Vida: lugar de aprendizaje

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    MissWallace on #144386

    <<Una de cada tres mujeres en España ha sufrido acoso sexual. ¿Eres tú una de ellas?>> con esta introducción y un cartel amarillo que reza << Cuéntanos tu historia >> me ha sorprendido una publicación de El País Semanal en mi revisión de tarde-noche de Facebook. Inmediatamente me han venido a la mente esas «anécdotas incómodas u extrañas del pasado» que en los últimos años (sobre todo a raíz del #Metoo) he empezado a analizar:

    • Un juego de niños: Cuando era niña vivía en un edificio que albergaba unas 60-80 viviendas y un patio común. Entre los vecinos había uno «peculiar», de unos 40 años, que vivía con su madre; fumaba tabaco negro; vestía bermudas, riñonera y sandalias con calcetines; tenía una especie de tic en los labios y creo recordar que algún ligero problema de habla. Siempre pensé que tenía alguna deficiencia mental, aunque a día de hoy aún no sé bien de qué se trataba. Este peculiar hombre siempre estaba con los «niños del patio», era como uno más de nosotros. Alguna vez, aunque rara, oí algún comentario desaprobador de alguna vecina maruja, pero jamás de nuestros padres. Supongo que éstos desconocían el juego al que jugábamos, inventado por él: al que se pillara desprevenido se le agarraba o metía las manos entre las piernas, gritando aquello de las «tres marcas de leche» si el despistado era varón, o «buzón» si la despistada era hembra. En el juego interveníamos tanto los críos como él. ¿Abuso sexual? ¿Consentimiento? ¿Juego de niños? ¿Manipulación de menores? A día de hoy, a mis 30, sigo sin saber siquiera si él mismo tenía alguna intención oculta o lo veía, como nosotros, como un juego incómodo para el «perdedor».
    • Abusón de patio: En la época en la que no existía la E.S.O. y se juntaban en un mismo patio niños de 6 años a adolescentes de 14, recuerdo a dos chicos «mayores» amedrentándonos a 3 chicas de 1º-2ª curso (entre 6 y 8 años) que estábamos tan tranquilas sentadas en un banco del patio trasero del colegio (una zona preciosa parecida a un bosque) y que de pronto uno me metió la mano entre las piernas. Las cerré inmediatamente y mis compañeras hicieron lo mismo antes de que se le ocurriera hacer lo mismo con ellas.
      Con este par se me dio otra anécdota, aunque no de índole sexual, saliendo un día del colegio tras una actividad extraescolar (debía ser invierno, porque debían ser las 18h-19h y era de noche). Como vivía cerca mis padres nunca venían a recogerme, así que iba sola hasta casa, y ese día coincidí con ellos en la salida. Tras un rato «acompañándome» diciéndome no sé qué, me cogieron la diadema que llevaba en la cabeza y empezaron a jugar a pasársela, a vacilarme con que la cogiera. Yo nada más repetía que me la devolvieran, que era de mi madre. Al cabo de poco, un hombre que había ido a recoger a su hijo/a intervino. Ellos tiraron la diadema al suelo, yo la cogí inmediatamente y salí corriendo hacia mi casa sin darle siquiera las gracias al hombre.
      Pánico, sentía pánico ante ese par, y hoy en día pienso, de no haber intervenido ese hombre, ¿qué habría pasado? ¿Hubiera quedado sólo en un «juego» y ya está? O incluso, ¿qué debe ser hoy de ellos, en qué se habrán convertido?
    • Abusón de clase: Cuando tenía 7-8 años mi padre nos apuntó a mi hermano y a mí a clases de karate. Coincidencias, a esa misma clase iba un chico de mi clase del colegio, con el que nunca había tenido problemas. Al principio, aunque las clases eran monótonas, todo iba bien, hasta que mi hermano dejó de ir a karate y mi compañero de clase empezó a tocarme el culo cada vez que tenía ocasión. Me encaraba a él, pero continuaba. Entre la monotonía de las clases y el plasta del compañero, decidí dejar yo también karate. No volvió a tocarme más. Juro que a día de hoy aún no entiendo si es que le daba un ictus cuando me veía con el kimono o qué cojones le pasaba por la cabeza al chaval.
    • El hijo del poli: Entre los vecinos de las 60-80 viviendas, había algún que otro poli, uno de ellos con un hijo adolescente cuando yo debía tener 9-10 años. Debía tener el olfato de poli de su padre o es que quedábamos con él a determinada hora en mi portal, pero el caso es que mi hermano y yo teníamos la costumbre de bajar deslizándonos por la barandilla y en más una ocasión la mano del vecino-hijo-de-poli estaba al final de la barandilla esperando para agarrarme bien entre las piernas. También, en otra ocasión, jugando en el patio me torcí el tobillo y este vecino se ofreció a llevarme en brazos hasta mi casa. No había recorrido ni la mitad del camino cuando empezó a manosearme, así que le dije que me dejara y tuve que revolverme y patalear en su brazos para que me soltara y poder seguir el camino cojeando sola hasta casa. Más tarde, no sé el tiempo exacto, mi propio hermano mencionó la situación (no sé si contada por el vecino o si es que él lo vio) mofándose de mí y yo no fui capaz de hacer nada más que negarlo, avergonzada.
    • Oferta laboral: Con quince años, lugar y vida nueva, al volver para casa por una calle vecinal, me crucé con un coche parado y un hombre apoyado en éste mirando un mapa. Me preguntó cómo llegar a un lugar conocido por ser un local de ocio nocturno y que estaba cerca (era su nuevo negocio (?)). Tras indicarle, no sé muy bien cómo ni por qué (supongo que me hizo la oferta de trabajo), acabé dándole mi número de teléfono móvil. El caso es que días después quedamos solos en el local, me lo estuvo enseñando y explicándome su plan de negocio. De pronto me dio un top negro de publicidad y me dijo que me lo probara, incluso me indicó que fuera tras una especie de cristal ahumado, que ahí no me vería. Dije que ni de coña y me fui al baño, bien cerradita a probármelo y salí con él puesto. Me dijo que me quedaba muy bien blabla y me preguntó que si nunca había participado en un concurso de Miss Camiseta Mojada… Si ya me parecía ligeramente rara la situación eso me lo pareció más aún, pero no lo suficiente como para «acojonarme» y me interesaba trabajar y ganar dinero. Ante la dudas, le pedí consejo a mi madre, quien me respondió con un «tú verás». Finalmente, fue la vecina a la que le cuidaba los niños la que hizo de madre, aportó sentido común y me dijo que me alejara, que no era normal esa situación, y así lo hice. Aunque en esta anécdota no hay acoso como tal, me asombra cuán inconsciente era y podía ser capaz de estirar una situación aun viendo que algo no encajaba.

