Vibradores y mininos no son aptos para el mismo espacio, te lo digo ya.

Los gatos son unos animales observadores, independientes e hijos de puta por naturaleza que tienen el don de hacer lo que quieran cuando quieran, sin tener en cuenta que a veces hay límites.

He adoptado a un gato precioso y adorable. Estamos acostumbrándonos el uno al otro, pero la otra noche tuve un altercado con él que casi acaba como el rosario de la aurora.

He tenido sexo y me he masturbado en otras ocasiones con el minino rondando por casa, y no ha movido ni una pestaña. Sin embargo, los vibradores no son de su agrado.

Te describo lo que pasó para que te hagas una idea de mi desgracia.

Me meto en la cama, cojo de la mesita uno de mis juguetes y me pongo al lío. De repente, me veo a mi peque a lo lejos como si estuviera poseído. Caminaba de lado y de sus fauces salía un sonido extraño, como si se estuviera arrancando una moto.

Se subió a la cama y estaba erizado, se me ocurrió tocarle, pero me atacó. La gracia es que yo estaba tan en el lío que ni se me ocurrió apagar el cacharrito.

Total, que lo tenía dentro y  yo lo estaba moviendo. Entonces, el misino se fue acercando para poder cazarlo y me metió tal zarpazo en la parrusa que del grito que pegué se habrá enterado hasta Putin.

Mis aullidos asustaron a la pobre criatura y vino a verme, pero no tenía yo claro eso de darle amor en esos momentos. El juguetito andaba por las sábanas y el intrépido cazador lo encontró. Yo, que soy muy lista, me di cuenta de que si estaba apagado, solo lo olía y no intentaba tocarlo, pero si lo enchufaba, volvíamos a la batalla campal.

Una persona en su sano juicio lo hubiera guardado y se hubiera ido al baño a curarse, pero como esa no soy yo, me puse a jugar con el peque como si mi pollón fuera un sable láser y él usase la fuerza para defenderse.

Al menos ya he aprendido que el minino siempre vence.

Anónimo.