Holaaa!!

Aquí os dejo la cuarta entrega de mi primer relato. Espero que os guste y vuestras opiniones. Gracias de antemano

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Subí las escaleras de mi portal casi bailando, no había nada que pudiese quitarme la alegría que estaba sintiendo en ese momento. En mi cabeza aún sonaba la música que habíamos escuchado instantes antes en su coche. Y en mi estómago las mariposas empezaban a revolotear al mismo ritmo.
Cerré la puerta de casa y entré en el salón. “Tú eres gilipollas”, oí gritar a mi hermana que venía de la cocina. Me giré y la vi en el pasillo, parecía enfadada. “ Salgo al balcón a fumarme un puto cigarro y ¿qué me encuentro?. Pues a mi hermana pequeña besando a su ex en un puto coche…ese cabronazo que hasta hace nada te hacía llorar. No ves que no te merece?!!”. Nunca había visto así a mi hermana, fue en ella en la única que confié cuando las cosas empezaron a torcerse. Fue ella la que me prestó su hombro para llorar, fue ella la que no se separó de mí en mis peores momentos. Fue ella la que me abrió los ojos y me hizo ver que ese chico no era bueno para mí.
Me sentí caer en el sofá…mi hermana tenía razón. Era tan idiota que podía haberme dejado embaucar de nuevo. Si en su día lo dejamos es porque él me la jugó. Traicionó mi confianza. No se fue con cualquier otra, se fue con la peor de mis enemigas. Se lió con su ex. Su ex, aquella chica con la que yo no me deje nunca de comparar y que me hacía sentir pequeñita cada vez que se acercaba. Aquella chica que no dejaba de tocarle y hablarle al oído cada vez que “casualmente” nos encontrábamos. Aquella chica que hacía todo lo posible por recuperarle.
Él me juró y me perjuró que ya no sentía nada por ella, que era una chica que no estaba hecha para él. Una chica frívola y egoísta que sólo pensaba en sí misma. Pero en lo más profundo de mí, siempre sabía que ella no le había olvidado.
Mis manos empezaron a temblar y mi hermana se sentó junto a mí en el sofá. “Creo que es mejor que te olvides de él”, me sugirió. Tras un silencio en el que empezaron a brotar las primeras lágrimas de mis ojos, le contesté que no podía. “Tiempo al tiempo, pequeña”, me dijo. “No puedo evitar que llores, no puedo evitar que haya otros chicos y otros hombres que te hagan llorar pero quiero que sepas que siempre tendrás mi apoyo”
“No lo entiendes”, solté de manera brusca. “No puedo olvidarle, estoy muy pillada por él. Soy correspondida y me lo ha hecho saber”. Mi hermana se puso en plan protector “ a ver, no te dejes engañar, que ya lo hizo una vez… como sabes que en esta ocasión será diferente?” me preguntó. Sentí que era el momento de compartir mi secreto y quien mejor que mi hermana mayor para entenderlo. “Sé que soy correspondida y que me quiere porque nos hemos acostado juntos”. Si a día de hoy me dijesen eso, pensaría exactamente todo lo contrario. De hecho, me da a risa solo de pensarlo. Pero bendita adolescencia… ese periodo en el que te crees que lo sabes todo y que con el paso del tiempo la vida te enseña que no podías estar más equivocada.
“Cuéntamelo todo!”, me ordenó. Y así lo hice. Bueno, todo todo no. Evidentemente. Le confesé cómo me había hecho sentir, lo cómoda que estuve. Y, sobre todo, cómo quería volver a repetirlo. No podía dejar de pensar en sus besos, en sus caricias, en su voz susurrándome en mi oído. Necesitaba volver a tener esas sensaciones de nuevo. Mi cuerpo me las pedía a gritos pero una vez más mi cuerpo y mi mente no se ponían de acuerdo.
Tras una ducha y la cena en familia, me fui a mi habitación. Un día duro, largo e intenso. Caí rendida cama, estaba exhausta. A mitad de noche, algo me despertó…no supe bien qué era. Sólo sé que no podía volver a dormirme. Vueltas y más vueltas. Menos mal que habían llegado mis ansiadas vacaciones y al día siguiente no tenía que madrugar.
No podía conciliar el sueño, mi mente iba a mil por hora. Pensando en demasiadas cosas a la vez. Me estaba agobiando un poco. No podía dejar de pensar en aquella tarde, en mi primera vez pero las palabras de mi hermana retumbaban en mi cabeza.
Decidí ponerme al leer. Es una cosa que siempre me ha tranquilizado, una manera de calmarme y que me entré el sueño. Igual no era mi mejor opción pero abrí mi diario y empecé a leer lo que había escrito meses atrás, cuando él entró en mi vida.
«Hoy es el cumpleaños de la abuela. Le hemos preparado una fiesta y nos juntamos toda la familia. Llevamos ya tiempo preparando el álbum de fotos familiares que le vamos a regala. Yo me he encargado de juntar todas las que me iban pasando. Va a ser genial reunirnos todos, hace tiempo que no estoy con mis primos y todos nosotros sabemos que son estas las ocasiones que utilizamos para ponernos al día de nuestras vidas.
Me da un poco de pena no poder ir a la quedada que han organizado los de clase. En esas quedadas siempre pasan cosas de las que luego se habla durante semanas en el instituto. Pero el cumple de la abu es mucho más importante. Y pasar la tarde con mis primos desternillándonos de risa, como siempre, no tiene precio.»
¿Quién iba a pensar que yo iba a ser la protagonista de esos cotilleos de instituto? Ni por asomo alguien lo hubiese dicho. Yo nunca daba que hablar en los corrillos del patio ni en la cafetería. Fue él el que hizo que mi mundo se tambalease…yo que tenía las ideas tan claras. Inocente de mí, con él descubrí cosas que no podía imaginar sentir ni vivir»

La Científica Empedernida