Un día eres joven y al día siguiente quieres sartenes que no se peguen. Como la vida misma, amigas. Por si pensabais que todavía erais unas jovenzuelas despreocupadas y marchosas, sabed que estáis empezando a desarrollar (sin daros cuenta) vuestro lado señoril. ¿No me creéis? Echadle un ojo a esta lista llenita de cosas de abueli que un día pensasteis «YO NUNCA tendré tal cosa» y en cambio ahora ocupa un rinconcito en vuestra nueva vida.

Por ejemplo, la bata. Sí, esa bata de andar por casa. No hablo de las batas de seda cuya única utilidad es tapar lo justo y necesario. Me refiero a la bata abrigadita esa que te lo cubre tó y que de sexy no tiene nada, pero que es un must de invierno en la pasarela de tu casa.

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Exacto. Sigamos con el vestuario: seguro que hay en tu armario invernal unos calcetines ultra suaves y esponjosos (si son de dibujitos, mejor que mejor) que usas para que no te coja el frío. Ajá. A juego con unas pantuflas. Con esto ya tenemos el kit oficial de andar por casa de todas las damas de mediana edad. No pasa nada. Mejor cómoda que mal acompañada.

Pasemos ahora al baño. Otro accesorio que se ha hecho indispensable es la toalla del pelo. Pero no cualquier toalla, esa toalla que es específica y únicamente para le pelo:

 

Esto es una maravilla. No tienes que comprimirte ahí el pelo sin poder agachar la cabeza por miedo a que se te deshaga el turbante. Con esta toalla se acabaron los problemas. Pero tenemos que admitir que parece el típico artículo de teletienda.

Seguro que también tienes el típico kit de costura que te dio tu madre hace mil años y que igual ni siquiera lo has utilizado aún, pero ahí está. Chica prevenida vale por dos. Si además lo tienes dentro de esta caja de galletas: well done! Has superado este nivel, puedes ir a recoger tu corona de señora:

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Si lo tienes guardadito en un cajón que ni te acuerdas de donde está, tranquila, aún no has llegado al nivel 10. Pero sigue leyendo.

¿Tienes una taza favorita? Pues apúntate el tanto. Antes nos daba igual si taza, vaso, copa lo que fuese. Total, para hacerse un cubata todo vale. En cambio ahora tenemos una taza que es LA TAZA. Aquella que tienes ahí como oro en paño porque tiene la medida PERFECTA. Incluso puedes tener varias tazas perfectas según para qué cosas: la taza para el café, la taza para el té, la de los cereales… y lo más importante: si alguien las utiliza para otra cosa, HORROR. Además de la taza, tienes también tu ketel o tetera para infusiones. Desde que descubrí este artilugio, mi vida ha cambiado. Ya no tengo que pasar minutos sin sentido esperando a que hierva el agua en la olla. Por supuesto, la ketel la usamos para algo: infusiones de todo tipo. ¿Os acordáis de la hierbas? Pues eso.

Y por supuesto, tu vino favorito. Hemos pasado de las tardes de cañas y pinchos a las catas de vinos. Tras tanto catar, que con la tontería nos hemos cogido más de una melopea nosotras solitas un sábado por la noche, al final hemos encontrado un vino que cumple todos los requisitos: no da demasiada resaca, no te da dolor de cabeza a la media hora, no es demasiado caro porque vas a usarlo mucho, y lo más importante: no sabe a madera.

Por último, pero no por ello menos importante: EL CARRITO DE LA COMPRA. Este es el elemento definitivo. Antes yo iba a la compra tan pancha, cargando con mis bolsas y mi papel higiénico por ahí, pero desde que descubrí el carro… no more drama. El drama vino después, cuando las señoras de mi barrio se empezaron a parar a hablar conmigo para hacer ‘charlas de carro’. Vamos, que aparcan el carro al lado del tuyo y te preguntan por tu vida y se enrollan durante media hora a hablar contigo, porque ahora, gracias al carro, por fin se ven reflejadas en ti.