    Tras rememorar todo esto y con la intención de compartirlo por primera vez, aunque sea en un formulario anónimo a un periódico, veo que el título real de dicho formulario es <<¿Has vivido alguna experiencia de acoso sexual o de abusos en el trabajo o en un lugar de aprendizaje?>>. Supongo que, con la cercanía de la huelga feminista, lo que quiere El País son experiencias de abuso dentro del trabajo o dentro de un lugar de aprendizaje que apoyen/contradigan la lucha feminista y su huelga. Mis casos no han sido exactamente dentro de estos entornos y no creo que acepten la vida como «lugar de aprendizaje», pero no creo que queden fuera de dicha lucha y la necesidad de reconocimiento de la mujer como un igual al que respetar.
    Por otro lado, me planteo que si en mi infancia yo pasé por las situaciones mencionadas, yo sola, en un periodo tan breve, ¿cuántas chicas, mujeres o niñas con las que me cruzo al cabo del día habrán pasado por situaciones similares e incluso peores? Si yo, que siempre he vivido en lugares pequeños y seguros, tengo estas historias, ¿qué será de las niñas que viven en lugares de más riesgo? Porque, sinceramente, no creo que sea yo un caso aislado o de mala suerte. Es más, ni siquiera he tenido jamás conciencia de haber sido «abusada», aunque es innegable que he vivido situaciones abuso.

    PD: Disculpadme si este no es el lugar correcto del foro para este tema.


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    Indignada
    Invitado
    Indignada on #144629

    Sabes qué? He vivido muchas situaciones parecidas y hasta que no has descrito todo esto ni siquiera había reparado en ellas como acoso. Tienes toda la razón.
    Lo que quiero decir es que pasan desapercibidas situación que claramente NO SON NORMALES.
    Yo tengo 30, no se qué edad tendrás tú.

    Hoy, he podido leer a mujeres jóvenes, compañeras de mi cole, o antiguas amigas del barrio, poniendo imágenes en redes del tipo: yo no hago huelga porq no hace falta. No necesitamos el feminismo, que no somos víctimas y y que no odiamos a los hombres.

    De verdad, que me entristece.

    Por ellas y por nosotras, y por todo lo que ocurre que para nada es normal es por lo que hay q salir a las calles y luchar.

    De verdad, gracias por tu post

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