La verdad que esta historia es bastante humillante por mi parte, pero siento ganas de confesarme. Quizá alguien por ahí que piense como yo lo lea y me entienda un poco.

Desde pequeña siempre he sido una chica bastante introvertida y algo rarita, sin muchas habilidades sociales. Lo peor era mi timidez, lo que me mantuvo alejada de las relaciones amorosas durante mucho tiempo. Me daba temor hablar con los chicos y cuando me esforzaba a hacerlo, sentía que no merecía la pena ya que las conexiones no eran muy buenas, o directamente inexistentes. Por eso, espero que entendáis mi desesperación cuando conocí a B en el cumpleaños de una amiga en común. 

La conexión fue tan fuerte y rápida que me sorprendió, jamás pensé que me podría pasara  mí. Pareció fijarse en mi de manera sincera y nos pasamos la noche hablando. Descubrimos que teníamos algunas cosas en común, como la música indie y el amor por los animales. Fue entonces cuando mencionó que era vegetariano y que le gustaba la idea de una dieta basada en plantas.

En ese momento, algo se encendió en mí. Quería impresionarlo, hacerle notar que éramos más compatibles de lo que pensaba. Así que dije lo primero que se me vino a la mente: decirle que también era vegetariana. Mentir nunca había sido mi fuerte, pero la emoción de estar cerca de él me hizo actuar sin pensar.

A partir de ese momento, mi vida se convirtió en un torbellino de ensaladas, batidos verdes y tofu. Dejé de comer carne sin pensarlo dos veces y me convertí en la vegetariana más comprometida delante de él. Cada comida que compartía con él se volvía una oportunidad para demostrar lo saludable y consciente que era mi estilo de vida.

Sin embargo, las cosas empezaron a complicarse cuando mis padres organizaron una barbacoa en su casa y le llevé como sorpresa. Como de costumbre, la cagué y no me acordé de nada del vegetarianismo. Allí me encontré frente a una mesa repleta de hamburguesas, salchichas y costillas. Mi familia se extrañó al ver que no comía nada y B se extrañó al ver que mis padres, sabiendo que era vegetariana, no habían incluído nada apto en el menú. 

Ahí decidí que era mejor confesar para evitar que se enterara de otra manera, lo cual sería muchísimo peor. Estaba muy nerviosa, por fin una conexión romántica con un chico que iba a mandar a la mierda por mentir. Traté de articular una excusa, pero las palabras se me atascaron en la garganta. Finalmente, tuve que confesar la verdad: había estado fingiendo todo este tiempo para impresionarlo.

Para mi sorpresa, en vez de enojarse, él soltó una carcajada. Le hizo gracia, supongo, mi ocurrencia. Pero me aseguró que nuestra conexión era más profunda que todo aquello, que le gustaba como era y que no tenía que fingir para estar con él. Algo que jamás pensé que me dirían a mí. Aquellas palabras me llenaron de alivio y vergüenza a partes iguales.

Desde ese día, decidí ser más auténtica y honesta conmigo misma y con los demás. Aunque la mentira inicial fue vergonzosa, me enseñó que la verdadera conexión se basa en la sinceridad y la honestidad. Y aunque no terminamos juntos, siempre recordaré aquella época en la que fingí ser vegetariana por amor. Una historia divertida para compartir en reuniones con amigos y al final, aprender de ello.

Anónimo