Esta experiencia es tan triste como real. Cuando di a luz a mi primera hija, me quedé ingresada en el hospital el tiempo establecido.

Cuando me subieron a planta con mi pequeña, mis compañeros de habitación estaban a punto de ser dados de alta. Estuvimos hablando con ellos y todo genial. Después de comer se fueron y nos quedamos solos todo el día hasta las tres de la madrugada del día siguiente.

A esa hora, me despertó el sonido abrupto de abrir la puerta de la habitación para que entrara una nueva compañera de habitación con su bonita bebé en brazos. Venía acompañada por un chico adolescente de unos 13 años que, por lo visto, era hijo suyo también.

Como estaba despierta, le di la enhorabuena y al cruzar la mirada con ella me di cuenta de que estaba llorando y, desde mi punto de vista, no parecía de felicidad precisamente. El motivo lo descubriría instantes después, cuando se abrió de nuevo la puerta dando un fuerte golpe en la pared y apareció un energúmeno gritándole a la mujer que el que mandaba ahí era él, que a ver quién coño se había creído que era y que esa bebé que acababa de nacer era más suya que de ella. Amenazó con volver al día siguiente y cerró la puerta de un portazo.

Inmediatamente, la chica se levantó de la cama como pudo y fue a llamar al personal sanitario para pedir el alta voluntaria, a lo que la enferma que le atendió le respondió sin preguntar el motivo, que ella se podía ir si quería, pero la bebé se tenía que quedar.

Os prometo que con ver esa escena me quedé helada y no volví a pegar ojo en toda la noche.

A la mañana siguiente, ya era el día en el que nos iban a dar el alta a nosotros, así que llamé a mi hermana para que viniera a quedarse con la pequeña mientras bajábamos a inscribirla en el registro. Cuando estoy sentada esperando mi turno para la inscripción, veo que entra el energúmeno y que se dirige al ascensor con cara de pocos amigos. Inmediatamente, llamé a mi hermana y la avisé para que tuviera cuidado.

Cuando subimos de nuevo, la chica había salido otra vez a pedir el alta y en la habitación estaban la bebé, el adolescente y el hombre.

A mí ya me entraron las prisas y salí al mostrador cuando ella entró a pedir que me aceleraran el alta y avisé de que tuvieran cuidado porque el hombre no tenía buenas intenciones. A lo que la del mostrador me contestó que claro, por eso estaba venga pedirle el alta y yo me quedé a cuadros.

Le pedí a mi hermana y a mi marido que empezaran a bajar las cosas al coche porque la señora del mostrador me había dicho que iban a adelantar mi alta. Así que, cogieron todos los bártulos que pudieron y empezaron a bajar.

Cuando nos quedamos solas empezó lo peor. Él empezó a insultarla sin ningún reparo, a amenazarla con rajar a la bebé o tirarla por la ventana, a insultar al chico que iba con ella diciéndole de todo y nada bueno. A lo que la mujer solo era capaz de llorar y salió de nuevo intentando escapar de toda aquella situación.

Fue ese momento exacto en el que el tío asqueroso cerró la puerta de la habitación por dentro y empezó a amenazar al menor. Os juro que estaba muerta de miedo y que realmente temí por la vida del niño y la de la bebé, pero obviamente si algo pasaba intentaría intervenir como pudiera.

Por suerte, empezó a llamar a la puerta una enfermera que venía a valorar la audición de los bebés y el chico abrió la puerta.

Al entrar ella, el energúmeno maltratador salió y le pedí encarecidamente a la enfermera que ayudaran a la chica. Le conté lo que había pasado, todo esto a susurros y, una vez más, nadie hizo nada.

Pedí de nuevo mis papeles del alta y dije que iba a abandonar la habitación por lo que había sucedido y que esperaría mis documentos en la sala de espera con mi bebé en brazos.

Una de las veces que fui de nuevo al mostrador, porque ya estaba esperando más de una hora, se escuchaban los gritos de la habitación desde fuera. La mujer del mostrador me dijo que claro, no podían hacer nada porque el individuo en cuestión era más que conocido en el barrio y le tenían miedo. Yo le dije que la chica probablemente estuviera en peligro y me dijo que no porque habían ido sus padres.

Dos horas y media después, me dieron los papeles del alta y me fui y la chica que me los dio me dijo que iban a venir los de seguridad porque los gritos molestaban a los de la habitación de al lado. De nuevo me quedé de piedra, pero me fui tranquila al ver llegar a los de seguridad, al menos esa mujer podría respirar, aunque solo fuera un rato.