Be de Quédate a dormir dice lo siguiente (nos comentan que esta es la fuente original de este fragmento)

Un tío con pinta de empotrar es uno que si te coge te empotra. Uno que no sólo tiene la intención de empotrarte sino la capacidad para ello. Por ejemplo, Guillem Gisbert -el cantante de Manel- tiene pinta de poder empotrar, pero preferir por lo general actividades sexuales más tranquilas. En el extremo contrario, Ryan Phillippe parece que sí tiene ganas pero empotrar no le sale, no le ha salido nunca, ni le saldrá jamás. 

Y es que hay épocas en la vida en las que a una le apetece un novio tranquilo y estable con el que ver series y calentarse los pies por la noche, pero hay otras épocas en las que el cuerpo te pide UN EMPOTRADOR.

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Y es que a los empotradores no hay que decirles: ‘a mi habitación se va por aquí’. No es que ellos no sepan dónde está, es que para un empotrador no hay lugar malo para dar rienda suelta a sus habilidades. Un sofá, una mesa de comedor, encima de la lavadora, qué sé yo…EN UN ASCENSOR. Follar en ascensores es de empotrador nivel proficiency, diploma asegurado. Y no es por la complicación y equilibrio que supone echar un polvo en un metro cuadrado, no os confundáis. La magia de los ascensores reside en que si ya te está magreando entre el cuarto y el quinto sin esperarse a abrir la puerta de casa eso solo puede traducirse en POL-VA-ZO.

follar en el ascensor

¿El empotrador nace o se hace? Personalmente, creo que esa maravillosa capacidad de hacer disfrutar se lleva en la sangre. Es algo así como los bailarines. Claro que una persona sin ritmo puede llegar (con mucha práctica) a bailar bastante bien, pero aquel que nació con el ritmo en las venas siempre le dará mil vueltas a los anteriores por mucho que se esfuercen. El auténtico empotrador lo lleva escrito en el DNI y lo mejor es que mejora con los años.

Los empotradores nunca dicen que lo son. Jamás se venden, a ellos no les hace falta. Huye de los que cuentan maravillas sobre sus dotes amatorias y se vanaglorian sobre lo cochinos que son. Ahí de potro nada. Como mucho un ‘la que he liao pollito’ cuando se corran mucho antes de lo que habían previsto.

Aunque una tiende a pensar que un empotrador es un tío fuertote (por aquello de poder agarrarte peses lo que peses y moverte cual pluma de lado a lado de la cama), eso no siempre tiene que ser así. Al loro con las sorpresas de algún tirillas que la esencia empotradora la lleva por dentro. ¡Haberlos hailos!

En Antoniamag nos dan unas nociones básicas sobre cómo diferenciar a un auténtico empotrador de un farsante. Y es que si en algo estoy de acuerdo con la autora del artículo es en que no existe nada peor que creer que has dado con la piedra Rosetta del empotramiento y que después en el acto sea un BLUF en toda regla. Si os digo que dan ganas de llorar no estoy exagerando. Tú, que te imaginabas ya jadeando contra la pared y que acabas repasando la lista de la compra en un triste misionero. Qué caros salen a veces los desengaños.

Así que ya sabes, pon un empotrador en tu vida. Y si te queda tiempo, ponlo también en la mía ;)

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