Hola, chicas, os voy a ser sincera, esto en un principio iba a ser una entrada bastante victimista sobre cómo se me cierra la garganta cada vez que pienso en mi experiencia en el Bachillerato y como si volviera a nacer jamás le daría la importancia que le di entonces. Peeero ayer vi un tiktok de una chiquilla, casi diecisiete añitos, adorable y muy talentosa cantando (y tocando en la guitarra) una canción que ella misma había escrito sobre cómo sentía que había desperdiciado su vida adolescente en parte por su ansiedad severa. Y entonces pensé en que quizá mi experiencia puede servir para ayudar a alguien, porque yo también fui una niña enferma de depresión y ansiedad enfrentándome a las mismas cosas a las que ella admitía tener respeto.

Perdonadme por adelantado por lo largo que va a ser y porque ahora mismo me cuesta respirar y no sé si lo estructuraré bien ni lo contaré todo. Esta es mi experiencia, que no la verdad absoluta y espero aunque sea un poquito de tacto, por favor.
Spoiler alert: en la vida pasan cosas, muchas cosas si cabe, que llevan a que algunos niños tengan graves problemas de ansiedad e incluso depresión. Estos problemas, como bien nos ha enseñado esta maravillosa comunidad, son limitantes, paralizantes y muy difíciles de llevar incluso para un adulto con recursos. Ahora imagínate para una cría de, pongamos, 14 años. ¿Qué pasa? Que es alrededor de esta época y más adelante cuando empieza lo que en la mente de (casi) todo dios es la «edad del pavo», la edad del desenfreno, las fiestas, las primeras borracheras, los conciertos… Maravilloso, mágico, divino. Muy bien. PARA QUIEN PUEDA. En mi experiencia los niños con depresión o ansiedad (y me refiero al transtorno) no solo tienen que aguantar que la comunidad adulta ignore por completo esta enfermedad que puede llegar a ser mucho peor que la de un adulto por la evidente falta de recursos, sino que se «criminalice» a las pobres criaturas porque no tienen la fuerza/ganas/voluntad para vivir suficiente como para hacer más que lo necesario del día a día. Dile tú a un niño al que se le hace difícil levantarse todos los días e ir a clase sin explotar de la ansiedad que tiene que ir de fiesta a un sitio con un montón de gente para «disfrutar de su adolescencia». Aunque en su mente realmente parezca un cuento de terror. Dilo, y que no se te caiga la cara de vergüenza, por gilipollas.

En esta época del Bachillerato, por ejemplo, yo me pasaba el día estudiando, a parte de porque necesitaba que las notas me demostraran que no era una verdadera gilipollas como mis profesores decían, porque era la única forma que tenía de no pensar en mi vida y en las ganas que tenía de morirme. Y, eh, pensaréis que tendría unas notas magníficas entonces. Pues no, más bien normalitas porque muchas veces se me iban los ojos o me ponía a llorar porque sí o sencillamente, mi maravilloso plan no funcionaba (sorpresa). Pues bien, mis padres y el resto de mi familia me recriminaban bastante duramente que no hiciera vida social o se burlaban de mi por esto mismo (burlar con todas las letras). Y lo peor es que yo me sentía muy culpable e intenté varias veces «disfrutar de mi adolescencia» con varias personas que me invitaban a sus planes por pena o porque mis padre se lo pedían (sí, queridas, mis padres se lo decían a mis primos, pobres.) porque no teníamos nada en común ni ningún vínculo. ¿Disfruté realmente? Pues no, fue un puñetero infierno y no hice más que culparme y pensar que había algo malo en mi por no disfrutar de las fiestas. Admiraba (y admiro) muchísimo a quien le guste y pueda disfrutar pero sinceramente lo que no sabía en aquella época es que yo no era así y que estaba en modo supervivencia. Queridos y queridas, cuando se vive en modo supervivencia es todo muy complicado, incluso lo que parece simple.

Y lo habréis adivinado a estas alturas, amigos lo que se dice amigos no tenía ninguno. Las de toda la vida me habían dado la espalda por varias cosas (niñerías de niñas) y los demás «compañeritos» nunca quisieron tener nada que ver. Y no les culpo, ¿eh? No me siento orgullosa de quién era en esa época, solo sé que una niña no se merecía tener que hacerse cargo de todo ella sola. Porque, no nos equivoquemos, por muy ducho que pueda ser el psicólogo infantil de turno un niño muy seguramente no va a entender del todo qué coño le está pasando y menos el hecho de que no hay una relación causa-efecto para eso. Así que no, Maricarmen, la niña no puede hacer «de tripas corazón» e irse a hacer «vida de adolescente» como todos sus compañeritos que no se medican y que tienen padres decentes.

Así que, querida niña de tiktok, te voy a decir una cosa: me ha costado muchísimos años de terapia y más de conocerme a mi misma aprender que el ser humano es un ser social. No vas a estar sola siempre. También que no hay una forma correcta de vivir. Si se da el caso de que no has tenido las experiencias típicas de la adolescencia por falta de gente con la que poder contar o por una enfermedad (sea mental o física), no pasa absolutamente nada. No eres una persona menos completa por no haber vivido tu primera borrachera con amigas porque te aterraba la posibilidad de perder el control sobre ti misma y tu cuerpo. Puedes vivirla después cuando encuentres tu gente, que lo harás, (no hay edad para nada) o puedes no vivirla. Nosotros decidimos que experiencias queremos tener. Por ejemplo, yo respeto que haya gente fumadora pero no me interesa para nada probar un cigarro ni por la experiencia, y eso no me hace menos persona que alguien que si haya probado el tabaco. Te dirán que esas experiencias que «te has perdido» te enriquecen, pero, ¿sabes? Sobrevivir es más importante. Y tú, querida, le ganas la batalla cada día a la ansiedad. Si eso no es una experiencia que venga Dios y lo vea.

Y no, las cosas a veces no van a mejor, pero aprendes a luchar y a vivir con ello y a desarrollarte como la persona que quieres ser. El mundo está llenísimo de posibilidades. Elige las que quieras. No hay una combinación correcta y nadie tiene la razón absoluta al respecto. La única regla para mi es evitar en la media de lo posible hacer daño a la gente. Y digo en la medida de lo posible porque a veces no somos quienes la gente espera que seamos. Y eso también está bien.
Sigue cantando.