con la mujer de mí tio por parte de padre, que me gustaría poder estudiar fuera. En ese entonces mi familia paterna vivía en Castilla y León. Yo decía que ojalá pudiéramos convencer a mi madre de poder irme con ellos.
Fue por Messenger, y mi madre tenía como un programa que guardaba todas las conversaciones.
Montó en cólera, me prohibió ir al instituto, me pegaba o lo intentaba todos los días…
Un día se fue y se llevó a mi hermana. Una amiga mía estaba vigilando fuera, y cuando marcharon tocó la puerta. Para saber si yo estaba bien. Algo se le habría olvidado, que se dio la vuelta y encontró a la chica en casa. Quiso pegar a mi amiga, ella corrió despavorida. Yo me enfrente un poco a mi madre, para que la dejara en paz. Se dio la vuelta, cogió un palo de madera, de los de barrer, me dio varios golpes. En uno de ellos yo me revelé (siempre asumía las palizas, sin decir lo más mínimo, así acababan antes), y salí corriendo. Pedí ayuda para ir a denunciarla.
Me llevaron a una casa de acogida, ningún familiar por parte de madre se quiso hacer cargo de mi unos pocos días, en lo que el juez daba la orden para que me fuera con mi padre, para evitar problemas futuros con mi madre. Pasé 4 o 5 días en un piso tutelado.
Uno de esos días, el juez aprobó una recogida de enseres, mi madre debía irse de la casa y yo debía ir acompañada de la policía. Cuando llegué no tenía NADA. Ni unas tristes bragas.
Las abuelas de mi hermana y su padre (somos de padres distintos) me compraron algo de ropa y una maleta.
Ahora llevo mucho tiempo viviendo lejos de ella. Mi hermana en cuanto fue mayor de edad, se vino conmigo y luego ha rehecho su vida.
De ella,de nuestra madre, no sabemos nada. Lo poco que nos cuentan, cuando lia alguna gorda, y toda la isla comenta la jugada. Y de vez en cuando nos escribe por redes o algún teléfono para insultarnos y demás.
¿Que quiero conseguir contando mi historia?
Quiero deciros que todo pasa. Que es posible salir de ahí, de no repetir patrones. De llevar una vida adulta normal. Y sobretodo es posible ser felices.
¿Que los recuerdos a veces duelen? Si.
Pero podemos salir de esas situaciones, y convertirnos en adultos funcionales y decentes.
Yo tengo 30 años, tengo mi trabajo, mi pareja y una vida maravillosa. Que sí, que los traumas ahí siguen. Que es complicado deshacerse de lo vivido. Pero se puede.
Y a la gente que es testigo de este tipo de malos tratos. Ayudar a los niños, avisad a las autoridades. No miréis a otro lado, por miedo de meteros en problemas.
No permitáis que los niños pierdan su infancia y su vida.