No suele ser como en las películas. No suenan violines de fondo. Y puede pillarte en pijama o en un mal día. Pero aparece. Una especie de señal, una sensación que te quiere avisar de que está ocurriendo. Que va a pasar. Que la persona que tienes frente a ti no es un nombre cualquiera. Sabes a lo que me refiero. Puede que la historia no terminase en boda. Puede que todavía ande fabricándose. O puede que nunca quisieses llamarla historia para no definir eso que estaba pasando. Pero sabes de lo que hablo. Sabes que ese nombre se va a quedar guardado para siempre en ese cajoncito que ocupan las personas que te han importado y te importan. Y conoces ese momento, esa señal. Lo que pase después depende de ti, de los dos o de las circunstancias. Pero están.

Yo no noto mariposas en la tripa. Más bien son pasos de elefante que me presionan el pecho y bajan por todo el cuerpo.  Y lo he notado y he sabido que es él, que era un él, cuando:

Estuvimos riendo durante horas por un chiste malo. Ya casi no importa cual. Pero cada vez que pensamos en ello no podemos evitar reír. Tal vez nos riamos por el momento que vivimos más que por el chiste, tal vez porque nos recuerda a algo pasado, tal vez porque fue algo de los dos.
Pero sí, es él cuando las mayores tonterías dan paso a dolor de tripa de tantas risas. Y ya nada más importa. Sólo los lagrimones que caen por tanto reír.

Cuando con una canción nos volvimos locos y saltamos por toda la habitación. Cantando mal, chocándonos y perdiendo el poco ridículo que pudiésemos tener.

Cuando sin darte cuenta se te ha colado su coletilla, su gesto al terminar las frases. Y a él, el tuyo.

Recuerdo cuando un día me quedé dormida. Un él se movió para quitar la peli y durante un segundo me desperté sin ni siquiera moverme ni abrir los ojos. Cuando volvió a mi lado me quitó las gafas, me dio un beso, y me abrazó fuerte. Me volví a dormir al instante sintiendo ese elefante caminando por mi pecho.

Cuando por la mañana, con la legaña agarrada al ojo, te dice lo guapa que estás. Y lo sigue diciendo de repente, durante el día.

Cuando después de un mal día, recorre la ciudad de un lado a otro para que le cuentes esas penas tan terribles. Y a veces, lo hace trayéndote un detallín (que se te hace enorme) para que deje de ser tan mal día.

Cuando te das cuenta que un viaje en bus o en metro nunca será tan divertido como con él.

Cuando recibes un mensaje que poco antes te habría parecido moñas pero entonces te parece lo más bonito del día.

Cuando la confianza, en todos los sentidos, ya se ha instalado entre vosotros. No hay ruido (ni olor) que no reconozcas de él.

Cuando pierdes la vergüenza a hacer el tonto en público porque en ese momento sólo importáis vosotros dos.

Cuando estáis solos y os decís ñoñerías. Pero no importa, nadie más lo sabe.

500-days-of-summer-beautiful-joseph-gordon-levitt-love-zooey-deschanel-Favim.com-107178

Cuando con sólo nombrarle, con sólo acordarte de él y de todas estas cosas que viviste con él, se te escapa una sonrisa (o un suspiro o un puchero).

Lo que haya pasado o vaya a pasar, no lo sé. A mí me vienen los arrepentimientos por no haber sido valiente y no haber dado pasos adelante, por no atreverme a decirlo, por dejar que la rutina hiciese que la historia se acabara… pero también me viene la sonrisa tonta (los suspiros y los pucheros) al recordar esos momentos, esos nombres escritos con letra bonita y guardados para siempre en el cajón de la gente que me importa.

Ahora sólo estoy atenta para volver a sentir las señales. Para notar ese elefante caminando por mi pecho. A esperar las señales que me digan que es él.

 descarga (2)

Fotografías: 500 days of Summer (2009) de Marc Webb (Dune Entertainment)