Creo que todas las personas nos convertimos en lo que somos en parte por cómo reaccionamos ante la vida y en parte por las personas que se nos cruzan en ella. A alguna gente la definirá sus padres, a otra sus amigos, a otra sus parejas. Yo he elaborado una lista con los hombres que no me quisieron para recordarme que nunca nadie debe hacerme sentir que no soy suficiente. En el día de hoy brindo por saber quién merece estar en mi vida y quién no. Hay veces que me hubiera gustado haber hecho las cosas de otra forma. Hay veces que me hubiera gustado no ser como soy. Pero también ha habido veces en las que ser como soy me ha salvado de todo lo que no soy. Aquí os presento a los hombre que no me quisieron.

 

Manuel, el primero

Yo tenía 18 años y tú 40. Aunque los números nunca me importaron, será que soy más de letras. Yo jugaba a adivinar en mí un cuerpo y un género que no encontraba con pelucas baratas y maquillaje del chino. Buscaba un hombre que no viera en mí al chico, sino a la chica que ansiaba ser. Y ahí estabas tú, un artista que nunca llegó a triunfar, consumido por la pena que ahogabas en un vaso de vodka. «Posa para mí» me decías. Y a mí me gustaba verte así, despeinado y con las mejillas encendidas. Con una copa en la mano y un cigarro en la otra. Ya sin ropa, muy despacio me deslizaba sobre ti mientras me suplicabas «hazme olvidar». Poco después cerraba la puerta y salía a la calle con el disfraz de chico y la luna se apiadaba de mí, esperando a que volvieras a tomarte ese vaso de vodka, a pedirme que posase para ti y te hiciera olvidar.

David, mi novio del erasmus

Todo comenzó con un polvo. Tú buscabas experimentar con una chica con polla y yo buscaba cariño una noche de Octubre. Ninguno planeó enamorarse pero después del primer polvo vinieron los siguientes, y las conversaciones del después y los planes del antes. Y sin quererlo estábamos en una relación. Una relación prohibida por los estamentos de la convencionalidad, prohibida por la doctrina de tu familia, y prohibida por tus miedos. Me acostumbré a los plantones y desplantes, a tu vergüenza pública o la falta de reconocimiento. Me sometí a tu voluntad, toda y entera, sabiéndome indigna de alguien como tú, el chico guapo, divertido, inteligente y deportista que lo tenía todo menos valentía. Durante mucho tiempo pensé que eso era el amor y daba gracias por haberlo conocido. Te conocí por matar el rato pero si me descuido, me muero de amor.

Pablo, el casado

Cuando te conocí no sabía que tuvieras pareja. Y cuando supe que mantenías una relación a distancia con otra mujer que vivía en Dubai desde hacía 7 años y os veíais 3 veces al año no le di demasiada importancia. «Estamos mal», «Voy a romper con ella», «Esto no vas a ningún lado», «Tú me encantas». Y yo te creí, porque siempre me creo las palabras. Será porque soy más de letras como ya dije antes. Y empezó la felicidad, y el cuento de la lechera en mi cabeza, a la vez que empezaba tu pasotismo y tus excusas. Aún siendo consciente de que no estábamos en una posición de iguales, yo seguía luchando por ese miedo irracional a no encontrar otro como tú, a que no me quisieran aunque fuera mal, luchando porque yo era la que hacía algo mal y debía conseguir reconquistarte. Luego desapareciste por completo rompiéndome las esperanzas y el corazón.

Gerardo, el sensible

Y con una facilidad pasmosa para tocarme la fibra y meterse dentro de mí. Cuidado con los tíos que saben escribir, te hacen reír y son sensibles. Se meten en tu corazón antes que en tu cama, y te rompen el corazón antes que las bragas. Me pillaste desprevenida, Gerardo. Me creí tu fachada, me inventé tu interés y te compré las palabras de amor como lingotes de oro. Supiste llamar mi atención, follarme la mente, apretarme el corazón y desaparecer como un mago. Imagino que la culpa fue mía, por decirte donde dolía.

Mi padre

No sé en qué momento fue cuando nos alejamos, pero hace mucho, muchísimo ¿Lo recuerdas tú? Yo recuerdo mucho cariño los primeros años, pero el divorcio no te sentó bien. Yo tampoco debí ser fácil, siempre rebelde, diferente, conflictiva. Imagino que habías esperado algo más fácil, alguien que siempre te diera la razón y no te cuestionase. Después vinieron las faltas de respeto, la lejanía emocional, las decepciones. Hasta que luego sólo quedó el olvido. Porque te odié un tiempo, pero ya no. Mientras hay odio, todavía hay amor. Ahora sólo queda indiferencia. Porque todo el mundo sabe cómo se hacen los niños, pero nadie sabe cómo se hacen los padres.

Lucas, el niño

Ése que vino antes de mí y sigue conmigo, a pesar de todos mis intentos por enterrarlo. Tú que también quisiste relegarme al limbo y te avergonzabas de mí y mirabas con cabeza baja cuando yo te suplantaba. Ese niño cobarde que jugaba a ser payaso y usaba el humor como escudo antibalas no sabía que al final el peor enemigo ante el miedo eras tú mismo, era yo misma.
Probablemente quede algún nombre más en esta lista de autoreconocimiento pero no serán tan importantes. Gracias a todos ellos soy la persona que escribe estas palabras. Alguien con más dolor, con más sabiduría y más fortaleza. No guardo rencor por ninguno, el odio se me fue evaporando poco a poco. A todos os perdono por no haberme entendido o querido y me perdono también por no haberos entendido a vosotros. Porque poco nos disculpamos con nosotros mismos para lo mal que llegamos a tratarnos algunas veces. Asimismo pido perdón  a aquellas personas en las que yo salga en su lista de mujeres que no los quisieron.
Yo descubrí que podía ser más que un polvo. Aprendí a no suplicar amor, a creer más en hechos que en palabras. Entendí que el amor nunca puede implicar vergüenza, faltas de respeto o sufrimiento. Eso no es amor. Y aprendí a perdonarme. Y me liberé.
 .
@LuciaLodermann
 .

Foto destacada