Llevo casada con mi marido más de veinticinco años, tenemos dos hijos y los dos han volado del nido, se han ido a estudiar fuera, salieron de nuestra casa y el síndrome del nido vacío ha sido, es y creo que será durante algo más de tiempo algo que sobrevuela nuestra casa y la llena de sombras. 

Hace casi un año desde que el último abandonó su habitación para irse a vivir a Barcelona (el otro está en Madrid desde hace tres) y mi marido y yo nos quedamos solteros sin si quiera saber muy bien cómo se hacía eso de estar solos de nuevo. Entramos en una especie de crisis, por separado me atrevería a decir, no es que tuviéramos problemas como pareja, era que no sabíamos de manera individual cómo vivir sin nuestros hijos. 

Así que nada, hemos tenido que poner mucho de nuestra parte para llenar todos los vacíos que nos han dejado, hemos empezado a redecorar nuestra vida y la verdad que nos está quedando preciosa. Estamos dando clase de bachata y salsa a través de YouTube, dos días a la semana nos plantaos en el salón delante de la televisión, apartamos todos los muebles y movemos un rato el esqueleto. Hemos comprado varios juguetes sexuales para darle un poco de picanteo a la vida, ahora que podemos hacer el amor en condiciones y sin cortarnos un pelo. Nos hemos apuntado a un club de vinos y cada semana probamos uno nuevo (creo que nos estamos haciendo catadores de pacotilla, porque hacemos como que entendemos, pero creo que en realidad no tenemos ni idea) y cada semana intentamos hacer un plan nuevo aunque sea semiconfinados para no perder la chispa.

Pues os lo creías o no, lo que despertó todo de nuevo fue un juego que me regaló por el día de los enamorados: AMOR CON PALABRAS. 

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Me lo compró porque dice que lo escuchó recomendar en la radio de camino al trabajo, que dijeron que era un juego para fortalecer las relaciones de pareja, para conocer mejor al otro, para redescubrirse y para hablar de las cosas que realmente son importantes y a las que casi no les damos importancia.

El mismo 14 de febrero pedimos un menú de San Valentín para que nos lo trajeran a casa, abrimos una botella de vino de blanco y con el postre nos pusimos a jugar. El juego es muy sencillo y, sinceramente, no es un juego en sí mismo. Simplemente son muchas cartas en las que se plantean preguntas/temas de conversación que son muy interesantes y de los que merece la pena hablar.

Vas cogiendo cartas, las vas leyendo en voz alta y hablas sobre ellas. Ríes, lloras, recuerdas, encuentras y te enamoras. Porque para mí fue así, fue volver a enamorarme de mi marido, fue mirarle al ojos y escucharle decir que para él lo más importante era saber que yo era feliz a su lado. Mi marido no es un romanticón ni mucho menos, le cuesta hablar de sentimientos, abrirse y decir cosas como las que me dijo aquella noche, pero después de una botella de vino, mucho tiempo solos, complicidad y más años vividos juntos que separados… Pues dio para mucha magia.

Nos dijimos cosas que hacía muchísimo tiempo no nos decíamos, recordamos momentos que nos hicieron mearnos encima (a mí literalmente, que últimamente se me escapa el puntillo muy fácilmente, estoy ya en el club de Concha Velasco), nos sorprendimos escuchando cosas que no sabíamos que el otro pensaba y nos dimos cuenta de cuánto tiempo hacía que no hablábamos de verdad.

Además el juego incluye 20 tiquets que puedes canjear cuando quieras, yo ya estoy deseando usar los míos, sinceramente.

El caso, que sé que puede sonar un poco a chorrada y que igual estas cosas os parecen una tontería, pero a mí este juego me hizo muy feliz y nos hemos prometido jugarlo al menos una vez al año y no permitir que pase el tiempo sin comunicarnos como nos merecemos. 

Firmado: Lady

 

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