Todo empezó cuándo iba al instituto, todas las chicas aún parecían niñas pero a mi me había crecido mucho el pecho y me daba vergüenza ponerme en camiseta, así que casi todo el año procuraba ir con chalecos o algo que ocultara mis pechos porque me sentía muy mal. No me di cuenta que todo empezó a ir mal, el ansia por la comida, mi despreocupación por cuidarme, total, era una adolescente ¿A quién le importaba? A mi no, desde luego, hasta que empecé a engordar de una manera exagerada y no tenía ni la constancia ni la motivación por nada para cambia ¿Por qué hacerlo? Tenía amigos que me aceptaban cómo era, gorda, pero el problema es que la que no me aceptaba era yo y entonces caí en una espiral de años y años subiendo y bajando de peso, sometiendo a mi cuerpo a una tortura constante.

Llego el día que decidí ir al endocrino, me recetó un medicamento que me arruinó la vida (Reductil) se me empezó a caer el pelo, sufrí taquicardias y en vez de adelgazar engordé muchísimo, llegué a pesar 118 kilos, llegué a querer morirme, tenía problemas de tiroides, no quería salir de casa, mi vida era una auténtica pesadilla enmascarada con mi cara de “aquí no pasa nada” Aún así, seguí dejando de lado mi salud, porque lo único que me motivaba o me alegraba el día era comer, nada me hacía más feliz, así seguí durante años, hasta que algo pasó en abril del 2013.

Estaba trabajando cuándo noté que mi mano derecha no me respondía, después fue la pierna derecha, unos días más tarde empecé a ver borroso, me asusté, fui al médico que me mandó al neurólogo, me ingresaron y confirmaron que tenía Esclerosis Múltiple. Para mí fue como si directamente alguien me hubiera arrancado el corazón, una enfermedad degenerativa que no tiene cura, solo tratamiento, hay miles de casos ¿Por qué no iba a tocarme a mí? No se sabe porque aparece, que lo produce pero eso me hizo darme cuenta de lo importante que era mi vida, de que yo y solo yo podría ponerle remedio, que nadie iba a venir a decirme que me cuidara, que bajara de peso, que empezara a quererme a mi misma porque al final sólo yo iba a estar conmigo.

Desde que me diagnosticaron esclerosis me han dado tres brotes, he engordado quince kilos a causa de las corticoides pero eso no me hizo rendirme, lo primero que tenía que hacer era ponerme una meta, quererme a mi misma, he empezado a conseguirlo ahora, a mis 37 años sigo mi lucha diaria con los kilos, con mis enormes pechugas que antes me traían por la calle de la amargura y ahora simplemente las adoro porque forman parte de mí, con mi tripa caída que poco a poco va desapareciendo gracias a mis paseos diarios y a una dieta equilibrada, pero sobre todo intento aprovechar el máximo mi vida, mi meta no es estar delgada, sé que eso con la cantidad de cosas que le pasa a mi cuerpo es una tarea muy complicada, pero no tiro la toalla, no quiero tirarla por pesar cien kilos, no quiero tirar la toalla por nada, aunque me cueste, porque me lo debo a mi misma, me debo el ser feliz.

Yo era de las que pensaba que ningún chico jamás se fijaría en mí por estar gorda, que daba asco, que jamás encontraría a gente que me aceptara como tal, y es que no podemos estar más equivocadas. Lo primero que tienes que hacer es amarte a ti misma, lo demás vendrá rodado, yo he encontrado a personas maravillosas que me han demostrado que lo importante eres tú, no tu culo o tus michelines, empezando por mi familia y terminando por mis amigos, encontrando a esa persona especial que te hace reír y sobre todo te recuerda que pase lo que pase estará ahí, ya peses cien kilos o cincuenta.

Por eso, nunca, jamás, tiréis la toalla, vendrán tiempos mejores, tiempos peores, pero vendrán, que eso es lo más importante. 

Blanca Tapia.