Siempre me ha encantado la frase que dice que ‘El armario de toda mujer está lleno de nada que ponerme’, primero porque me hace mucha gracia y segundo porque, al menos en mi caso, es una verdad como un templo.

Tenemos armarios enormes llenos de ropa que nos ponemos una vez al año o ni siquiera eso, de los 8 vestidos que tengo, igual me pongo 2 o 3, pero guardo los demás ‘por si acaso’, por si se vuelven a llevar, por si me vuelve a valer, porque me da pena tirarlos… Tenemos 10 pares de vaqueros de los cuales sólo nos ponemos 4 o 5 porque son los que mejor nos sientan, pero guardamos los demás porque toda mujer necesita varios pares de vaqueros, porque nunca pasan de moda, por si nos vuelven a valer… A veces encuentro camisetas en el fondo del cajón que llevo meses o años sin ponerme y que no he echado de menos. Tengo una colección de bolsos tan grande que mi madre llegó a un punto hace años en el que no me dejaba entrar en casa con un bolso nuevo si no tiraba uno viejo. Por suerte no soy igual con los zapatos…

La estantería de mi baño está llena de productos que no utilizo ni a diario ni a la semana. Podría decir que alguno de ellos no han sido utilizados en el último año… El limpiador en gel, el agua micelar, el tónico, la mascarilla, la crema de día, la crema de noche, la BB cream, el contorno de ojos, el corrector de ojeras, el maquillaje, el body milk, el anticelulítico, la crema solar, la espuma para el pelo, la keratina, el aceite… En fin, ¿sigo?… ¿Alguien piensa que tengo tiempo y ganas de utilizar todo eso diariamente? Pero creemos que lo necesitamos, nos educan para pensar que necesitamos 20 vestidos, 15 pares de pantalones, 18 bolsos y 25 pares de zapatos. Para pensar que si no utilizamos 10 productos de belleza diarios no sólo no vamos a estar guapas, sino que tampoco nos vamos a sentir bien.

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Compramos y comemos con los ojos, las palabras Oferta o 2×1 son como una droga a la que no nos podemos resistir, somos adictos a cosas que no necesitamos, consumimos compulsivamente sin darnos cuenta de que somos esclavos…

Somos esclavos de la publicidad, de las marcas, de las modas, de los colores, de las tallas… Nos creemos todo lo que vemos en la tele o leemos en internet, pensamos que necesitamos la misma camisa en 4 colores diferentes, bolsos grandes, medianos, pequeños, da igual que te gusten los pantalones de campana porque durante años sólo se han llevado los pitillos, nos empeñamos en entrar en una talla M aunque no sea nuestra talla porque es la última que queda y ‘no pasa nada, ya adelgazaremos’…

Cambiamos de móvil como de bragas, porque éste mola más que el otro, porque es más pequeño o porque es más grande, tenemos 4 fundas de móvil, de animalitos, de estampados, de dibujos, de formas, tenemos el Mac, el IPad y luego queremos el IPad mini, porque el normal ya no nos gusta. Tenemos Facebook, Instagram, Twitter, Pinterest… Y no podemos pasar un solo día sin mirarlos varias veces porque nos creemos que lo necesitamos.

Tenemos tarjeta de crédito, de débito, tarjeta de El Corte Inglés, de Women’ Secret, Bodybell, Body Shop y hasta del Alcampo. Porque todos sabemos que no podemos salir de casa sin todas las tarjetas que tenemos, porque estamos convencidos de que las necesitamos.

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Comemos muffins, cupcakes, cronuts, porque están de moda, bebemos batidos verdes, porque son los que beben las famosas, hacemos la dieta macrobiótica, la hipocalórica, la disociada, la Dieta Dukan, la dieta de la alcachofa, porque nos creemos que serán la solución a todos nuestros problemas. Somos esclavos del cuerpo que creemos que queremos, como si usar una 38 y tener unas medidas standard fueran a hacernos más felices.

Hace poco leía que una universidad americana había publicado un estudio que decía que la clave de la felicidad no estaba en comprar cosas, si no en viajar. No puedo estar más de acuerdo.