¿Os ha pasado alguna vez, que estáis tan enganchados a una serie o una peli, que os enamoráis hasta las trancas de alguno de sus personajes? No hablo de que os guste físicamente u os llame la atención. Os hablo de enamoramiento. Es más, ese sentimiento va creciendo a medida que avanza la trama, y te tiene embobado delante de la pantalla. Casi sin pestañear.

De repente, pensáis en que sería perfecto para vosotros. Su forma de pensar, su forma de actuar, su sonrisa, todo os parece adorable. Esperáis ansiosos las escenas en las que sale vuestro personaje favorito, e incluso rebobináis para encontrarlas. Además, os fijáis en su ropa, en su peinado, y hasta os imagináis cómo sería conocerlo en la vida real. Os gusta tanto, que os olvidáis de que son actores interpretando personajes. Ni siquiera os gusta el actor o la actriz en sí, os gusta ese maravilloso personaje que ha creado de la nada, y que te provoca cosquillas en el estómago.

¿Soy la única persona que está perdiendo la cabeza?

¿Te da vergüenza comentarlo con alguien, porque ya estás un pelín obsesionado? No tiene por qué, pasa más de lo que te imaginas. Diría que es todo un halago para la persona que lo interpreta. Ha creado a alguien tan real, que lo llegas a aceptar como alguien que existe y tiene vida propia. Ha hecho un trabajo perfecto. Lo idealizas durante un tiempo, pero en algún momento debes aceptar la realidad. No existe, pero tampoco pasa nada. Siempre te quedará su trabajo, sus escenas maravillosas, los sueños en los que aparece y te confiesa su amor, su estilo y su sonrisa. ¡Ay, esa sonrisa!

Larga vida a los personajes mágicos y los enamoramientos platónicos que marcan las distintas etapas de nuestra vida y, que en definitiva, nos ayudan a conocernos mejor a nosotros mismos.