Seguramente cuando Tito me mandó una foto de mi portal y me dijo que ya sabía dónde ir cuando quisiera verme no lo hizo con mala intención: sin embargo, a mí en aquel momento no me hizo ni puñetera gracia.

Nos habíamos conocido por Tinder y habíamos congeniado bastante bien. Yo no buscaba nada en concreto, simplemente me apetecía conocer a gente nueva y dejar fluir las cosas, y Tito parecía un chico amistoso y sin prisa por nada en concreto que además vivía en mi misma ciudad, lo cual facilitaba bastante el quedar algún día y conocernos mejor. Lo malo es que por aquella época yo compaginaba los estudios con el trabajo y él trabajaba también, lo cual complicaba un poco lo de tener vida social y hacer planes.

Bueno, eso y que tampoco es que yo le pusiera muchas ganas, porque al final en los poquitos ratos libres que tenía priorizaba descansar o quedar con personas de mi círculo más cercano, para qué mentir. Tito por suerte no se lo tomaba a mal ni se ponía pesado, además que yo iba a empezar la temporada de exámenes y el muchacho entendía que yo anduviese particularmente liada, por lo que quedamos en que en cuanto yo terminase y estuviese un poco más libre quedaríamos para tomar algo.

Aunque tuvo una ocurrencia que me quitó las ganas.

Fue saliendo de la universidad tras un examen. Aún me quedaban unos cuantos esa semana, y dado que la biblioteca de la uni estaba a reventar me di prisa en llegar a casa para merendar, desconectar un ratito y seguir estudiando a tope, por lo que no iba pendiente de la gente con la que me cruzaba por la calle y menos aún de mirar el móvil.

Cuando llegué lo puse a cargar y vi que tenía varias notificaciones, pero tras constatar que ninguna de ellas fuera importante lo dejé de lado para no entretenerme más de la cuenta, así que no abrí ninguna conversación hasta la noche. Una de ellas era de Tito, cuyo primer mensaje era preguntándome qué tal se había dado el examen, y me disponía a contestar cuando vi que tenía toda una ristra de mensajes después de ese:

‘’Anda que saludas jajajaja’’.

‘’Joer, qué prisa llevas, así no hay quien te alcance’’.

‘’Por cierto, vas muy guapa’’.

Hasta ahí todo más o menos normal…hasta que llegué a la foto de mi portal, bajo la que había escrito: ‘’bueno, con lo difícil que es verte tendré que venir a montar guardia a tu puerta jejeje’’.

La verdad es que me quedé bastante a cuadros, ¿en serio me había seguido hasta mi casa? Tardé un rato en responderle, y cuando lo hice le pregunté tratando de quitarle hierro, pero queriendo saber, porque podría haberme pegado una voz o haberme llamado por teléfono y habría parado a saludarle y a hablar con él unos minutos.

Se justificó diciendo que no me había dicho nada porque no quería entretenerme y que había pensado que si me daba una voz tal vez me asustaría. ¿Asustarme? ¿Más que mandándome una foto de mi portal? Traté de explicarle que se me hacía un poco raro que me hubiera seguido y que no me hacía gracia, porque igual es una tontería, pero yo sólo doy mi dirección a gente con la que tengo confianza y a la que no tengo problema en invitar a mi casa.

¿Sabéis cuál fue su respuesta? ‘’Bueno, ¿y no piensas invitarme a subir? Estoy abajo *emoji de guiño*’’.

Lo peor es que no tenía manera de saber si era cierto o no porque vivía en un interior, pero llegué a descolgar disimuladamente el telefonillo para ver si escuchaba algo sospechoso, aunque sólo se oía el ruido de los coches y de la gente que pasaba. Aun así, la imagen de Tito siguiéndome por la calle sin que me enterase, haciendo una foto a mi portal y deteniéndose junto a mi telefonillo me puso los pelos de punta.

Y es que entendedme, de haber sido alguien con quien hubiera tenido confianza no me hubiera molestado, incluso de no haber estado tan liada le habría invitado a subir, pero Tito era una persona con la que hablaba de todo un poco…y ya.

Ni siquiera podía decir que le considerase amigo mío, nos llevábamos bien y poco más. Eludí el tema diciéndole que no, que estaba cansada y que al día siguiente tenía examen, y como le respondí un poco seca me dijo que joer, que lo sentía si me había molestado pero que no era para tanto.

Y vale, puede que no lo fuera, pero le estuve dando vueltas y llegué a la conclusión de que ni a mí ni a ninguna de las personas con las que me relacionaba se nos hubiera ocurrido seguir a alguien a quien apenas conocemos hasta su casa.

Además, esa misma noche lo conté por el grupo de mis amigas y la reacción unánime fue ‘’qué miedo tía, eso es de psicópata’’.

Conclusión: con la excusa de los exámenes y del trabajo fui espaciando las conversaciones con él, limitándome a contestar con cordialidad cuando él me escribía pero demorándome cada vez más. No era alguien tan importante para mí como para que me mereciese la pena discutir. Además, qué demonios, sabía dónde vivía, tampoco quería que se enfadase conmigo.

Llegamos a conocernos en persona por casualidad, porque coincidimos por la calle y nos saludamos, pero nada más, ahí quedó la cosa, y poco después de este episodio me desinstalé Tinder, porque si lo mejorcito que había conocido había sido a Tito pocas esperanzas me quedaban de encontrar el amor o la amistad en esa red social.

Anónimo