Hola reinas. Me gustaría contaros mi experiencia con la dermatitis y como esto me hizo sentir a nivel personal y social.

En primer lugar decir que siempre he tenido una piel un poco especialita. Ya sabéis, lo típico, piel atópica en los brazos, algún granito de vez en cuando, unas pocas cicatrices, mucho cuidado con el sol, etc etc. Nada nuevo o extraordinario.

Mi relación con la dermatitis como tal empezó hace unos dos años. Yo tenía 22 primaveras y estaba en mi cuarto curso de carrera. Todo surgió a raíz de una serie de acontecimientos que me provocaron mucho estrés y preocupación. De repente empezaron a salirme rojeces en la cara, sobre todo en la zona de la barbilla y en los mofletes. Al principio pensé que era algo esporádico y temporal debido a los nervios que tenía en ese momento.

Pero la cosa no quedó ahí, ya que esas rojeces pasaron a ser heridas y lo que yo pensaba que era temporal resultó ser permanente. Las heriditas iban y venían depende de mis estados de ánimo y del clima, el frío las ponía rebeldes. Yo usaba mis cremas hidratantes habituales aunque estas no parecían hacer ningún efecto.

 

Me dolía y picaba la jeta día si y día también por lo que decidí ir a un especialista para que me ayudara y fue cuando me confirmaron que tenía un problema de dermatitis. En estos últimos dos años he pasado por la consulta de tres dermatólogas diferentes, hasta que la última de ellas dio con la tecla y tengo la cara más suave y limpia que los mofletes de un bebé. Simplemente el tratamiento adecuado da resultados, solo que cada piel es un mundo y puede ser difícil encontrar uno efectivo.

Eso sí, nada de maquillaje y crema solar especial. Este verano mi primo pequeño me preguntó que por qué tenía el cuerpo moreno y la cara blanca. Así es la cosa señoritas, pero merece la pena.

Dicen que la cara es el espejo del alma, y en parte es una verdad como un templo. En los brotes más fuertes me sentía débil y cansada, aunque en realidad no tuviera nada que ver con mi salud física en general, pero era incómodo el picor y el dolor y las sensaciones que me producían, todo esto me impedía hacer una vida totalmente normal.

Estéticamente me daba un poco igual, no consideraba que me afeara o que debiera tapármelas con maquillaje, y menos mal porque eso lo hubiera empeorado todo. Sabía que no era algo 100% permanente aunque vaya a tener que lidiar con ello toda mi vida, habrá ocasiones en las que esté peor y otras en las que no habrá rastro, para eso tengo un tratamiento.

No suponía un problema estético para mi aunque parecía que para mucha gente si. Iba andando por la calle tan despistada como siempre o cuando salía de marcha un sábado noche con mi pequeño rostro lleno de heridas y muchas personas se quedaban mirando. ¡Y no pasa nada! Tenemos ojos para mirar, pero no hace falta ser descarado, ni pasarse mirando. Normalmente me daba igual, pero cuando tenía una crisis y me dolía la cara como si me estuvieran frotando con una lija del 8, pues me molestaba un pelín ¡ES DERMATITIS NO UN VIRUS ZOMBIE! Para ser sincera hubo ocasiones en las que incluso me tuve que reír. Por ejemplo un día de finde que salí con unos amigos, yo tenía la cara fatal pero eso no me impidió salir a divertirme. Fui al baño a hacer pis y todas las chicas que se unían a la cola me miraban sorprendidas (y no las culpo, parecía una serpiente mudando la piel), luego apartaban la mirada nerviosas, supongo que no querían que me ofendiera o me sintiera mal.

Muchas veces nos fijamos en alguien por una u otra razón estética y no nos damos cuenta que a lo mejor la otra persona lo está pasando mal.

Dermatitis, acné, piel atópica, manchas, cicatrices, ojeras, arrugas… ¿Qué más da? La fachada no representa el interior. Hay que estar sanas, si, pero también vivas, felices y en paz con una misma.

La última bruja