Allá a mediados de los ‘90 aparece una Boy Band a la que muchas en un primer momento repudiamos. De repente había niñas que cambiaban a las idolatradas Spice Girls por los nuevos BackStreet Boys convirtiéndose en unas traidoras. 

Esta sensación de deslealtad fue transitoria, pronto cambiaríamos todas de equipo (a no ser que seas de las que eligió a NSYNC, ¿qué clase de equipo era ese para elegirlo?).

De un día para otro la “Súper Pop” que comprabas los domingos en el kiosco cambia sus portadas de “Las chicas picantes” por “Los chicos de la calle de atrás”.

Y mira tú, parece que empiezan a gustarte. ¿Quién podía resistirse a esas tapas de revistas llenas de color, con los titulares en rosa fucsia, azul eléctrico o amarillo chillón, que traían de regalo un colgante con la cara de los cinco o esas fotos coleccionables que pondrías en algún marco en tu habitación cerquita el megapóster “firmado” por ellos?. 

Al principio todas queríamos emparejarlos, Nick con Emma (por peques y rubios), Kevin con Victoria (por pijos y estirados), AJ con Mel B (por malotes y salvajes), Brian con Geri (por líderes) y Howie con Mel C (por descarte), aunque esto podía cambiar de un colegio a otro.

Y entonces dejamos de querer ser una Spice para casarnos con un Back. Esto es así. 

Ellos nos demostraron que para gustos colores. Cada niña tenía un favorito y era indiscutible que el suyo era el mejor, el más guapo, el que mejor cantaba y el que mejor bailaba. Y ninguno se quedaba sin fan.

Qué drama cuando alguien osaba decirte que cantaban en “playback”.

Porque tú los habías visto en el programa de Nieves Herrero con sus petos vaqueros y cantaban en directo. 

Y los habías visto en “Sorpresa, Sorpresa” y también cantaban directo cuando Isabel Gemio les daba paso entre un público adolescente (al que evidentemente odiabas porque la envidia es muy mala) y ellos entraban al plató a darle la sorpresa a una fan (a la que odiabas todavía más, lógicamente) y empezaban a cantar como los dioses. Y se subían en aquella escalinata y nos deleitaban con “Dónde quieras yo iré” con una pronunciación a la altura de primera clase de español…¡Ay! Ahí ya te morías de amor…porque todas sabíamos que ellos a las fans que más querían eran las españolas (pobres ilusas).

 

En el ‘98, con la gira mundial “Backstreet’s Back Tour” llegan a España y algunas tuvimos la suerte de vivir lo que sería para siempre un recuerdo inolvidable. 

 

Regalo de nuestros padres rondando las 2.900 ptas arriba o abajo, que cada una experimentamos de diferentes maneras. Las que ya tenían edad de ir con sus amigas a pista, se engalanaban con sus mejores ropas y se escribían el nombre de su favorito en la frente. Y las que todavía no teníamos esa edad e íbamos acompañadas de nuestros padres…

Esos padres que tuvieron que aguantar horas de cola para que tú pudieras ver a tus ídolos. Esos padres que tuvieron que aguantar dos horas de concierto viendo como llorabas por ver a cinco críos cantar (¡el amor no tiene límites!).

Hacías fotos con la cámara para que después no se viera absolutamente nada al revelarlas…pero tú podías presumir de que habías estado ahí, a metros de ellos.

Pasa la vida y seguramente el fenómeno fan que sentías descienda de forma considerable, pero siempre los recuerdas con muchísimo cariño. Algún sábado para hacer limpieza te pones sus temas más míticos y cuando Bershka saca una camiseta de ellos eres la primera que la quiere en su armario.

Eres “adulta” y tu ídolos de la infancia vuelven a tu país…Fue el mejor regalo que le pude hacer a mi mejor amiga por su último cumpleaños soltera, las dos habíamos vivido en ciudades distintas ese concierto de niñas.

Y aunque el fanatismo no es el que era, la ilusión con la que lo vivimos sí lo fue. 

Volver a ser dos crías ilusionadas por ver a los Backstreet Boys.

Volver a vestirnos camisetas con sus caras.

Volver a vivir horas de cola y hacer amigas en ésta.

Volver a sentir una emoción impresionante cuando abren las puertas de acceso.

Miras a tu alrededor y todas las que hace más de 20 años éramos unas crías, ahora somos mujeres que acuden al encuentro con sus hijos, con amigas y muchas (muchísimas) esperando un bebé.

Y vuelves a cantar desgarrándote la voz “As long as you love me”, y vuelven a cautivarte con la versión en español de “Nunca te haré llorar”, y vuelves a llorar con imágenes que proyectan de los ‘90. 

No voy a defender que sean los mejores cantantes de la historia (evidentemente), pero qué bonito es poder escuchar canciones que nos transporten de una forma tan descomunal a aquellos tiempos, en los que nuestra mayor preocupación era que no nos tocara repetida una de sus fotos.

“Nunca te haré llorar, nunca te haré cambiar. Prefiero morir, que vivir sin ti”… 

A ver, así… ¿Quién no los adoraba?

Marta Freire