Soy más fogosa que mi chico. No es que haya una diferencia insalvable, pero sí es evidente. El hombre es comodón. Disfruta cuando se pone, pero, ¡cómo le cuesta ponerse!

Como a mí me apetece más veces, como propósito  nos hemos propuesto no bajar de dos a la semana. No es mucho y sería suficiente. Pero, ¿qué hago para conseguirlo? Me veo venir lo de dejarlo pasar, como todos los propósitos de año nuevo, así que se me han ocurrido algunos “truquis” para incitarlo con sutileza y sin llegar al acoso. ¡Se aceptan ideas nuevas!

  1. Juntar F-O-L-L-A-M-E con las letras de la sopa antes de servirla.
  2. Dejarle “dibujirris” pornográficos en el espejo del baño, con el vapor del agua caliente.
  3. Lanzarle mensajes subliminales del tipo “Oh, qué tersa y rica se ve esta zanahoria” en momentos aleatorios del día a día.
  4. Susurrarle relatos eróticos cuando está durmiendo la siesta, en los que él y yo somos los protagonistas.
  5. Hacerle vudú bueno.
  6. Aficionarme al vapeo para mandarle señales de humo.
  7. Fingir dolores musculares para que me ponga cremita.
  8. Hacerme la encontradiza. Por ejemplo, en el baño. “Uf, de repente necesitaba venir”. “Uf, de repente siento calor”. “Uf, de repente se me han caído las bragas”.
  9. Agasajarlo con una selección top de cócteles tipo “Sex on the beach”, “Combinado 69”, “Manguera chorreante” o “El comepipas” (la mayoría no existen, no los busquéis).
  10. Leerle los pasajes picantes de la novelas románticas eróticas que suelo leer.
  11. Proponerle una película que me han recomendado y “¡Oh, Dios, no sabía que tenía escenas eróticas tan explícitas!”.

¿Cómo los veis?

Más no siempre es mejor

Coñas aparte, es cierto que aquí hay un pequeño desajuste de expectativas con la frecuencia que hay que gestionar. Y considero que esto no es algo que se deba dejar a la espontaneidad y a los arrebatos en exclusiva, porque, tras años de relación se han podido venir a menos. Hay que buscarlo, porque cuanto menos sexo tengas, menos sexo tendrás: puede sobrevenir la apatía, aumentar el estrés, el debilitamiento de los genitales y hasta aumentar el riesgo de infecciones, según leí aquí.

Sin embargo, lamento que el número de polvos siga pareciendo un medidor imprescindible para la buena salud de una relación. La manidísima pregunta de cuántos caen a la semana está más vigente que nunca.

Sin ir más lejos, una amiga me preguntó hace unos días. Ella lleva poco con su novio y están en esa época de celo en la que, presuntamente, lo hacen a diario. Algunos días hasta dos o tres veces. Y, cuando yo le dije que solo en ocasiones pasaba de uno a la semana, puso gesto compasivo.

Follar no, pero hay cosas que sí hacemos a diario:

Besarnos y abrazarnos.

Preguntarnos cómo estamos y hablar de cómo nos sentimos.

Hablar sobre temas que nos interesan a ambos, momentos en los que reforzamos los valores que compartimos o enriquecemos nuestros puntos de vista.

Se duerme en mi lado de la cama para que esté calentita cuando yo llegue.

Lo abrazo por las noches.

Me sorprende con recetas que sabe que me van a gustar.

Guardamos memes y vídeos que sabemos que gustarán al otro, y luego, al verlos, reímos juntos.

Hacernos bromas.

No es sexo, pero sí es hacer el amor.

Azahara Abril

(Instagram: @azaharaabrilrelatos)