Se dice, se comenta, que donde hay pelo hay alegría, aunque la sociedad nos ha demostrado que este dicho tiende a interpretarse un poco de aquella manera. Y es que lo cierto, nos guste o no, es que el mundo que conocemos todavía no está en absoluto preparado para el vello corporal femenino. No sucede lo mismo con los hombres, cuyos pelos son aún hoy una señal de virilidad y de masculinidad indiscutibles. La mujer peluda es ese ‘Critter’ contra el que luchar, un ser que denota una falta total de decoro y de gusto por su propio cuerpo. Al fin y al cabo desde bien pequeñas nos enseñan a lidiar contra nuestros propios pelos, ya sea por estética o por eso que dicen llamar higiene personal. Se ve que el pelo, si es masculino, no desprende las mismas toxinas que el de la mujer…

Una mujer sin depilar o una mujer que simplemente decide qué partes de su cuerpo depilarse y cuales dejarse al natural subirá a la palestra para recibir comentarios o miradas inquisitivas de aquellos que todavía no se han enterado de que nuestro cuerpo tiene pelo por algún motivo. Un mal trago que no pocas hemos tenido que sufrir y que hemos decidido visibilizar a través de algunos terribles ejemplos.

María, 39 años

‘A mi edad ya nada me asusta y poco a poco he aprendido a que lo que piensen los demás de mí me resbale muchísimo, pero cuando tuve mi primer hijo la cosa fue bien distinta. Tenía entonces 27 años y tuvimos la mala suerte que en mi semana 37 de embarazo resbalé por la calle, me caí y eso me provocó una rotura de bolsa. Fuimos corriendo a urgencias y me tuvieron que provocar el parto. En medio de toda esa locura de la mano de mi marido avisamos a nuestros padres para decirles lo que había pasado y que por suerte todo iba bien pero que nuestro hijo nacería antes de lo esperado. Recuerdo estar pasándolo fatal por culpa de las contracciones y que mi marido me pusiese a mi madre al teléfono, yo esperaba que ella me diera ánimos o simplemente me mandase toda su fuerza, pero en cambio lo único que me preguntó era si me había dado tiempo de rasurarme la entrepierna. Fue tan surrealista que me eché a llorar de la rabia y del dolor. Entiendo que ella en estos casos está en otra onda y su forma de entenderlo es diferente pero ¿de verdad eso es lo que más te preocupa?’

Rocío, 31 años

‘Yo siempre me había depilado. Es que desde pequeñita, con 10 años que empecé a verme los pelos negros en las piernas, sentí la necesidad de arrancarlos porque me horrorizaban. Encima mi madre me alentaba a hacerlo porque ella se pasaba el día quitándose pelos que únicamente ella era capaz de ver. Me hice mi primera cera a los 12 y se podría decir que era una adicta a la silkepil. Pero durante mi época universitaria como que algo hizo click en mi cabeza y decidí empezar a ver mis pelos como algo de lo más normal. Empecé pasando de depilarme las ingles y ya después le siguieron las piernas y, lo que más me costaba, las axilas. Recuerdo ese primer verano en el que nos preparábamos para bajar a la playa mis hermanas, mi madre, mis tías y yo. Me desvestí para quedarme en bikini y pude ver la cara horrorizada de todas ellas. Yo ya hasta me había olvidado de que iba sin depilar pero ellas era la primera vez que me veían medio desnuda. Les pregunté si todo iba bien y mi hermana solo me dijo si estaba de broma o si me había vuelto una hippy-chunga en la universidad. Para resumíroslo, tuve que pedirles que dejaran el tema porque mi tía llegó a llamarme cochina y no me apetecía ni un poco discutir.’

Teresa, 41 años

‘Lo que me pasó a mí fue de juzgado de guardia (exagerando un poco). El tema fue que me había mudado a otra ciudad y tras varios meses allí tuve que ir a una revisión ginecológica. Pedí cita con un doctor que me habían recomendado mis compañeras de trabajo. Cuando entré el doctor me recibió y tras hablar un rato me dijo que procedería a explorarme, que su enfermera me ayudaría a colocarme y que cuando estuviera lista pasaría él. Todo perfecto hasta que me tumbé en la camilla y la joven enfermera se sentó ante mí para ayudarme a colocarme. La escucho que me pregunta si suelo llevar esa parte tan desarreglada. No entendí muy bien a qué se refería, la verdad, y le pedí que me explicara. La chica entonces me viene a decir, con bastante vergüenza, que si no suelo depilarme y ante mi cara de asombro y de mosqueo me intenta explicar que a lo mejor la exploración no puede ser completa porque tengo demasiado vello. Decidí no discutir con ella y esperar a ver por dónde salía el doctor. Él, tal y como me esperaba, le explicó ante mí que el pelo está ahí para cumplir una función y que en todo caso lo preocupante es ver cómo muchas mujeres se depilan por completo incrementando las posibilidades de infecciones y hongos. La muchacha no sabía dónde meterse.’

Silvia, 26 años

‘Creo que leí en la web algún follodrama de este tipo, y me sentí totalmente identificada. Yo también fui de esas que conoció a un tío y en el momento de ir a la cama tuvo que aguantar la tontería sobre mi vello en las axilas. De hecho este chico con el que yo había quedado era un compañero de la universidad que según él era activamente feminista, animalista, vegano… Bueno, un combo completo de respetar a los demás. Lo último que yo me esperaba era que al verme sin camiseta en el sofá de mi piso se horrorizara por mi falta de depilación. Puso una cara de asco tan exagerada que pensé que me estaba tomando el pelo, pero no. Realmente mis axilas le daban asco y puedo jurar que aquello solo olía a desodorante. Intentó arreglarlo diciéndome que solo había sido el primer impacto porque no se lo esperaba pero que podíamos seguir sin problemas. ¿Perdonaaaaaa? Me volví a poner la camiseta y lo invité a largarse de mi casa, sobre todo porque cuando me viera el felpudo iba a flipar y no estaba yo para soportar tonterías de ningún tipo.’

Fotografía de portada