Hace unos meses publiqué en este foro mi testimonio personal sobre la relación de maltrato que viví con una de mis ex parejas
En septiembre de 2018, después de haber sido violada por él, decidí cortar cualquier tipo de comunicación de manera totalmente radical y reconstruir mi vida. He decidido escribir sobre ello un año después para que las personas que hayan podido vivir algún tipo de experiencia similar encuentren ayuda o consuelo en mis palabras.
El proceso de recuperación está siendo duro, pero noto que voy progresando. Durante los dos meses posteriores a lo ocurrido estuve yendo al psicólogo, hasta que me dio el alta. Me centré en mí misma: en estudiar, hacer deporte y meditación, salir con amigos para distraerme… Y funcionaba, os aseguro que sí. Sin embargo, después de haber sufrido un episodio tan traumático, cuesta mucho eliminar por completo el fantasma de quien te hizo sufrir tanto. Yo todavía no lo he conseguido, pero puedo decir que llevo una vida bastante normal a día de hoy. Sin embargo, hay huellas que cuesta más eliminar. Durante los primeros meses creía verle por todas partes. Me aterrorizaba la idea de encontrármelo cualquier noche de fiesta, o simplemente cruzando la calle un día cualquiera. Cuando veía un coche como el suyo, me echaba a temblar y no me quedaba tranquila hasta asegurarme de que él no era quien conducía. Esta especie de manía persecutoria duró unos cuantos meses, durante los cuales incluso llegué a encontrármelo e incluso se atrevió a hablarme en un paso de peatones, hasta que conseguí abrirme un hueco entre el tráfico y salir corriendo.
Os seré sincera: no le voy a perdonar en la vida. No creo que sea capaz de hacerlo jamás. Sin embargo, sí que me he centrado especialmente en perdonarme a mí misma. Solía culpabilizarme muy a menudo por lo que había pasado: «yo tuve la culpa, yo le aguanté durante demasiado tiempo, no debí haber quedado con él aquella tarde, estaba ciega, tendría que haberme ido antes…». Estos pensamientos me acompañaban día a día, a todas horas. Hasta que con mucho esfuerzo y voluntad personal, conseguí liberarme de toda esa culpa, perdonarme a mí misma y centrarme en alcanzar mis metas. Os aseguro que es una de las cosas más difíciles que me han tocado hacer en esta vida, pero la sensación de liberación absoluta al conseguirlo es inigualable.
Gradualmente, con mucha terapia y paciencia, fui teniendo encuentros sexuales, pero tengo que reconocer que mi vida sexual a día de hoy no es tan libre y desinhibida como antes. Disfruto del sexo, pero con limitaciones. Incluso en alguna ocasión he tenido que parar porque se me venía a la mente algún recuerdo desagradable, o sencillamente porque me sentía sucia. Es algo que me ha ocurrido también a la hora de masturbarme. Se puede decir que el sexo sigue siendo una de mis asignaturas pendientes, pero no me fuerzo ni me pongo trabas, intento tratarme a mí misma con paciencia y compasión, sin cargas ni prisas.
El otro día me lo crucé por mi barrio y se me paró el corazón por unos segundos, pero seguí mi camino con la frente bien alta. Un año después, él campa a sus anchas, totalmente libre de cualquier culpa… Os preguntaréis por qué no le denuncié. Hay que intentar denunciar siempre, siempre, no es justo que alguien que os ha hecho tanto daño no pague por ello. Yo no lo hice en su momento; estaba muy asustada, muy hecha polvo emocionalmente y de corazón os digo que después de todo lo que me había hecho durante más de un año, no tuve fuerzas para iniciar un proceso judicial en el que tendría que someterme a exámenes médicos, reconstrucción de los hechos (recordando con detalle una y otra vez todo lo ocurrido), enfrentarme a él en un juicio… Os juro que no fui capaz. En el anterior post en el que contaba mi historia mucha gente se me echó encima por no haber denunciado, y quiero decir que tenéis toda la razón en que es muy importante hacerlo, pero yo no fui capaz de pasar por todo éso, más aún sabiendo que posiblemente le caería una multa o una pena irrisoria después de todo lo que me había hecho.
No, no denuncié, pero cada día tengo muy presente que a día de hoy puede estar haciendo sufrir a cualquier otra mujer tanto como me hizo sufrir a mí y a las que estuvieron antes que yo. Si es así, perdóname compañera, perdóname por fallarte, pero me faltaron las fuerzas, no fui capaz de hablar claro ante todos, de hacer público mi caso y de ponerle en su lugar. Espero que tú, si existes (deseo sinceramente que no) seas todo lo valiente que yo no fui para meterle en la cárcel.
Ha pasado un año, sí. Y me siento bien conmigo misma a pesar de todo, pero no ha sido algo casual. Muchas noches en vela, muchos recuerdos por gestionar, muchas lágrimas y muchísima pena. Y también mucha paciencia, autocuidado, empatía y voluntad, no lo negaré.
Si estás en una situación así, si a ti también te ha pasado ésto, llora amiga, llora. Saca todo lo que llevas dentro, no ocultes tu pena. Sé fuerte y lucha por ti. Pide ayuda profesional, refúgiate en tus seres queridos, en tus libros o música, en lo que te haga sentir bien, que bastante mal lo has pasado ya. Infórmate bien y denuncia, no permitas que le vuelva a hacer daño a nadie más. Escribe tu historia, para ayudar a otras y a ti misma. Y, sobre todo, libérate de cualquier sentimiento de culpa e inicia una nueva vida, sin mirar atrás, sin las ataduras y limitaciones con las que él te ahogaba cada día que pasabas a su lado. Ahora lloras y tienes el corazón hecho pedazos, lo sé, pero te prometo que poco a poco, tímidamente, volverás a reír, a disfrutar de la compañía de otros, a caminar por los sitios que él frecuentaba sin miedo, a quererte y a valorarte como mereces. No te voy a engañar: no te vas a olvidar de él ni de lo que te hizo en mucho tiempo, probablemente nunca. Pero volverás a ser tú, sin que su sombra siga empañando ni uno solo de los momentos de felicidad que te depara la vida. Te lo prometo.