Había decidido empezar de nuevo. Darle otro rumbo a su vida. Deseaba volver a ser feliz, a encontrar la paz en algún lugar que no le recordara que lo había perdido. Tenía la sensación de que lo vivido hasta aquel día no servía de nada. Tenía el alma rota. Lo que más le dolía era haber perdido su pasado. Durante mucho tiempo no consiguió encontrar las fuerzas necesarias para seguir hacia delante. Sus días se convirtieron en grises y oscuros.
Habían pasado varios meses desde que él decidio contar la verdad. Se había enamorado y a ella ya no la quería. No la deseaba. No podía estar a su lado, mientras pensaba en la otra. Así de fácil, esa fue su explicación. No quiso hablar más. Tenía las maletas en el coche, había recogido sus cosas y estaba en la puerta. Ella llegaba de trabajar y se lo encontró cerrando la puerta.
-Sobre la mesa te he dejado una carta
-¿Una carta?
-Sí
-Espera, ¿Dónde vas?
– En la carta te lo explico, te doy todos los motivos.
-¿Los motivos? ¿Qué motivos?
– Por los que me voy- Ella sintió como si algo dentro de su cabeza estallara- Me he enamorado de otra chica. No quise que ocurriera pero ya sabes que uno no puede controlar sus sentimientos. Esta situación no la puedo soportar ¡Adiós!
Y de un portazo cerró la puerta, dejandola a ella en el rellano. Sintió como su cuerpo se petrificaba. Se quedó mirando como él bajaba las escaleras sin mirar atrás, sin dar tiempo a que ella pudiera reclamar una explicación más. Lo observó sin moverse, no entendía nada. Estuvo allí, sin moverse, esperando a que él regresara. Pero no, esa fue la última vez que él estuvo en su vida. Cuando consiguió entrar en casa y vio como sólo estaban sus cosas. Se desplomó en el sofá y dejó que las lágrimas empaparan su cara.
Ese fue el primero de muchos días grises. De muchas tormentas que invadieron su corazón y destrozaron su alma. Días de lluvia interior, de huracanes arrasando sentimientos y de tifones destruyendo ilusiones.
Todo eso ya había pasado. Lo había superado. Había comprendido que la vida seguia sin él. En alguna parte él seguía sonriendo, hablando, amando y deseando sin ningún tipo de remordimiento.