Esos arrebatos, esas ansias, ese momento en el que me empernaca y me da con ganas contra la pared, esa pasión espontánea que se desborda sobre la piel… Eso, en nuestro caso, solo pasa en las novelas y en las películas. En el mundo real, la vida nos arrolla. Queda poco tiempo y, cuando quiere una, no tiene ganas el otro. Cuesta cogerse la vez.

Lo posponemos durante días y días, hasta que llega un momento en el que decimos: “Del domingo a las 20 h no pasa, ¿eh?”. Nos queda el resquemor de la duda: ¿tanto se nos ha venido abajo la pasión que tenemos que quedar para follar, pese a vivir juntos? ¿Tan triste es nuestra vida sexual que tenemos que agendar como un trámite más, como cuando voy al centro de salud o a la peluquería?

Andaba yo rayada pensando en ello cuando me topé en Instagram con el post de esta noticia, que fue toda una revelación. Resulta que fijar un horario para el sexo no solo no es triste, sino que puede ser muy recomendable. Es más, me sentí identificada con buena parte de lo que dicen las expertas consultadas.

Se planifica lo importante

Sabemos cuándo vamos a salir a cenar, el día y hora de la sesión de cine y que por las noches, a eso de las 22 h, nos sentamos juntos a ver una serie. La ventaja de planificar es que te aseguras dedicar a la pareja un tiempo de calidad. Y, si planificamos otras cosas por considerarlas importantes, ¿por qué el sexo no?

Ni se pierde la magia ni da “bajona” quedar para follar. Según mi experiencia, diría que es al contrario. A mí me pasa que, según se va acercando el momento, empiezo a ponerme nerviosa. Me entra un cosquilleo en el estómago que me activa. Comienzo a pensar en cómo va a ser, en lo que me gustaría que me hiciera y en lo que querría hacerle yo. Cuando llega el momento, ya voy a tono.

Da mucho juego esto de quedar, a veces, incluso más que el “aquí te pillo, aquí te mato”. Porque las horas anteriores suponen la previa. En ocasiones, me asomo por donde él anda y le digo: “No te olvides de nuestra cita, que te voy a dar lo tuyo”. Un cachondeo que forma parte de todo el acto y también es divertido.

¿Y si a la hora no me apetece?

A nosotros, hasta ahora, no nos ha pasado. Ya digo que pensar en ello me activa y llego al momento ya excitada por la imaginación poderosa, así que no ha habido que cancelar por falta de ganas. Si pasara, pues tampoco pasa nada, no hay obligaciones.

De todas formas, como leí en este otro artículo, habría que detenerse a pensar de qué no hay ganas exactamente. A lo mejor no apetece mete-saca, agacharse al pilón o ponerte en cuatro, pero sí de un buen morreo de los que duran o de un masaje largo con sus aceititos y velitas. Ya sabéis, esas cosas que no quedan tan vistosas en las series y pelis que tan altas expectativas nos crean, pero que también están ricas.

Va siendo hora de revisar algunas viejas creencias sobre la relación entre amor, pasión, arrebatos, espontaneidad y sexo bueno o malo, todo muy alimentado por la ficción. Lo importante es quererse mucho y que no faltan las ganas de contacto, sea cual sea la fórmula, la frecuencia o si está planificado o no.

Azahara Abril

(Instagram: @azaharaabrilrelatos)