Yo también era de las que decían: ‘Relájate y te quedarás’

 

Por circunstancias de la vida la gran mayoría de mis amigas son unos cuantos años mayores que yo. A mí me encanta que sea así porque, como van por delante de mí, yo voy aprendiendo y tomando notas gracias a sus aciertos y a sus errores.

En realidad, no hace falta ni que coja apuntes, las tengo siempre ahí para ayudarme con su sapiencia.

Mis chicas me aportan seguridad y sus experiencias siempre me sirven para ir sobre aviso y más atenta a cómo voy viviendo las mías propias.

Fue así con la última etapa de mis estudios, con mis inicios en el mundo laboral, con las relaciones, con mi boda…

No importa a qué me fuera enfrentando, por lo menos una de mis amigas había pasado por ello o algo similar con anterioridad.

De cualquier forma, a pesar de que ellas siempre han sido la avanzadilla mientras yo me quedaba instalada en la retaguardia, también he intentado estar siempre ahí para ellas. Apoyándolas y animándolas. Celebrando las victorias y buscando lo bueno en los momentos más amargos.

Incluso cuando, casi al mismo tiempo, la mayoría decidieron iniciar la búsqueda del bebé.

Por pura estadística en nuestro grupo ha habido quien se ha quedado a la primera, quien ha logrado ser madre después de sufrir varios abortos, quien tardó más de un año en ver el test positivo y un par que todavía no lo ha conseguido y hace tiempo que ya no saca el tema.

Han sido tantas, y sus vivencias al respecto tan variadas, que aquí una ya se sentía una experta en concepción, embarazo, parto e infertilidad. Y, en consecuencia, experta en repartir consejos en relación con todos esos asuntos.

 

Yo también era de las que decían: ‘Relájate y te quedarás’

 

Hasta que, después de mucho tiempo hablando de lo que no sabía, fui yo la que se puso a buscar el embarazo. Según mis cálculos, por pura estadística me tocaba ser de las que tardan entre seis y doce meses en lograrlo. A ojo de buen cubero y porque yo lo valía, pero el caso es que estaba convencidísima.

Menudo bajón al ver que habíamos pasado esa barrera y todavía nada de nada. Pasaron seis meses, doce, año y medio, dos años… nada.

Y mis amigas, que estaban al tanto de mis intenciones, me preguntaban de vez en cuando y me decían que no me preocupara. Que ya llegaría. Que cuando me relajara me quedaría embarazada.  

Ya. Yo también era de las que decían: ‘Relájate y te quedarás’

Yo también era de las que decían: ‘Relájate y te quedarás’
Foto de Nataliya Vaitkevich

Es más, creo que llegué a decir cosas peores. Cosas como ‘si venía mal, mejor perderlo ahora que más adelante’. O ‘eres joven, puedes volver a intentarlo’.

Lo recuerdo y me dan ganas de darme una colleja.

No me la doy porque sé que no lo hacía con ninguna mala intención. Al contrario, pensaba que hacía lo correcto.

Al igual que mis amigas y otras personas de mi entorno. Sé que cuando me dicen que me relaje, lo hacen convencidas de que funcionará. Que cuando me dicen que me olvide, que no piense en ello, su única intención es que lo intente con todas mis fuerzas porque es lo mejor para mí.

Mi chico y yo nos hemos hecho pruebas y, por lo visto, en principio no hay nada que nos impida concebir. Parece que esté todo bien. Será mala suerte, que no acertamos. Será cuestión de seguir intentándolo. O quizá sea cuestión de relajarse, claro.

 

Yo también era de las que decían: ‘Relájate y te quedarás’

 

No lo discuto. Es solo que, ¿cómo lo hacemos? ¿Cómo lo hago? ¿Cómo me relajo, me olvido y no pienso en ello?

¿En qué debo pensar cada mañana cuando me tomo la pastilla de ácido fólico? ¿Y cuándo me hago los test de ovulación? O cuando no los hago y siento que estoy desperdiciando oportunidades. ¿Cómo?

¿Qué hago cuando me viene la regla después de haberse retrasado un par de días? Cuando me duelen los pechos más de lo que me parece normal. Cuando me quedo en la cama tumbada después de hacerlo para no precipitar la salida del esperma.

¿Cómo me relajo cuando la situación me puede y el cuerpo me pide uno de esos cigarros que no fumo desde que empecé con esta historia? O cuando me ofrecen una copa de vino y yo la rechazo por si acaso.

¿Qué hago?

 

Yo también decía ‘relájate y te quedarás’. Básicamente porque no tenía ni la más remota idea de lo imposible que resulta relajarse.

 

 

Anónimo

 

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