Hace cuatro años yo estaba en el pico más alto de mi trastorno de alimentación. Me daba atracones de comida a diario y el día que me veía yo con las fuerzas suficientes como para resistirme me venía toda la ansiedad de golpe y no podía dormir. De hecho, para mí, esa era mi mayor preocupación: si no dormía, al día siguiente no podría rendir en el trabajo, así que acababa cayendo de nuevo en el atracón. Me pasé unos seis meses de mi vida comiendo hasta caer dormida. Todos los días.

Un día me planté y decidí contar lo que me pasaba. Pedí ayuda a mi madre y enseguida me buscó un buen psicólogo y un buen psiquiatra. Ante una situación como la mía, el psiquiatra me explicó que antes de empezar a trabajar el trastorno debía estabilizarme. Para ello, me recetó dos tipos de pastillas diferentes: una para la ansiedad y otra para poder dormir.

insomnio

Estuve medicándome año y medio y cumplí a rajatabla todo lo que me dijo mi médico: al principio había que ir aumentando la dosis poco a poco y a la hora de dejarlo debía ir reduciendo la dosis paulatinamente también. No puedo hablar de cómo me habría ido sin medicación puesto que no puedo desdoblarme y vivir dos vidas paralelas, pero a nivel personal creo firmemente que haber tomado esas pastillas me ayudó mucho, sobre todo a dormir y a descansar, algo que creo esencial a la hora de reducir el estrés y la ansiedad en el día a día. Gracias al trabajo con el psicólogo mis atracones desaparecieron por completo, así que el psiquiatra decidió eliminar mi medicación y ahora ya hace un año que no tomo nada de nada, aunque sigo acudiendo al psicólogo quincenalmente.

Hasta aquí todo se reduciría al maravilloso relato de mi buena relación con las pastillas recetadas por psiquiatras, pero quiero ir más allá. Porque últimamente me he topado sin querer con varias conversaciones y debates en internet en los que gente que no tiene un título de medicina, a ver qué os íbais a creer, recomendaba, por no decir que exhortaba firmemente a no tomar las pastillas que manda un psiquiatra.

Todos tenemos nuestros gustos, nuestras opiniones, nuestras experiencias, nuestros deseos y nuestros prejuicios. Pero no todos tenemos una carrera de medicina con la especialidad de psiquiatría. No me cabe en la cabeza que una persona se vea casi en la obligación de aconsejarle a otra sobre medicamentos. Porque no estamos hablando de si nos va mejor para el catarro la Couldina o el Frenadol. Estamos hablando de psiquiatría, algo bastante serio que todavía muchísima gente sigue tomándose a broma.

Y si solo fueran las cuatro paletas de turno, pues mira chica, todavía. Pero cuando, por ejemplo, gobiernos autonómicos aconsejan también pasar de la medicación, entonces yo me vuelvo loca y me llevo las manos a la cabeza y me pregunto qué coño nos está pasando. (Gracias a @Nurvios por el chivatazo)

C5Ibbd1XUAALmnN

Tal y como rezan estos maravillosos carteles, los duelos, los desamores, los estreses de los exámenes o las desilusiones no son más que la vida misma. Y es verdad. Pero del mismo modo que hay personas a las que una gripe les pasa como un catarro fuerte y otras necesitan una semana entera de cama, igual que hay mujeres que paren y a los cuatro días están con toda la marcha del mundo y otras necesitan varias semanas para recuperarse, exactamente igual que una persona necesita una cantidad de insulina para controlar una diabetes y otra persona necesita otra cantidad completamente diferente, una persona puede enfrentarse a un duelo con más facilidad, y otra podría verse ahogada en él. Yo, por ejemplo, no podía dormir a causa de la ansiedad. Me recetaron unas pastillas, me las tomé y ni me convertí en un gremlin ni nada. 

Por otro lado, recurrir a un médico no te convierte en una enferma. Si tienes un accidente con la bici y te haces un esguince nadie te diría «te has caído, así es la vida» ni te consideraría un enfermo por estar dos semanas con muletas. Pero la psiquiatría y la piscología siguen aún arrastrando un prejuicio de lo más rancio que frena aún a muchas personas a ponerse en las manos adecuadas cuando verdaderamente lo necesitan. Y cuando una persona verdaderamente necesita a un médico y no acude a él está poniendo en riesgo su salud. 

Eso sí, igual que digo que «la gente» no es nadie para reprochar o contradecir las indicaciones de un psiquiatra (o de cualquier otro médico), yo tampoco soy nadie para defender a muerte las pastillas del psiquiatra. Yo solo cuento mi experiencia. A mí me fue bien. Es probable que haya personas a las que le fuera mal. Pero me parece que hay que ser bastante tonto, y en este caso tonto es la palabra correcta, para fiarse antes de un desconocido o de la Junta de Extremadura que de un médico. Si el médico te receta pastillas, él sabe por qué lo está haciendo. Si no te sientan bien, siempre puedes comentárselo para que te reajuste la medicación. Si no crees en la medicina y sigues pensando que los psiquiatras son cuentos chinos, allá tú. Pero que no se te olvide que no eres absolutamente NADIE para decirle a otra persona si debe o no debe medicarse, ni tampoco que el mundo no gira en torno a tu opinión.