Al ver nuestra reacción notó que aún seríamos los únicos del pueblo que no sabíamos nada sobre el accidente de nuestra amiga. Por ello se sentó allí y nos contó.
Cuando salimos de allí Juanjo y yo no sabíamos que hacer ni que pensar. Cada un tomó rumbo a su casa y a saber quien consiguió dormir primero.
El tiempo pasó, Juanjo y yo decidimos no darle más vuelta aquello y dejar que la policía hiciera su trabajo.
Voy de camino a la empresa cuando me suena el teléfono es mi madre, mi padre se encuentra bastante mal y espera verme lo antes posible.
Freno bruscamente y lloro, lloro pero no por mi padre si no por volver a ese lugar, no quiero, no puedo, ni debo.
Así que intento pasar el día en la empresa y pensarme si mañana podría pasarme.
A lo tonto han pasado más de doce horas y no he tenido tiempo de mirar el teléfono. Y ahí está ese mensaje que no esperaba ver.
«Ha fallecido, espero que al menos venga al entierro».
Ese mensaje me lo mandaba mi hermana Laura y se con que tono incluso puedo ver con la mirada que lo envío.

Y ahí estoy yo, nuevamente en este lugar al que jure no volver. Entre por el duelo intentando esquivar miradas y palabras, intenté no caerme al ver como mi madre se tiraba sobre mi con un llanto el cual nunca la había visto así, ni siquiera cuando me fui.
Y efectivamente ahí estaba mi hermana con esa mirada que ya me había imaginando.
-Hola Laura, siento no haber llegado antes.
-¿Hola?, ¿hola es lo único que vas a decirme?, tu padre se esta muriendo pide verte y tú, tu nuevamente hace lo que quieres, ¿no?.
– No es así, y no es el lugar.
– Tienes razón discutir contigo es siempre perder, sigues siendo la niña malcriado que se fue de aquí.

Decidí no contestarle y sentarme cerca de mi madre en el fondo ese día se que me necesitaba. Aunque no lo dijera. Quizás algún día cuando Laura sepa la verdad de porque me fui de aquí, entenderá todo y cambiará su actitud frente a mi.