Llega ese maravilloso momento del año en el que cuando te sientas en una silla de un bar, no sabes si vas a poder volver a levantarte. Real que el otro día mi culo se fusionó con el mimbre. Luego me levanté como pude y se podía leer braille en mis piernas. ¿No es fantástico el verano? Ya contesto yo. No.

Tenemos que sufrir por esta ola de calor tan odiosa que nos ha tocado vivir y toca echarle imaginación. De momento yo me he comprado un ventilador más grande que yo (cosa fácil porque soy un minion) y un pulverizador de agua para regarme como si fuese un ficus. El problema viene cuando piensas en el sexo.

Si de por sí sudas y pasas calor rozándote contra otra persona, imagínate ahora que en algunas ciudades hay 40º. Follar no es viable, no nos vamos a engañar.

Algunas parejas recurren al sexo en la ducha. Yo lo probé y no lo recomiendo. Casi me caigo y se me cayó el bote de gel de ducha en el pie. Luego se me quedó el culo frío y encima me entraron ganas de mear en la ducha. Un fail absoluto.

La segunda opción fue follar de noche con las ventanas abiertas para que entrase corriente, pero un vecino se enfadó con mis gemidos y empezó a gritar que le dejase dormir. Pobre hombre, tenía razón. A mi novio y a mí se nos cortó el rollo y paramos.

La tercera opción era comprarme una casa en Galicia y marcharme el verano en plan ermitaña, pero A) soy pobre y no me puedo permitir ni un alquiler en Madrid y B) a mis jefes no les pareció bien mi idea del teletrabajo.

Una casa no, pero un fin de semana sí que me pareció una buena opción, así que en mi grupo de amigos (en el que está mi novio) organizamos un viaje a un pueblecito de Galicia con playa y nos fuimos a disfrutar del vientecillo del norte.

Llegamos y la llama se avivó (no literalmente, que estábamos allí huyendo del calor). La temperatura era tan agradable que follar volvió a ser fácil. Aprovechamos la habitación de la casa rural y lo dimos todo, pero queríamos más.

Fuimos a la playa y nos metimos en el agua, alejándonos un poco del grupo. No sé muy bien cómo (bueno, sí lo sé), nos empezamos a poner cachondos. Primero fueron unos besitos tontos. Luego unas caricias. Luego masturbarnos sutilmente. Finalmente follamos. Nos creíamos sutiles, pero desde fuera no era tanto. ¿Cómo lo descubrimos? Pues porque un grupo de abuelillas y abuelillos jubilados nos empezaron a gritar de todo. Con toda la vergüenza del mundo salimos del agua y nos escondimos bajo la sombrilla con el resto de amigos.

Por eso amigas y amigos, basándome en mi sufrida experiencia debo ser yo quién os lo diga: cuando follas en el mar, se nota a kilómetros de distancia. Si te da igual, dale duro. Si eres un poco cortadita como yo, mejor resérvate para la cama del dormitorio y pon aire acondicionado en casa.