Juré y perjuré que jamás me bajaría la app de Tinder… Pero ese juramento se me olvidó una noche de copas en casa de una amiga que me convenció para darle una oportunidad a ese mundo que le estaba proporcionando grandes polvos y pocas complicaciones. Sí, ella era la excepción que confirmaba la regla y yo una idiota que no sabía dónde se metía.
Y ahí estaba. David no era un guapo de manual, pero tenía una sonrisa y una mirada muy limpia. Su descripción me encantó. «Dame»-dijo mi amiga… y pum! le envió un SUPERLIKE que me produjo una vergüenza terrible. Al día siguiente desperté con resaca pero con la noticia de que él había correspondido. Bastó una conversación de siete horas seguidas para quedar al día siguiente.
Podría decir muchas cosas…y todas buenas. Conectamos. Nunca antes me había pasado. Fue atravesar la puerta del bar, ver como me miraba mientras me acercaba a donde estaba sentado y saber que eso no iba a quedar en una cita. Vinieron unas cuantas más, todas idílicas, un par de viajes, casi como de cliché hollywoodiense… a mis 32 años era la primera vez que no rehuía de aquellas cosas que siempre me parecieron cursis y empalagosas. Por una vez quería dejarme llevar mientras dejaba de lado la frialdad que me solía caracterizar por el miedo a enamorarme con todas las letras.
Desde entonces han pasado siete putos meses y aquí estoy, con una copa en la mano, en la casa de la misma amiga que me recomendó el Tinder, sin creerme aún lo que ha ocurrido esta tarde. David me ha llamado. Serio. Seco. Nervioso. «No sé por donde empezar». Su ex, la ex que un mes antes de casarse le dijo que no lo quería lo suficiente, lo vio por la calle conmigo y, de repente, se dio cuenta de que se había equivocado. «Quiere volver…ha sido mi pareja diez años…y no sé qué hacer». Simplemente le he pedido que no siga, que le agradecía la sinceridad pero que POR FAVOR no me buscara ni me escribiera ni me llamara nunca más.
Le he colgado y he empezado a llorar como nunca antes por un tío. Unas horas después, un mensaje: «Te quiero y me duele no poder seguir conociéndote». Lo he bloqueado hasta en el BOE y ahora solo quiero hacerme una bolita en la cama y no salir de ella durante días.
No sé por qué estoy escribiendo esto aquí pero me siento tan ridícula por haberme creído estos siete meses de momentos compartidos…En fin, si tenéis alguna historia parecida hasta me reconfortaría… Aunque como decía mi abuela: mal de muchos, consuelo de tontos.