Llevo una temporada sintiéndome igual, como si no valiera nada, con problemas de autoestima agudizados por circunstancias personales (el desempleo, problemas familiares, amorosos, etc). He asistido a un primer psicólogo, y como no me convencía (por sus argumentos «el trabajo no lo es todo en la vida, la cosa está muy difícil»: se le olvida que vivimos en una sociedad en la que hay que ganar dinero para pagar facturas, y sí, el dinero no es importante, no se trata de materialismo, pero para subsistir, es básico; eludiré el resto de temas con los que trataba, pero vaya, no me ha gustado nada cómo lo planteaba, y aparte, que no me daba orientación de ningún tipo para buscar solución al problema); estoy ahora en uno que me está costando pagar (por la privada) porque tengo que tirar de ahorros, pero al menos muestra más interés y me siento más cómoda; todavía estamos raspando la superficie, pero me temo que, por desgracia, hay cosas que escapan a nuestro control, y para eso, no podemos hacer nada.
Mantenerse activa y ocupar la mente es una solución: hacer ejercicio, dedicarse a alguna actividad artística, «obligarse» a tener más encuentros sociales (conocer gente a través de páginas, grupos, etc) y no aislarse. Podemos aprender a compartir ese sufrimiento con las personas indicadas: no se puede desconfiar de todo el mundo. Esa sensación perpetua de fracaso puede superarse con la orientación adecuada. También ayuda mucho a consultar tus problemas con alguna persona que esté experimentando lo que tú: dos de mis amigos se encuentran en una situación similar y la verdad es que me siento arropada. Pero no es suficiente. Tengo que poner de mi parte. Y cuesta trabajo, porque van transcurriendo los días y es una lucha constante: crees que eres lo peor, que no eres apta, que no eres buena, que eres una inútil. Esta sociedad está programada para los triunfadores, los que pisotean cuellos, los que tienen «suerte»: más de mil pretextos se inventan para no contratar (soy mayor de treinta, no soy discapacitada – sin ánimo de ofender a este colectivo, pues el drama lo vivo en mi familia: lo criticable es la actitud paternalista de muchos empresarios que con su discriminación positiva contratan a gente con un perfil determinado para agarrar subvenciones, bonificaciones, ayudas, etc – o no tengo un físico concreto – para trabajar como azafata o dependienta – o la preparación o experiencia adecuada – ni para poner copas de camarera, ni reponedora ni porque tengo más de dos idiomas); para amar («no estoy preparad@ para una relación», «todavía sigo enamorad@ de mi ex», «somos jóvenes, hay que disfrutar de la vida», «es que tenemos que vivir experiencias nuevas fuera de la relación», «es que he dejado de quererte», «es que no eres mi tipo», «es que estás enferma y no quiero complicarme la vida», «es que somos mujeres y no podemos tener una historia porque tengo miedo al qué dirán», «es que si te llamo cuarenta mil veces es porque me preocupo por ti y te quiero, porque yo no soy celos@», «es que no puedo tener una relación con alguien sin futuro \ trabajo», etc); para crear vínculos afectivos de otra índole («estoy muy agotado», «otro día a ver si quedamos», «es que tengo mucho que estudiar», «es que tengo la agenda ocupada», «es que no me quiero encariñar contigo», etc).
Nos sentimos solos porque nos lo hemos buscado, no somos capaces ni de querenos a nosotros mismos ni de querer a los demás: falta mucha empatia. Estamos más pendientes de lo que sucede en nuestro mundo que en el ajeno. Esta época de prisas, de «todo ya» nos va a pasar factura: todo en la vida, todo, requiere de paciencia y tiempo. Así se construyen las cosas. Pero no: nadie se toma su tiempo. Ni para quedar con un amigo. Ni para intentar algo con alguien (luego se quejan de que la soltería es un asco si luego no lo intentan). Ni para arriesgarse y buscar una nueva vida fuera, sin pararse a ver las mil y una posibilidades. Y, por supuesto, tampoco hay tiempo para atender a esa persona que está en una situación deplorable: por eso, se tiende a huir de personas que tienen depresión u otro tipo de trastornos: no estamos locos, sólo queremos afecto y comprensión, porque la persona más fuerte es la que más riesgo tiene de enfermar. Un poco de meterse en la piel ajena hace falta. Y eso es complicado.
Habría que aplicarse más el cuento de «no le hagas a nadie lo que no te gustaría que te hicieran a ti». Pero cómo a la gente le encanta juzgar sin saber, lo mejor es agarrar al toro por los cuernos, asumir que si existe un problema que te afecta a la salud (física y mental) acudir al especialista, rodearse de gente que te aprecie (aunque sea poca) y poner tu granito de arena.
Mi consejo: acude al médico más idóneo – psicoterapeuta, psicoanalista, psicólogo, psiquiatra: lo que consideres – y encuentra otros métodos para ayudarte a ti misma, porque la clave está en ti, no en los demás: los demás no nos van a salvar, te tienes que salvar tú, y ya sabes que dejar en manos de otros la solución – los demás, esos que te juzgan o que te sueltan indirectas, los que van de «paternalistas» o «buenas personas» cuando no tienen ni puta idea de lo que estás pasando, o los interesados, que también los hay, a millones – a los problemas es un error. Tu mente activa, siempre: haz mil cosas. Y que te la sude lo que opinen de ti: vive.
Otro consejo: nadie es perfecto. Recuerda: nadie está por encima de nadie. No eres perfecta, repito: ellos tampoco. Si te ríes a carcajadas, si te gusta pintar, si te gusta hacer tal o cual cosa, hazlo. Eres libre de hacerlo Y NADIE puede juzgarte. NADIE. Ni por tu forma de vestir, ni por tu forma de tratar a la gente. TÚ ERES TÚ. Eres única a tu manera. Y eres especial a tu manera. Y la persona que quiera conocerte lo hará porque realmente le interesa profundizar, y no por aspectos superficiales: una persona que se toma su tiempo en conocer vale la pena. A mí, por lo menos, me ha funcionado: yo no quiero a mi lado gente interesada. Quiero gente sensata y coherente. Quiero HOMBRES y MUJERES HECHOS Y DERECHOS, no NIÑATOS y NIÑATAS CON COMPLEJAZO DE BELLEZA FAST FOOD Y CON SERRÍN EN EL CEREBRO. Y considera que si esos chicos pasan de ti porque no te desean te ha venido genial para descubrir que tipo de personas eran. Quédate con eso. La persona que te aprecia no se fija en eso, creéme: se fija en otras cosas. Todos tenemos nuestros encantos, de verdad. Yo no soy la gran cosa y no me puedo quejar, he tenido historias y experiencias bonitas. Y más de una vez me han dicho que si he conquistado a otros o a otras en el pasado no es precisamente por mi presencia, que como tú, pasa desapercibida, porque soy corriente tirando para normal: es por mi forma de ser.
Y el último consejo: es nocivo que te compares con los demás. TÚ ERES TÚ. Que si la otra es más guapa, que si la otra es más inteligente, que si la otra es más artista que yo… borra eso de tu mente. Preocúpate por ti. Cuídate. Sólo tienes un cuerpo, un cerebro y un corazón. Todos valemos lo que valemos. Y quien no te valore, mándalo a la puta mierda. Si ellos no malgastan su tiempo, no malgastes tú el tuyo en esa gentuza: úsalo mejor para mejorar.
Un saludo