Tarde o temprano llega ese día, ese momento en el que te ves ahí sentada, en una sala de espera rodeada de revistas del cotilleo con los nervios aglomerándose en tu estómago. En la puerta de la consulta ‘GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA’. Lo has pensado muchas veces, has imaginado ese momento en el que una persona completamente desconocida te pida que te relajes para poder inspeccionar tus bajos. Vaya marrón, ¿verdad? Lo cierto es que pasado un tiempo todas hemos podido comprender que ese mal trago de la primera consulta de ginecología provenía por completo de nuestra cabeza. ¿Puede ser incómodo que alguien con quien no tienes apenas confianza te hurgue ahí abajo? Sí, pero también nos volvemos mucho más conscientes de que para estos profesionales nuestras vaginas no son más que eso, otra parte de nuestro cuerpo.

Lo comentaba hace no muchos días con algunas amigas ¿recordáis cómo fue aquella primera visita? ¿La edad que teníais o qué fue lo que se os pasó por la cabeza? ¿Fuisteis solas o acompañadas? Poco se habla sobre lo mucho que valoramos antes de acudir a esta visita médica, para muchas se convierte casi en un momento trascendental de nuestra vida aunque después sepamos restarle ese valor que le habíamos dado. Aquí os traigo algunas de las respuestas de mis colegas, quizás muchas os sintáis identificadas con ellas…

Ana, era virgen aunque su madre no la creía

‘Mi madre estaba obsesionadísima con que yo ya había perdido mi virginidad porque un día me vio dándome un casto beso con mi novio en el portal de casa. Tenía entonces 15 años y ella no dejaba de repetirme que como me quedase embarazada me arruinaría la vida. Yo en cambio no valoraba ni un poco lo de acostarme con nadie, al menos a corto plazo. Un día me dijo que esa tarde íbamos al ginecólogo para mi primera revisión. Le repetí por activa y por pasiva que aquello no era necesario, pero ella se escudó en que no estaba de más que me echaran un vistazo. Cuando llegamos a la consulta una mujer de unos 50 años, la doctora, me miró seria y me preguntó si utilizaba profilácticos con mi pareja. Era evidente que mi madre le había contado su propia película y yo me empecé a sentir muy presionada. Casi les grité que seguía siendo virgen y que ella misma podría comprobarlo si quería. Pasé un rato terrible hasta que esa señora me dio la razón sin dejar de mirarme con condescendencia. No perdí la virginidad hasta los 25, creo que un poco marcada por toda esta absurda historia.’

Natalia, una primera consulta con sorpresa

‘Siempre me ha dado muchísima vergüenza este detalle pero es que cuando vas dejando las cosas para otro momento, pues esto es lo que pasa. Tenía 31 años recién cumplidos y nunca había ido al ginecólogo en mi vida. En serio, sé que no está bien pero ahora lo hecho hecho está. El caso era que yo había pasado toda la adolescencia y años posteriores con muy buena salud, casi ni me enteraba cuando me bajaba la regla y era sumamente regular. Un buen día tuve una falta, lo hablé con mis hermanas y las dos me dijeron que probablemente era debido al estrés. No tenía pareja estable, me había acostado hacía solo algunas semanas con un compañero de la oficina pero habíamos utilizado preservativos, obviamente. Así que seguí con mi vida hasta que pasadas algunas semanas mi regla continuaba completamente missing. Estaba tan segura de que aquello era debido a un desarreglo hormonal que ni me planteé hacerme un test. Llegué a la consulta y lógicamente aquella fue la primera de las preguntas. Y aunque ver un pequeño ser creciendo dentro de mí estaba completamente descartado, no sabéis cual fue mi cara cuando en el ecógrafo se escucharon los latiditos de aquella bolita minúscula. Primera consulta y embarazada de casi 10 semanas.’

Menchu, al ginecólogo casi a escondidas

‘Recuerdo que debía tener 19 años, era mi segundo año de carrera y llevaba ya algunos meses acostándome con un compañero de la residencia. Primer amor, primeras relaciones y todo eso. Me empecé a obsesionar muchísimo con lo de quedarme embarazada porque aunque utilizábamos condones siempre pues ya sabemos que de ir mucho el cántaro a la fuente… Así que decidí empezar a tomar la píldora. Pensé muchas veces en pedirle a mi madre que me pidiese cita en su ginecólogo de toda la vida pero me moría de la vergüenza (ya veis qué pavas podemos llegar a ser), así que busqué una consulta en un centro privado en la ciudad donde estaba estudiando. Le tuve que pagar casi 150 euros a aquel doctor que me exploró con bastante poco tacto y al que casi tuve que rogarle que me recetase las pastillas. Resulta que fui a dar con un anti-píldora que en cuanto le saqué el tema me empezó a contar una historia muy poco alentadora sobre la hormonación y los problemas que puede provocar en el cuerpo. Evidentemente no repetí jamás en esa consulta.’

Sofía, la familia unida jamás será vencida

‘En mi casa lo de ir al médico casi es una religión. Mis padres son de los que tienen un leve picor de garganta y ya están pidiendo cita médica, un error que colapsa las consultas, lo sé, pero a su edad ya es imposible cambiarlos. Mi primera visita al ginecólogo fue a los pocos días de bajarme mi primera regla. Me había tardado bastante en venir, tenía unos 14 años, y en cuanto le dije a mi madre que había llegado el día lo primero que me dijo es que había que ir a ver al ginecólogo. No me pareció mal, pero tampoco me llenó de satisfacción ver aquel día en la sala de espera a mi padre y a mi abuela junto con mi madre como si me estuviera muriendo o algo por el estilo. Lo peor de todo fue que cuando al fin pude entrar los 3 se vinieron detrás de mi para escuchar lo que el médico tenía que decirme. No sabéis lo que es estar allí tumbada para una exploración visual con tal expectación.’

¿Recuerdas tu primera visita al ginecólogo?