Un obstáculo mental es la tendencia de las personas a aislarnos en un pensamiento o circunstancia vital que no solo no aporta nada, sino que además nos roba la iniciativa, apaga la imaginación, y frena nuestro crecimiento. Estás barreras son, a menudo, autoimpuestas. En vez de buscar un término medio, pasamos de intentar controlar por completo nuestra mente a un desorden total, y en consecuencia perdemos las riendas de nuestra vida. Dicho de otra forma, las creencias tóxicas que poco a poco vamos acogiendo en nuestra cabeza, se transforman en una prisión que frena nuestro potencial y mutila nuestra perspectiva.

Si sueles pensar que solo hay una forma de hacer las cosas, si te da pánico descubrir caminos nuevos, o si te centras en lo que puedes perder al margen del éxito potencial, es posible que seas víctima de un bloqueo mental, pero tranquilo, no está todo perdido, darte cuenta de tus zancadillas mentales es el primer paso para dejarlas atrás.

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¿Quién es el culpable?

La culpa es de la voz que resuena en tu mente, de ese Pepito Grillo que no se cansa de repetir «no vas a conseguirlo». Algo que tienes que tener muy claro es que esa voz no eres tú, esas palabras tan desalentadoras ni siquiera provienen de ti mismo, porque son las voces de las personas que te han ido repitiendo a lo largo de tu vida que «no sabes, no puedes» y que, poco a poco, se han encajado dentro de tu cabeza como un virus psicológico.

Si dedicas unos minutos de reflexión es posible que llegues a descubrir quienes son los dueños de tu pesimismo, puede ser ese profesor que te repetía «tu no tienes ni idea de matemáticas, céntrate en las letras», aquel compañero del colegio que te soltó «con esa cara jamás le gustarás a nadie», o incluso un desconocido que desde su coche te gritó «gorda, ponte unos pantalones largos». Inconscientemente, esas duras palabras destrozaron tu autoestima y se quedaron en tu memoria convirtiéndose en autoafirmaciones «propias» cuando en realidad no te pertenecen, son la imagen que alguien tenia sobre tu yo del pasado, un yo que ya ni siquiera existe y que, si lo piensas bien, solo existió en la mente de aquellos que nunca se tomaron la molestia en conocerte de verdad.

¿Tiene sentido dejar nuestras decisiones, y al fin y al cabo nuestra vida, en manos de alguien que no fue capaz de valorar nuestro potencial, que no supo entender nuestra belleza, que no pudo comprender nuestro atractivo?

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Los cuatro obstáculos mentales que no te dejan avanzar

  • ¿Y si mejor lo hago luego?

Dejar para mañana lo que puedes hacer hoy no solo aplaza el miedo, sino que puede hacer que desperdicies oportunidades increíbles. Posponer nuestros objetivos es como escupir hacia arriba, siempre acabamos reprochándonos no haber intentado cumplir nuestros sueños, y ya se sabe lo jodidos que son los «¿y si…?».

Detrás del pensamiento de que no es el mejor momento se esconde el miedo a lo desconocido y, en consecuencia, la falta de motivación, así que acabamos pensando que la elección de procrastinar y dejarlo para después es cosa nuestra, cuando en realidad es obra de nuestra cobardía.

Si tienes una razón para luchar, encontrarás los medios en el camino. Habrá incertidumbre, habrá dudas, habrá riesgos, pero cuando nada es seguro todo es posible.

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  • ¿Y si no me sale perfecto?

La falsa creencia de que «si no eres muy bueno en algo es mejor que no lo intentes» solo ayuda a cerrarnos oportunidades de aprendizaje, de crecimiento y, en términos generales, de éxito. Si no te implicas en planes desconocidos, jamás aprenderás nada nuevo por ti mismo.

Para disfrutar de la vida no es necesario hacer todo de forma impecable, y aunque hay momentos donde el perfeccionismo sí tiene cabida –como el trabajo o los estudios–, en la gran mayoría de ocasiones es un arma de doble filo que nos obliga a dar vueltas en círculo sin avanzar.

Nadie nace sabiendo, el que ahora sobresale ayer practicaba, porque es tu actitud y no tu aptitud la que determina tu altitud.  

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  • ¿Y si fracaso?

«Muchos fracasos ocurren en personas que no se dieron cuenta lo cerca del éxito que estuvieron», y es que la cabeza puede ser el peor adversario. Si te pasas media vida pensando que no vas a conseguir lo que te propones, acabarás poniéndote la zancadilla en cada oportunidad de éxito e, inconscientemente, se cumplirá tu predicción.

Tal vez creas que es sano, pero esa actitud derrotista no te va a preparar para lo peor, va a hacer que pase. Si todas tus iniciativas van de la mano de las ideas de fracaso –en el amor, en los estudios, en el trabajo, en la salud–, tu motivación y tu perseverancia se van a desgastar poco a poco.

La tenacidad es el motor más resistente, pues nos hace disfrutar del arco iris aunque nos estemos empapando por no llevar paraguas.

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  • ¿Y si los demás me juzgan?

Siempre habrá alguien que te va a criticar, si haces algo porque «está mal» y si no lo haces porque «deberías haberlo hecho», así que si ya de por sí te van a juzgar por lo menos que sea por aquello que de verdad querías hacer.

Tal y como dice la fábula de las ranas, «varias ranas subían un árbol mientras el resto comentaban la locura de emprender tal acción. Poco a poco todas las ranas fueron cayendo del árbol, excepto una, que logro subir hasta arriba del todo. ¿Por qué? Porque estaba sorda y no pudo oír los comentarios de las que estaban abajo». No hace falta ser sordo para subir el árbol, simplemente transforma el miedo enjuiciado de los demás en tu motivación.

Es muy sencillo estancarse y permanecer abajo desalentando a los que intentan progresar, lo difícil es atreverse a subir al árbol. Es el momento de decidir, ¿qué rana quieres ser tú?

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Las circunstancias y experiencias que sobrevienen a lo largo de la vida pueden convertirse en barreras, pero tu poder para superar los obstáculos mentales siempre permanece, solo tienes que desenterrarlo.