Qué poco se hablan sobre algunas cosas relacionadas con el embarazo y qué necesario sería que se hiciera a un nivel de tú a tú, de la calle, de que la vecina además de contarte lo bello y empoderante que fue dar a luz, que eso está genial, también te contara otras cosas que, sin ser malas, sí que suponen un reto que las novatas podríamos enfrentar muchísimo mejor si las veteranas nos enseñaran a hacerlo. 

Yo comencé a sentirme menos atractiva desde el mismo principio de mi embarazo. No tardé en notar una hinchazón en el vientre, totalmente nueva para mí, y que me hacía sentir más torpe e insegura. Y esta hinchazón, como podréis suponer, solo va a más. Más allá del cansancio o los cambios en el deseo sexual, que tampoco noté demasiado, estaba el hecho de que me empezaron a crecer las tetas, los pezones tomaron otro aspecto, y comencé a perder un poco de tonificación porque el deporte que era capaz de hacer era muchísimo menos del habitual. 

Todo esto se tradujo en un cambio de actitud ante el sexo. No lo rechazaba, pero me concentraba en darle placer a mi pareja, como un trabajo de mantenimiento que yo disfrutaba pero desde el punto de vista de la persona que proporciona placer, no que lo recibe. Lo de recibir yo lo dejaba fuera. No estaba cómoda mostrando mi cuerpo, y esto a pesar de lo mucho que me repetía mi chico lo guapa que estaba, cómo le atraía, las ganas que tenía de hacerme el amor… yo no estaba contenta con mi aspecto y no había manera de encontrar la confianza suficiente como para entregarme al disfrute. 

Conforme más tripa iba teniendo y más movilidad iba perdiendo, más difícil se me hacía tener relaciones sexuales. Cuando mi pareja me pedía, ya por favor, que le dejara hacerme sexo oral, lo que me echaba para atrás era el aspecto (también cambiante) de mi vulva y el aumento del flujo constante, cosa de la que, por cierto, nadie suele hablar tampoco. Todo esto yo no se lo decía a mi chico, supongo que porque a veces piensas que eludiendo un tema lo estás solucionando, cuando en realidad no es así para nada. 

Por fin, decidí abrirme a él sin tapujos. En cierto modo, tuve que analizar mucho qué era lo que me pasaba, y había algo que estaba ahí desde el principio: mi necesidad de gustar a los hombres. Me di cuenta de que, para mí, el hecho de que un tío me mirara por la calle o se girara cuando pasaba, es decir, la aprobación de mi aspecto por parte de un tío, era lo que me validaba como mujer atractiva. Si no me miraban, si no llamaba la atención, no. Fui consciente de que la condición de embarazada, a mi modo de ver, te quitaba la condición de mujer atractiva; estás embarazada, no estás disponible, no estás en el mercado, y por ende, no existes. Esto me costó muchísimo verbalizarlo de esta manera, pero cuando fui capaz de hacerlo, me di cuenta de lo tóxico que había sido este pensamiento a lo largo de mi existencia. 

Me daba mucho apuro compartirlo con mi pareja, porque son cosas muy íntimas y parece que te haces más vulnerable al decirlas, pero lo entendió perfectamente y, lejos de hacerme sentir extraña por contar algo así, habló de las dificultades que tenemos que afrontar las mujeres debido en gran medida a la cultura en la que vivimos y los valores que se nos intenta inculcar desde muchos puntos tanto mediáticos como sociales, etc. 

Sin embargo, lo más valioso, de todo lo que me dijo, fue lo que vino después. Que la atracción se compone de muchas cosas, y más cuando está construida dentro de una relación de pareja. Que había muchas cosas de mí que le ponían sexualmente y que no tenían que ver con lo visible, así que por mucho que mi cuerpo cambiara, él lo que veía y lo que sentía al acostarse conmigo no cambiaba. Por supuesto que incidió en el hecho de que mi cuerpo no había cambiado tanto como yo pensaba y que estaba estupenda, pero que aunque lo hiciera, aunque mi cuerpo se transformara, como lo hará cara a un futuro (igual que el suyo y el de todo el mundo), la atracción sexual no quedaba encerrada ahí y trascendía. 

Desde que tuvimos esta conversación, mi manera de vivir los cambios en mi cuerpo por el embarazo cambiaron radicalmente y pude disfrutar muchísimo de mi tripa, del sexo y de la vida en general.