¿Sabéis qué me ha pasado hoy? Tuve que ir a Hacienda a llevar papeles, lo cual es un fastidio siempre, pero hoy más, porque la calle está en obras y no hay sitio para aparcar. Pues al salir de Hacienda me metí en la cafetería de al lado a tomar un café y leer el periódico. Entré, pues como entro yo en los sitios (y voy por la vida en general): espalda recta, cabeza alta, paso firme. Elegí un taburete y, mientras me desabrochaba la chaqueta para quitármela (porque había aparcado lejos y de tanto andar me moría de calor) eché un vistazo rápido por todo el local buscando los periódicos, pero lo que vi fueron, justamente en frente de mí, cuatro obreros en su descanso para el bocadillo. Miraban cómo me desabrochaba la chaqueta. No digo que fuera por tal o cual motivo, puede que sólo fuera porque estaba enfrente de ellos, pero me miraban y un par de ellos cuchicheaban. ¿Y sabéis qué hice yo? Hice como que no los veía, renuncié a los periódicos, terminé de sentarme, saqué el móvil y no me quité la chaqueta. Porque me sentía incómoda, y observada, y juzgada, y quitarme la chaqueta en ese momento era exponerme y sentirme desnuda.

Por favor, que levante la mano la que se sienta identificada con esta situación.

Bueno, hablemos ahora de la chica de la foto. Habéis reconocido su cara, ¿a que sí?

YouTube video

Seguro que ya sabéis que es estudiante, que ha hecho un corto y que lo ha petado en internet. Puede que incluso sepáis que se llama Alicia Rodenas.

En su instituto tienen que estar fliplando. Echas un vistazo a su canal de YouTube, a la lista de “cortos”, y todos andan por debajo de las mil reproducciones. Y de pronto llega Alicia y ¡bam! Casi doscientas mil reproducciones en un par de semanas, sin contar todas las veces que se ha reproducido desde medios ajenos a YouTube.

¿Sabéis lo que yo veo? Que cada vez triunfa más el mensaje sobre la forma. Y me encanta.

“Ahora o nunca” es el título que le han puesto a este corto, basado en un texto de Ro De La Torre (de Locas del Coño) titulado “¡Qué niña tan bonita!”, y que como texto ya se viralizó en noviembre de 2015. Recuerdo perfectamente haberme estremecido con él y haberlo compartido. Realmente, para algunos cambios, un año y medio es apenas un parpadeo… Por eso este mensaje era potente entonces, es potente ahora y, mucho me temo, seguirá siendo potente dentro de diez años.

Es potente no sólo porque es cierto, sino porque es necesario. Porque es capaz de ayudar a abrir los ojos a quien aún los tiene cerrados.

Si aún no lo habéis visto, o no habéis leído el texto, os recomiendo que lo hagáis ya.

Es, “simplemente”, una recopilación de frases que oímos las mujeres, todas, desde pequeñas. Un compendio de ideas que nos acompañan desde que nacemos y hasta el final de nuestra vida. Y se desarrolla como la vida misma: empieza suave, inocente, inofensivo, y va ganando intensidad según avanza el tiempo. El texto es muy fuerte, y lo que ha hecho Alicia con él es maestría. En el punto final, cuando estás a punto de volverte loca, Alicia pone ese golpe de fuerza que te hace reaccionar. Que, a mí, me ha hecho llorar. Bravo. De verdad. Aplaudo de pie.

¿Sabéis por qué creo que nos remueve tanto? Porque la putada es que una no se levanta un día pensando “¡Ey! ¡Ya sé! ¡Voy a ser feminista! Y, a partir de ahora, como soy feminista, ¡las situaciones de opresión o sumisión ya no me afectarán!”. No, no funciona así… Porque te vas haciendo grande poco a poco, pero llevas toda una vida oyendo voces que te dicen que eres muy pequeña, porque tienes que ser pequeña, y tienes que ser buena. Si no eres pequeña y buena, no eres bonita. Y tienes que ser bonita. Sobre todo bonita.

Y así es como te ves un buen día, con treinta y tres años, evitando quitarte la chaqueta que te mata de calor, sólo para no provocar más miradas. Para no provocar. Porque, si no quieres que te pase nada, ¿para qué provocas?

En algún momento, tenemos que dejar de ser niñas pequeñas. Niñas buenas. Niñas bonitas. Y ese momento es ahora. O nunca.