Hace un par de meses escribí un artículo sobre lo mal que se me da parir. Cuál fue mi sorpresa al leer los comentarios del mismo y descubrir un montón de críticas por el hecho de decir que me había dolido. Me resultó increíble que otras mujeres me criticasen por contar que gritaba con las contracciones o que en un momento dado creí que no sería capaz.

 

Pero más curioso aún es que este no es un hecho aislado. He leído y oído críticas a madres por quejarse de cualquier cosa que no resultase “maravillosa y perfecta”. Aquí algunas de ellas:

– Decir que el parto duele. Parece que, además de sacar a un ser humano de entre las piernas, lo tenemos que hacer sonriendo. Pues mira, hay partos y partos. Hay mujeres a las que les duele horrores (mi caso), otras que lo llevan mejor, y otras que casi ni lo notan (las menos). Puede tener que ver con el umbral del dolor de cada una O NO. Lo importante es que nadie tiene derecho a llamarte quejica, pesada o vaga (como si no empujases bien por pereza o algo así) y no tienes por qué pintar de rosa tu experiencia para que parezcas más valiente. Ya lo eres.

– Decir que las primeras semanas de post-parto son una mierda. En mi caso, el post-parto no fue nada doloroso. Es más, a las dos semanas estaba haciendo un viaje de 5 horas en tren, con todos los puntos ahí y sin queja, oye. Pero también conozco experiencias en las que la madre casi no podía moverse o tenía que sentarse en un flotador, por ejemplo.  Además hay que sumarle el cóctel de hormonas que puede afectarte o no. Porque la depresión post-parto es mucho más frecuente de lo que nos dicen. Así que no: no tiene por qué ser el momento más feliz de tu vida, pero eso no te hace peor madre ni significa que no vayas a disfrutar de tu hijo más adelante.

 

– No dar el pecho. La lactancia puede ser muy dura. No solo porque duela (como todo lo anterior, a algunas les duele y a otras no), sino porque es muy sacrificado y puede incluso afectarnos psicológicamente. Hoy en día se intenta fomentar la lactancia materna por todos los beneficios que conlleva, pero hay una diferencia entre fomentar y presionar. Lo más importante para tu hijo es que tú seas feliz, así que si dar el pecho te genera un problema físico o psíquico, no tienes que fustigarte. Y sobre todo, nadie tiene derecho a obligarte, ya sea tu pareja, tu madre o el libro sobre crianza que estás leyendo.

 

– Querer seguir con tu vida de antes. Esto me fascina muchísimo, porque a mí me han educado en que ser madre no significa dejar de ser mujer. Por eso me flipa que haya gente que te mire mal cuando dices que tienes ganas de volver al trabajo después de 5 meses de baja. O cuando no entienden que tú salgas a cenar y dejes al niño con su padre. ¡Que le pregunten a Tania Llasera! Que parece que tiene que justificar cada uno de sus actos por seguir siendo una mujer trabajadora e independiente. Tania, si estás leyendo esto: gracias por ser un ejemplo para muchas <3

 

Podría seguir con la enumeración, pero este artículo sería eterno. Luego nos preguntan que por qué las madres nos sentimos culpables. ¡Como para no hacerlo! La sociedad nos mira con lupa. Se nos critica la sinceridad, se nos menosprecia por ser vulnerables y se nos compara a unas con otras, como si hubiese una manera de hacerlo mejor que otra. Como si unas fuesen Madres con mayúscula y otras simplemente madres rasas.

Se nos pide que seamos perfectas como si fuésemos seres mitológicos que no sienten dolor ni tienen deseos. Pero la realidad es otra y ese es el motivo por el que me animé a escribir en esta página. Porque cuanto más hablemos de nuestras verdades, más se normalizarán.

Con todo esto no pretendo asustar a nadie. Al contrario. Con esta parrafada lo único que quiero es que todas aquellas que sean o vayan a ser madres puedan cubrir sus preciosos cuerpos con una fina capa de (metafórica) vaselina… y que les resbale todo lo que les digan los demás.

Y a ti, ¿por qué te han criticado?