Siempre he sido gorda sin serlo. He luchado toda mi vida con ese demonio. En la adolescencia y hasta los 34 años viví obsesionada con mantener un peso irreal. Temporadas no comía. Temporadas vomitaba, hacía mucho deporte. Me encontraron un tumor cerebral. Me ingresaron y en medio del tratamiento seguía haciendo locuras con la comida. Incluso en el hospital hacia deporte. Y de repente el médico me dice que me puedo morir. Que me operan. Que serán 12 horas críticas. Y la recuperación será lenta y dura. No me pasa nada. Sigo en lucha. Dejo de hacer locuras. Hago las paces conmigo misma. Vivo, disfruto. Y llega el día me mi operación. 20 marzo 2020.
Me llaman ese mismo día. Que no me operan. Como tengo que estar en la UCI cómo están saturados no me operan. Siento alivio y miedo a la vez. Vivo. Intento vivir al máximo lo que se puede. Pero empezo a notar que la ropa no me vale. Tengo papada. Estoy engordando. Lo piso, lo hundo. No quiero pensar en esas tonterías. Me descubro que soy incapaz de sentir placer. Que no puedo hacer el amor con mi pareja. Que siento asco al tocarme. Lo hundo. Lo cayó.No es importante. Empezó a repetir que ahora que realmente estoy gorda soy feliz. Repito que me siento empoderadas. Pero miento. Me compro ropa enorme y siento asco por mi. Pero eso no es importante. Tengo un tumor cerebral. Hay una pandemia. Que este gorda es una chorrada. Pasa un año. Por fin me operan.
Meses de recuperación y por fin me dan el alta. Debería ser feliz. Pero mi asco es inmenso. No se como verme de otra forma. No soy capaz de decírselo nadie por qué me siento idiota. Con todo lo que he pasado que estar gorda me haga sentir mierda. Mi pareja cree que tengo algún problema con ella. No soporto ni que me abrace. Y si me pregunta solo lloro y respondo no sé. No sé si esto es de ir a terapia. Nunca he ido.