Yo no si a veces os pasa, pero a mí me pasa muchísimo: me vuelvo loca intentando buscar explicaciones a actitudes, palabras y miradas que no entiendo y que me descolocan por completo.

Y esta ansiedad me puede durar literalmente meses; cuando me levanto, cuando voy en el metro, cuando intento conciliar el sueño: mi cabeza funciona a 20.000 revoluciones para entender lo que no está en mis manos y el resultado es siempre el mismo: nunca entiendo nada.

Y eso es precisamente lo que me pasó durante cuatro meses contigo. Tus palabras, que un día decían una cosa y al día siguiente otra, terminaron por volverme loca. Mis audios de WhatsApp a mis amigas superaban siempre los cinco minutos, contando todo lo que me decías y callabas como si, de tanto repetirlo, pudiera encontrarle una explicación (lógica o no).

Y la explicación, amigas, nunca llega. Cuando parecía que todo empezaba a cobrar algo de sentido, aparecías de nuevo con un giro de 180º, con un nuevo cambio de opinión, un nuevo adiós (spoiler: siempre era un hasta luego), un castigo en forma de silencio o directamente, cuatro párrafos mal escritos que atacaban directamente a mi autoestima.

Lo peor de tener que lidiar con esta clase de personas en la vida es que, tratando de buscarles sentido, terminas por quitarle sentido a tu propia vida. Todo lo que haces, dices o planeas gira en torno a lo que tu cabeza piensa que podrá venir después. Empiezas a cambiar tu actitud para ver si así das en el clavo y terminan de una vez por todas todas esas idas y venidas que consiguen descolocarte hasta en lo esencial: en vivir.


Lo que más me duele de todo es que ahora, que la despedida es definitiva, sigo sin comprender nada; sigo sin entender qué puede pasar por la cabeza de alguien a quien tienes en un pedestal para hacer tanto daño aún sabiendas de que lo está haciendo. Y lo que aún es peor; sumergidas de lleno en nuestra peor pesadilla, somos literalmente incapaces de bajar del pedestal al que no se merece ni el escalón. 

Porque cuando tratas de entender lo incomprensible, terminas definitivamente por desatenderte y desentenderte de ti.

 

Iraide Olalde

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