Buenas tardes a todas.
Llevo varios meses así, pero el dolor me está consumiendo.
Hace casi tres meses que murió mi madre, en mis brazos, de repente, y no sé cómo seguir sin ella.
Era una persona extraordinaria, una profesional sin igual, y la mejor madre del mundo, y la he perdido demasiado joven, de forma horrible. Nos quiso con todo su corazón, y aunque no fue perfecta, porque nadie lo es, no hubiera podido pedir una madre mejor. Nos apoyó, nos cuidó, nos animó. Fue madre, esposa, hermana, enfermera, cuidadora, amiga y sostén de todos los que estábamos en su vida, y ni siquiera pude darle la despedida que ella merecía, por culpa de este maldito virus y las personas irresponsables que fomentan los contagios, y con ellos, el mantenimiento de las restricciones. No sabeis lo duro que es tener que decir a todo el mundo que no vengan al tanatorio, pasar por ello prácticamente sola, excepto por familia inmediata, porque no dejan más de seis personas, en un tanatorio enorme y vacío.
Me dan igual las buenas palabras, que todos sus compañeros hayan llamado de medio país, que se la recuerde en publicaciones periodísticas y esoecializadas.
Ya no está, nunca la veré, ni la abrazaré. Jamás nos verá alcanzar nuestras metas, ni formar nuestras propias familias. Nunca verá a sus nietos, ni disfrutará con mi padre de la jubilación que se ganó con sangre, sudor y lágrimas. Nunca más estará con nosotros, y hay un vacío imposible de llenar en todas las personas que la conocían, y una herida sangrante que no cicatriza en mi corazón.
A parte de desahogarme, mi mensaje es de amor. A quienes quereis, decídselo. No dejeis los planes para el momento perfecto, que nunca llegará. Pasad tiempo con vuestros padres, madres, hermanos, amigos, hijos, parejas. Aprovechad el tiempo con quienes amais, no os quedeis nunca con un «Te quiero» en la punta de la lengua. Pesa más el silencio que los gritos.