Un Cachalotte feliz

Inicio Foros Querido Diario Autoestima Un Cachalotte feliz

  • Autor
    Entradas
  • ElCachalotte
    Participante
    ElCachalotte on #64465

    Soy un tío gordo.

    Hace unos años viví en el Pirineo. Lugar hostil para vivir, y más siendo la primera vez que abandonaba el hogar familiar. El frío y las labores en alta montaña que debía realizar en mi curso, hicieron que empezase a comer fuerte. Bocadillos de obrero, desayunos de campeones, y la inseparable tableta de turrón de mi equipo de supervivencia (por si me quedaba tirado en la nieve, como «tableta energética«), que a veces tomaba como postre, empezaron a cambiar mi cuerpo por casualidad. Sumemos que tras un chequeo médico me recomendaron que comiera más carne, patatas fritas de bolsa y refrescos azucarados (lo juro) para augmentar mi tensión, que estaba por los suelos.

    No os miento si digo que de repente me empecé a sentir mucho mejor. Me veía corpulento, con lo que me sentía más seguro de mí mismo, me notaba más fuerte, y (como por asombro descubrí) notaba menos el frío que antes. Empecé a gustarme mucho más, y augmenté mi autoestima. Alguna gente me empezó a respetar, y noté que era a causa de mi mayor volumen. Me había convertido en una especie de «Chicarrón del Norte» con quien ahora ya no se atrevían a bromear «por si acaso». La casualidad me había transformado en el respetado «Chicarrón del Pirineo«, con unas cualidades mucho más favorables que el anterior «Delgadito Barcelonés»

    Las rutas de cuatro horas que hacíamos en mi clase, ahora eran encabezadas por mi. Mejoré mi resistencia, me cansaba menos, y podía cargar más peso que antes, con menos lesiones, y sobretodo menos quejas. Además, generoso y previsor, siempre hacía un bocadillo de más para los despistados que no llevaban almuerzo algún día, y solía ser la salvación y el recurso de más de un compañero cada semana. Me había convertido en un pilar de mi equipo sin darme cuenta, y los demás me empezaban a valorar mucho más de lo que jamás había sentido.

    Los insultos y bromitas que aguantaba desde pequeño se desvanecieron en el momento en que engordé. Es curioso, porque me conozco de sobras las gastadísimas bromas de gordos… y sin embargo, yo nunca las padecí. No era con mi físico que se metían, sino con mi manera de hablar y mis gestos. «Empollón» o «Amanerado» sería la manera sutil de decir el tipo de insultos que aguantaba desde bien pequeño hasta aquel momento.

    En casa, los paseos al espejo se hicieron más frecuentes, y con alegría. Los bols de cereales con miel, las pasas para picar algo, castañas como ingrediente en las salsas, y buenas sopas cargaditas cuando hacía mucho frío, se convirtieron en un nuevo menú que entró en mi nueva dieta con total naturalidad. Mi autoestima por fin estaba donde siempre debería haber estado… gracias a la casualidad.

    Los años han ido pasando, y con diferentes subidas y bajadas siempre he estado en buena salud, con un peso por encima de lo recomendado médicamente. Casi siempre muy a gusto con mi físico, pero también es cierto que la familia minó mi moral en algún momento. Uno de esos momentos fue cuando me quedé en el paro, me excedí malcomiendo y me deprimí, sin moverme de casa, echando tripa. Superado ese bache, tuve un trabajo sedentario de 12 horas diarias, de lunes a domingo, en el que se me hizo imposible no engordar más de lo deseado. Ni siquiera tenía tiempo para ir a pasear, y subir por las escaleras era el no-va-más del ejercicio físico que hacía.

    Tras ambas épocas aprendí una cosa: fuera frustraciones innecesarias. Cierto es que requirío un esfuerzo asumir que no me sentía a gusto con ese sobrepeso, pero tuve a gente cercana que me ayudó mucho. Mis amigas y amigos «ex-gordos«, en especial. Cambié mi ropa por ropa de mi nueva talla, y me vestí a mi modo de siempre, pero con ropa nueva de «tío guay« que pretendía abandonar en pocos meses. Aproveché para probar también estilos nuevos, como camisas de matemático, sudaderas de rapero, pantalones arrapados, mallas de deporte… cosas que nunca me había dado por ponerme, y que desconocía cómo me quedarían. Mis compañeras y amigas fueron muy importantes para mi en ese proceso de aceptación y descubrimiento, así como quitarme la vergüenza y aprender a reírme de mí mismo sin herirme.

    Ahora mi metabolismo es diferente. Se que no voy a bajar tan fácilmente de peso como lo hacía antes, y que el deporte es algo que voy a tener que encarar de modo distinto. Ya no solo «cuando me apetezca a mi«, porque noto que los arranques me pasan factura, me lesiono más fácilmente, y el cuerpo no me responde tan bien como antes. Ahora el deporte se ha convertido en mi modo de pasar el tiempo libre. Cada noche salgo a correr lentito, para mantenerme en forma. Y ahora mis amigos y yo estamos sustituyendo las quedadas de amigos de «pollo frito con patatas bravas» o «cine y cena» por «paseos» kilométricos o tardes de bolera, con un mismo objetivo: compartir el tiempo en buena compañía, haciendo algo agradable.

    Porque si algo me enseña el tiempo es que lo que realmente busco, en el fondo, es sentirme bien. Y eso se consigue analizando qué me da seguridad, quién es importante para mi, y aceptar las cosas como me van viniendo… pero haciendo que jueguen a mi favor.


    Responder
    Imy
    Invitado
    Imy on #64545

    Genial post!!

    Responder
    ElCachalotte
    Participante
    ElCachalotte on #64796

    ¡Gracias! Me alegra que te haya gustado.

    Responder
WeLoversize no se hace responsable de las opiniones vertidas en esta web por colaboradores y usuarios del foro.
Las imágenes utilizadas para ilustrar los temas del foro pertenecen a un banco de fotos de pago y en ningún caso corresponden a los protagonistas de las historias.

Viendo 3 entradas - de la 1 a la 3 (de un total de 3)
Respuesta a: Un Cachalotte feliz
Tu información: